Los labios de Zevian rozaron suavemente los de Evelyn, un dulce y prolongado beso que le envió una oleada de calor por dentro. Podía sentir cómo su corazón se agitaba cuando la mano de él presionaba la suya con firmeza contra la pared. Apenas registró el sonido de pasos acercándose, su atención completamente centrada en el hombre que le había robado el aliento.
Justo cuando Evelyn comenzaba a perderse en el momento, la cortina fue apartada bruscamente, y un gasp sorprendido llenó el pequeño espacio.
—¡Dios mío! —la voz de Annabelle resonó a través de la sala, sus ojos se abrieron enormemente al captar la escena ante ella. La amplia espalda de Zevian protegía a Evelyn de la vista, asegurándose de que nadie más que él pudiera ver cómo el rubor se esparcía por su cuello.