De repente, la atmósfera en el coche se volvió pesada.
—Mo Qishen rió y dijo —Papá, ¿de dónde sacaste esa idea? ¡Ni Yang y yo no somos como te imaginas! Además, ¡yo no soy ese tipo de persona!
Él sí quería hacerle daño a Ni Yang, pero ella nunca le dio la oportunidad.
—¡Sé serio! ¿Qué es esa risa frívola? —Mo Fuhai frunció el ceño, continuando—. De todos modos, te he dado una advertencia aquí y ahora. Si te atreves a hacerle daño a esa chica, juro que te mataré.
—¡Sí, sí, sí! —Mo Qishen respondió juguetonamente—. Descuida, aunque tuviera el valor de cien hombres, no me atrevería a provocarla. Por cierto, ¿cómo la conociste?
Si Ni Yang hubiera estado presente, se habría dado cuenta de que Mo Fuhai era en realidad el anciano que la había defendido cuando Yang Guobao estaba teniendo un ataque epiléptico.