10 de abril del 2023
10:30 am
Nación de Lemuria - Frontera Este
Fortaleza Heimdallr - Campo de Entrenamiento Militar
Todo era un caos. El Imperio de Lumine y la Nación de Lemuria se encontraban en una fiera batalla.
El cielo lloraba ante tal trágico acontecimiento. El olor a pólvora, hierro y sangre plagaban lo que podría convertirse en cualquier instante en un inhóspito páramo arrasado por el andar de los vehículos blindados y los constantes disparos.
Los tanques del ejército lemuriano, impulsados con la energía de las piedras elementales, arrasaban con todo a su paso, abriéndose camino a través de la resistencia impuesta por el imperio de Lumine.
— ¡E-Es inútil! ¡Debemos contactar al 6to Escuadrón! — Gritó uno de los soldados del ejército lemuriano, cubierto con los restos de un tanque mágico destruido.
— Esto es terrible... Si esto continúa, ¡Lemuria entrará en guerra con el Imperio de Lumine!
Detrás del mismo despojo, había otro soldado de mayor rango, el cual era plenamente consciente de la gravedad de la situación.
— ¡¿Tenía que ser justamente el día en el que el General Weller no está?! ¡Mierda!
La situación era precaria. Por alguna razón, parte del ejército de Lemuria atacaba al Imperio de Lumine.
Las naciones, aunque siempre mantenían una relación amistosa con sus vecinos, compartían una incesante tensión entre ellas.
Debido a su posición geográfica, la Nación de Lemuria era una localización perfecta como punto de avanzadilla para ejércitos de todas las naciones, además de poseer ventaja diplomática, económica y socio-política con respecto a los países vecinos.
Sin embargo, todas las naciones compartían una misma historia que las mantenía "unidas" a pesar de sus diferencias y que les permitía disfrutar de la paz.
Pero esa paz estaba a punto de quebrarse por un simple acto terrorista hacia la Nación de Lemuria.
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Mientras, una mujer y un hombre de apariencia vigorosa, acompañados por un grupo de 10 adolescentes, estaban a punto de hacer acto de presencia en la fortaleza a través de la entrada trasera de la misma.
Todos corrían a toda marcha mientras contemplaban con asombro e inquietud todo el daño que se había provocado.
Al entrar en el recinto, el aire se volvió pesado y la vista aborrecía.
El lugar estaba lleno de cadáveres de soldados completamente ensangrentados.
Destajados, fusilados, contusiones, mordidas, cortes por todo el cuerpo, quemaduras... Habían sido asesinados de diferentes maneras. Las manchas de sangre adornaban el techo y las paredes, representando el arte que es el escape de la vida del cuerpo humano.
— ¡¿...?!
Un joven muchacho de piel pálida y cabello negro con azul gradiente no podía hacer algo más, sino disgustarse con el panorama.
De igual manera, sus compañeros también estaban indignados.
— ¡¿Qué pasó aquí?!
— Es una masacre...
— Son unos animales...
— ¡¿Cómo pueden hacer algo así?!
— ... Huelo pólvora. Usaron armas normales en vez de magia, además de monstruos amaestrados.
Entre los jóvenes presentes se encontraba una bella elfa de apariencia adolescente, de ojos color esmeralda y corto cabello blanco como la nieve. Sus sentidos eran muy agudos, pues su conjetura no era incorrecta.
— Tal parece que nos han acorralado completamente. — Afirmó el hombre adulto. — Todo lo que han hecho hasta ahora no ha sido más que una distracción, incluyendo el asedio de los tanques.
— Si... su verdadero objetivo claramente son los catalizadores de maná... Lo cual significa que van en serio acerca de arruinar la conferencia de intercambio del Reino Cedris en Lumine. — Expresó la mujer adulta.
— N-No puede ser... — Dijo un joven con cabello negro asustado.
— ¡¿Acaso están locos?! — Gritó con fervor una chica con gorro de invierno.
— Como lo suponíamos, sus verdaderas intenciones son las de tomar la cabeza del gobernador — Alegó un joven noble de cabello marrón claro.
— Ingenuos. Pensar que llegarían tan lejos... — Dijo decepcionada una joven rubia con características de animal mientras fruncía el ceño.
— ...
Uno de los jóvenes, al parecer, tenía algo que decir. Era el de piel anormalmente pálida y cabello negro con betas azules.
