Evelyn permanecía inmóvil, el teléfono pegado a su oreja, mientras las palabras de Damien se asentaban.
—¿Muerta? —Su voz temblaba, el peso de la incredulidad presionando sobre su pecho—. ¿Estás seguro?
Había un compás de silencio en el otro extremo de la línea antes de que Damien suspirara, un sonido cargado de agotamiento —. Estoy seguro.
Una sensación de hundimiento la atrapó, el arrepentimiento royendo su interior. Si hubiera hablado con Mathew ayer, tal vez las cosas hubieran resultado diferentes. Quizás podrían haber evitado el accidente, salvado vidas y hasta encontrado las piezas cruciales del rompecabezas que había sido su vida. Ahora todo se sentía como arena escurriéndose, fuera de su control.
—¿Quieres venir a verlo por ti misma? —preguntó Damien suavemente, interrumpiendo sus pensamientos.