—Tía —Feng Qingxue entrelazó su mano, sacudiéndola suavemente—. Tía, desde que te conocí, me he sentido realmente cercana a ti, como si tuviéramos algún tipo de vínculo en una vida pasada. Así que por favor, no te andes con ceremonias conmigo. La vida en estos días es dura para todos. Recientemente he encontrado una manera de conseguir algunas mercancías, solo luchemos por seguir sobreviviendo.
Tía Xu asintió con vigor, secándose las lágrimas. —Sí, sí, debemos sobrevivir.
Tío Xu entró desde fuera, al escuchar esas palabras, estuvo completamente de acuerdo. —Exacto, mientras estemos vivos, debemos seguir adelante. Una vez que muramos, todo se acaba. Solo viviendo hay esperanza.
—¿Trajiste las cosas? —preguntó Tía Xu.
Tío Xu asintió ligeramente, sacando una caja de joyería de palo de rosa del tamaño de una palma de debajo de su viejo abrigo acolchado y se la entregó a su esposa.