— No tenemos tiempo para esperar refuerzos. Por favor, ¡déjennos ayudar!
El ferviente deseo del muchacho se reflejaba en su brava mirada del color del mar.
— Tenemos que detenerlos a cualquier costo antes de que activen los catalizadores.
— Shin... — Una joven chica de cabello color fucsia fue impresionada por la decisión del muchacho.
— ¡C-Cierto! ¡Nosotros también tenemos que hacer algo! — Exclamó motivado un joven de cabello negro.
— Por supuesto. ¡No hay manera en que dejemos a esos terroristas hacer lo que les plazca! — Añadió una chica bajita mitad perro de cabello oscuro.
— Condenados niños, siempre metiendo sus narices en donde no los llaman... Jeh, tal parece que ya no hay quien los detenga.
Con un suspiro, la mujer adulta reconocía la determinación de los jóvenes.
— Nos dividiremos en 2 grupos. Shin, tú, Felubros, Mina, Shindou y Jun vendrán conmigo. El resto irá con el General Weller. — Agregó.
— Nosotros nos encargaremos del ala este, ustedes encárguense del ala oeste. Esto no es entrenamiento, es una batalla real con vidas en juego. ¡Espero lo mejor de cada uno de ustedes!
Con un notable carisma y firmeza en cada una de sus palabras, el hombre conocido como Weller anunciaba las órdenes de cada quién.
— Entendido. — Afirmó el joven llamado Shin.
Entonces, el muchacho se dio media vuelta hacia sus compañeros y enunció unas últimas palabras antes de partir.
— ¡Clase 1-F! ¡Nuestro objetivo es detener sea como sea la activación de los catalizadores de magia!
Apretando el puño, el chico comenzó a recordar los momentos que pasó junto a sus compañeros.
— Hemos aprendido mucho en la academia. ¡Es tiempo de que pongamos en práctica ese conocimiento en una situación real apoyando a la instructora Ella y al General!
— ¡Si! — Respondieron todos al unísono.
Tal parecía que el joven pálido tenía cierta influencia sobre sus compañeros, actuaba como una figura de liderazgo. A su vez, todos aparentaban pertenecer a algún tipo de institución, ya que usaban un uniforme rojo diferente en algunos aspectos, pero muy similares en su base.
Sin más que decir, los grupos denominados se separaron y pusieron en marcha su plan de contingencia.
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El grupo A, dirigido por la mujer conocida como Ella, había llegado rápidamente al ala oeste.
El grupo estaba conformado por un joven de cabello negro con azul gradiente y ojos azules al cual llamaron Shin, una Semi-Humana (Persona mitad animal) con características de zorro, de cabello rubio largo y ojos color amatista, un muchacho de porte noble con cabello marrón claro y ojos celestes, una chica de ojos púrpura brillante con cabellera rubia clara y un gorro de invierno, y un joven de cabello carmesí con ojos de tonalidad ardiente como las llamas del infierno.
Sin embargo, les cortaron el paso rápidamente.
— Ya aparecieron. — Enunció la mujer adulta.
— ¡¿Ah?! — Expresó Shin, atónito.
Frente a ellos se encontraban los cadáveres reanimados de los soldados caídos. Su piel era tan pálida como la de Shin, pero sus ojos no eran más que un vacío oscuro con una pupila roja brillante.
A su vez, aunque fueran lo más cercano a un zombi, no actuaban como tal, pues aún empuñaban sus armas y, al parecer, conservaban la noción de cómo usarlas.
— Undead... — Susurró Shin.
— Pero no son una raza pura. Solo son cadáveres reanimados como los que vimos en nuestros viajes escolares. — Expresó la muchacha de gorro invernal.
— ¡No es momento de hablar de trivialidades! — Gritó la mujer. — ¡「Ignis」!
Sin levantar ni un solo dedo, todos los Undead que estaban frente a ella fueron quemados hasta las cenizas. La mujer había usado un alto hechizo de fuego.
— N-Nunca para de sorprenderme... El poder mágico de la instructora Ella es insólito. Como era de esperarse de alguien de Rango A. — Dijo impresionada la chica con gorro de invierno.
— No hay tiempo para impresiones. ¡Muévanse!
— ¡Entendido!
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Tras varias batallas unilaterales que acabaron en un instante gracias al poder de la instructora Ella, lograron llegar a la zona exterior del ala oeste.
