Elias sintió como si le hubieran dado una bofetada con un cubo de agua helada, con la boca bien abierta de la sorpresa. No, su madre era mala pero no llegaría al extremo de arruinar la vida de alguien. ¿O sí?
—¿Es... —Elias miró a Evelyn, su voz saliendo en un pequeño murmullo—. ¿Es verdad? No importa lo que digan los informes, ella seguía siendo su hermana molesta pero preciosa, y no toleraría que nadie le hiciera daño, incluso si es su madre.
Evelyn suspiró en voz alta, mirando en silencio a Annabelle, que ahora estaba parada a su lado. Lentamente asintió, sin tener el corazón noble para encubrir los pecados de Sophia delante de su hijo.
—¡Pagará por ello! —declaró Elias, con las manos apretadas en puños. Exhalando un aliento caliente, se dio la vuelta para volver a la sala, listo para abrir sus horrendos crímenes frente a William y hacerla suplicar perdón de rodillas. Pero Evelyn lo agarró y lo detuvo.