Sun Chunxiang ayudó a Ni Yang a poner el pequeño taburete sobre la mesa y luego dijo:
— ¡Xiaoni, ahora la única persona que puede ayudar a Tía eres tú! La Tía sabe que tienes un buen corazón, no la dejarías sufrir, ¿verdad?
Ni Yang sonrió levemente:
— No tengo capacidad para ayudarte, por favor vete.
—No, tú puedes ayudarme —dijo Sun Chunxiang con confianza—. ¡Definitivamente puedes!
—¿Con qué necesitas ayuda? —Ni Yang levantó una ceja, estaba curiosa por ver hasta dónde podía llegar la desvergüenza de una persona.
Sun Chunxiang continuó:
— Xiaoni, ¿crees que podrías prestarle a la Tía tres mil yuanes?
No importa cuán inteligente fuera Ni Yang, todavía era solo una adolescente.
Después de todo, los zorros viejos siempre son astutos.
¡Una cesta de manzanas por tres mil yuanes! ¡No está nada mal el trato!
Tres mil yuanes. Solo Sun Chunxiang tendría el descaro de pedir eso. Ni Yang respondió con indiferencia:
— No tengo dinero. Te has equivocado de persona.