Al mirar hacia atrás, se podía notar que la Fortaleza Heimdallr estaba construida como parte de las montañas que denotaban la frontera entre la Nación de Lemuria y el Imperio de Lumine.
Y al enfocarse un poco más a lo lejos en la distancia, se podía apreciar el Imperio de Lumine.
Rutas ferroviarias y carreteras pavimentadas conectaban ambas naciones y permitían el transporte de personas y bienes.
— Esto es... — Dijo el joven noble con impresión.
— Es el último punto que forma parte de Lemuria... Se puede ver el Imperio de Lumine más allá. — Afirmó la joven con gorro de invierno.
Entonces, Shin percibió una extraña presencia un poco alejada a su izquierda. Se volteó rápidamente y encontró a uno de sus objetivos.
— ¡Ahí, miren!
Todos miraron rápidamente en la dirección en la que apuntaba Shin.
En dicha dirección, se encontraba situado una especie de balcón gigantesco con unas puertas enormes, las cuales se estaban abriendo.
Desde el interior comenzó a salir poco a poco un gran cristal azul con forma de diamante y un aura oscura envolviendo su alrededor.
— ¡Ese es un catalizador! — Señaló Shin.
— ¡Es enorme! — Pronunció la chica de gorro invernal.
— No puede ser, llegaron demasiado rápido. Acaso... ¡¿piensan usarlo sin marcar ningún objetivo específico?! — Gritó la instructora Ella, temiendo lo peor.
Si los terroristas usaban de forma indiscriminada el catalizador mágico para lanzar un hechizo a gran escala sin marcar ningún objetivo, no solo lograrían su objetivo de acabar con el gobernador de Lemuria, sino con una gran parte de la población del Imperio de Lumine.
Nuevamente, Shin sintió una presencia, esta vez muy cerca a su derecha.
— ¡Instructora! — Avisó Shin.
No fue sino hasta que él le avisó, que se percató también de la extraña presencia.
— Todos, ¡saquen sus armas! — Ordenó la instructora.
— ¡Entendido! ¡「Austatten」!
Al unísono, todos entonaron un peculiar hechizo. El mismo provocó que aparecieran las respectivas armas de cada estudiante.
El arma de Shin era una katana guardada en una funda alargada de Tela del Milagro con grabados de plata. El mango del arma era rojo y negro, y al desenfundarla, su filo era de color platino. La funda de la katana traía una extensión que podía usarse para llevarla sujetada en el hombro, como si fuera un bolso.
El arma del muchacho carmesí era una lanza tan rojiza como su cabello. Estaba conformada por un mango largo de acero y tenía un filo de 3 puntas. Sujeto debajo de las puntas había una cinta, también de color carmesí, la cual le daba un toque más sobresaliente y único. Parecía la lanza de algún señor demonio.
La chica Semi-Humana había materializado un par de abanicos de aspecto sagrado con un diseño ligeramente distinto entre ambos. Uno de ellos resplandecía en oro y resaltaba su magnificencia con cada pequeño movimiento. El otro era blanco como la nieve y reflejaba la pureza de su portadora al deslizarse por el viento. Ambos abanicos tenían ornamentos con patrones muy elaborados que los hacían parecer reliquias muy caras.
Por otra parte, el joven noble hacía uso de una espada templaria casi dorada en su totalidad y rubíes en su majestuoso diseño. A causa de su gran tamaño, debía empuñarla con sus dos manos. Era tan prominente que un solo corte podría dividir la tierra en dos.
Por último, la chica con gorro tenía en sus manos una pequeña varita de madera refinada y punta brillante de estrella. Era muy similar a las usadas por las hadas madrinas en los cuentos de hadas.
De la nada, comenzaron a juntarse partículas de maná en el aire. Era una fluctuación mágica anormal, partículas de todos los elementos mágicos se juntaban en un solo sitio, formando una silueta que, más allá de verse simplemente animal, rozaba lo grotesco e inexplicable, además de alcanzar los más de 5 metros de altura.
Era una monstruosidad mutante formada por varias especies de animales. Tenía cabeza de león, torso y patas delanteras de caimán, lomo y patas traseras de halcón, además de alas de murciélago y cola de escorpión.
— Esta cosa es... ¡¿una quimera?! — Exclamó la chica de la varita.
— ¡Maldita sea, no tenemos tiempo para esto! — Refutó la instructora Ella.
