Además, la niña tenía muchos moretones frescos en su cuerpo.
La doctora encargada de examinar a la niña no pudo evitar soltar lágrimas —¡Esto es horrible! ¡Estos traficantes de personas son tan terribles! Niña, ¿te duele?
La niña valientemente negó con la cabeza.
Durante el interrogatorio, los dos traficantes de personas confesaron rápidamente sus crímenes.
Los padres de la niña también acudieron rápidamente al escuchar la noticia.
—¡Meimei!
—Meimei, ¿estás bien?
La pareja entró en la habitación totalmente desaliñada. Solo aquellos que casi han perdido a su hijo podrían entender verdaderamente el dolor que sentían.
La niña negó con la cabeza, sus ojos llenos de lágrimas repentinas —¿Por qué tardaron tanto en venir? ¿No se suponía que debían recogerme de inmediato?
Ella había estado demasiado asustada antes y se había estado obligando a no llorar. Ver a sus padres ahora era la única vez que se sentía lo suficientemente segura como para perder el control.
