Mo Baichuan se apresuró en grandes zancadas, levantó a Mo Hudie y colocó una almohada debajo de su cintura —Xiaodie, ¿cómo te has sentido últimamente? ¿Tienes algún antojo? Hermano Baichuan irá a comprártelo.
Una débil y pálida sonrisa apareció en la esquina de la boca de Mo Hudie —Hermano Baichuan, estoy mucho mejor, no te preocupes.
Desde su infancia, Mo Hudie siempre había sido considerada. A pesar de sufrir una enfermedad grave, nunca se quejó del dolor y nunca derramó lágrimas.
Soportó en silencio la tortura de su enfermedad sin causar problemas a quienes la rodeaban.
Su naturaleza comprensiva hacía que la gente se preocupara profundamente por ella.
La Abuela Mo se volvió y se limpió las lágrimas en silencio.
Como si realizara un truco de magia, Song Beicheng sacó un pequeño juguete de detrás de él —Xiaodie, ¿adivina qué es esto?
Los ojos de Mo Hudie se iluminaron —¿Es una ranita?