— Precisamente.
De pronto, una voz femenina adulta se escuchó desde la dirección del cristal catalizador.
Como una reacción instantánea, todos se voltearon a ver a quien estaba emitiendo dicha voz, la cual era amargamente familiar.
Desde el balcón del cristal catalizador, les hablaba una mujer adulta con cabello verde y largo, afilados ojos amarillos como girasoles y vestimenta urbanizada.
En su mano llevaba una especie de arma muy peculiar, fantástica sería la palabra más cercana para describirla. Se trataba de un tipo de sable dentado como una sierra, con una guadaña acoplada en la parte inferior del mango.
— ¡¿Tú eres la responsable de todo esto?! — Preguntó Ella con urgencia.
La instructora estaba a punto de estallar en cólera. Solo necesitaba una confirmación para lanzarse a la batalla.
— Podríamos decir que sí. — Afirmó la terrorista.
— Ya veo... ¡Entonces muere! ¡「Ignis」!
Tal cual, como la vez anterior, Ella no movió ni un músculo. En cuestión de segundos, su rival quedó completamente envuelta en sus abrasadoras llamas.
— ¿Crees que esto es suficiente para detenerme?
— ¡¿Cómo?!
Desde el interior de las llamas, la mujer agitó fuertemente su sable y las disipó al instante. No tenía ni una sola quemadura en su cuerpo.
— Joh... Eres alguien resistente. Tal parece que podré entretenerme contigo un poco. — Anunció la instructora con una sonrisa en su rostro.
— Lo mismo digo, Bruja de la Noche Flameante.
— ¡Ustedes encárguense de la quimera! — Dijo a sus estudiantes. —「Blitz」
Fue un nuevo hechizo pronunciado por Ella. El cuerpo de cada uno de sus estudiantes fue envuelto en una tenue aura roja, se trataba de un hechizo de potenciación.
— Con este pequeño bono es más que suficiente para derrotarla. Yo me encargaré de esa maldita peliverde.
Sin más que decir, y sin siquiera esperar una reacción por parte de sus estudiantes, Ella dio un salto y comenzó a levitar velozmente hacia la posición de la terrorista. Entonces, la salvaje batalla dio comienzo.
La danza de la muerte fue llevada a cabo por ambas matronas. Sus rostros no eran los de una persona normal que estuviera siendo precavida en la batalla... no, para nada. Ambas damas feroces mostraban en sus caras la satisfacción de ser partícipe de una lucha a muerte.
Con cada choque de fuerzas, el aire vibraba intensamente, el maná del aire se fluctuaba, y los estudiantes se estremecían, asombrados con la demostración de poder de ambas. Si alguien se atrevía a interferir, no saldría bien parado.
— La instructora Ella se encargará de la líder terrorista. ¡Acabemos rápido con esta quimera y detengamos la activación del cristal! — Decidió Shin.
— ¡Si! — Respondieron todos al unísono.
Definitivamente, Shin era el centro de su clase. Todos confiaban en sus palabras y se llenaban de vigor para ganar el combate.
El primer movimiento vino por parte de él mismo. Corriendo a toda velocidad con la destreza de un samurái japonés, Shin desenvainó su katana y arremetió contra la quimera.
Mientras dicha acción se llevaba a cabo, la chica de la varita mágica comenzó a entonar un conjuro de versos largos.
— Éter primigenio, esencia sagrada, rayos divinos, torre ancestral, aquel que habita del otro lado de la luz, desencadenen la ira de la iluminación augusta en este plano terrenal lleno de impureza y maldad...
Mientras la chica continuaba conjurando su hechizo, la quimera tomaba acciones para responder al asalto de Shin. En respuesta, esta alzó su zarpa contra el muchacho para bloquear su ataque y acabar con él de un solo golpe.
Pero Shin lo esquivó. De hecho, lo hizo sin esfuerzo alguno.
Shin era alguien muy ágil y versátil en lo que a usar la espada respecta, además, la quimera no era rápida con sus ataques, sino todo lo contrario.
A pesar de la potencia de sus garras, era muy lenta en comparación con Shin. Y, es más, la intención de Shin ni siquiera era atacar a la quimera, su ataque fue simplemente una finta para llamar la atención del monstruo.
— ¡Ahora, Shindou! — Avisó Shin.
— Silencio, Undead. Sé lo que tengo que hacer.
