—Incluso la ropa más barata en el centro comercial costaba más de treinta yuanes cada pieza, casi igual al salario mensual de Liu Juan, así que ¿cómo podría permitirse comprarlas?
—Pero ahora es diferente, su familia tiene dinero. ¡Podrían permitirse no solo una, sino incluso diez cosas!
—Temprano la siguiente mañana, Liu Juan despertó a Liu Xiangxiang. Como la única hija de la familia, Liu Xiangxiang era mimada y amada en casa. Ella respondió enojada:
—¿No me puedes dejar dormir un poco más? ¿Qué estás haciendo, invocando espíritus? —respondió ella enojada.
—No te enfades. Vístete, vamos a la casa de tu tía —dijo Liu Juan riendo.
—¿Tía?
—¿Ella tiene una tía?
—En ese momento, Liu Xiangxiang se quedó paralizada, gritando:
—¡Me despertaste tan temprano, y no es para ir a la casa de esa paleto, verdad? —gritó Liu Xiangxiang paralizada.
—Hmm —asintió Liu Juan.