Aprovechando la abertura de la quimera, el muchacho de cabello carmesí (llamado Shindou) se posicionó con una velocidad vertiginosa justo debajo de ella. Probablemente era tan rápido como Shin.
Con brutalidad, clavó su lanza en el pecho de la bestia.
La quimera dejó escapar un rugido de agonía, pero Shindou apenas había comenzado su ataque.
—¡
La punta carmesí de la lanza de Shindou que estaba incrustada en la carne de la criatura, expulsó una llamarada infernal directamente al interior del cuerpo del monstruo.
El fuego se escapaba por su boca y otras tantas partes, mientras su carne se calcinaba desde adentro.
— ¡Mantenlo justo así! — Exigió Shin a su compañero.
— ¡No me digas qué hacer, muerto de hambre!
La relación entre ambos no parecía ser exactamente agradable, pero tampoco era una relación de odio. Se podía notar que ambos compartían una especie de rivalidad.
Entonces, Shin, que estaba justo al lado de la agonizante fiera, prosiguió con su ataque. Esta vez, con intenciones hostiles.
—
Tras pronunciar esas palabras, Shin envainó su katana en la funda y se posicionó en guardia. Respiró hondo, como si estuviera completamente concentrado. Y entonces, pasó.
¡SLASH!
Se había tele transportado... o eso es lo que parecía. Shin se había movido con tanta rapidez, que ojos humanos no podrían percibirlo. Lo único que se podía notar era la turbulenta corriente de aire que dejó su sobremarcha y...
— ¡
Las consecuencias que provocó su técnica.
La quimera había sido rebanada de par en par, sus entrañas calcinadas habían quedado al descubierto tras el corte.
Shindou retiró su lanza y se alejó del monstruo, el cual cesó toda actividad y cayó desplomado en el suelo.
— ¿Lo matamos? — Preguntó Shindou.
Pero no fue así, no fue para nada de esa forma.
Sin previo aviso, la quimera retorció de forma grotesca su cuello hasta girar su cabeza en dirección de Shindou, abrió la boca hasta su límite, y al cargar una inmensa cantidad de partículas de todos los elementos mágicos, la disparó directamente hacia él en forma de rayo.
No había tiempo de esquivar el ataque y Shindou no tenía el poder necesario para repeler un ataque conformado por todos los elementos mágicos existentes.
De hecho, ninguno lo tenía. Si la descarga de energía impactaba en algún sitio, sin duda, todos los presentes morirían en el acto.
— ¡Shindou! — Gritó desesperado Shin. — ¡No llegaré a tiempo! — Pensó.
Ya no había nada que pudiera detener el ataque de la bestia.
— ¡No lo permitiré!
Pero quedaban alumnos que no habían demostrado sus habilidades.
El joven noble, portador del espadón dorado, se había colocado discretamente al lado de la cabeza del casi cadáver del monstruo. La quimera notó su presencia en el último instante, pero era demasiado tarde para reaccionar.
— ¡Jooohhh!
Utilizando su gigantesca arma como si fuera un bate de béisbol, el muchacho golpeó fuertemente la cabeza de la quimera, apartándola hacia un lado y desviando el rayo elemental, el cual ahora había sido disparado directamente hacia el cielo gris, despejándolo y dejando ver el claro y azul cielo de la mañana.
La lluvia cesó a causa de esto y los rayos del Sol finalmente se hacían ver.
— Un trabajo digno de admiración, Felubros. — Felicitó la chica Semi-Humana.
— Jum, por supuesto. — Respondió el joven noble.
El muchacho noble se hacía llamar Felubros. Su personalidad era la de alguien orgulloso y autosuficiente, justo como un noble habituaba ser.
— Y ahora, prepárate para encontrar tu final, bestia inmunda.
Era el turno de la rubia animal. Ni siquiera entonó algún hechizo o activó alguna habilidad. Solo con el poder de su maná, agitó con elegante movimiento sus abanicos y una tormentosa corriente de viento levantó a la criatura por los aires, corriente la cual mantuvo a la quimera suspendida en el aire.
Pero el bicho comenzaba a tomar un segundo aliento. Su cuerpo casi destrozado se estaba regenerando a una velocidad no tan apresurada, pero no iba tan despacio como para tomárselo con calma.
— ¡Jun, ahora! — Exclamó la chica Semi-Humana.
La muchacha con la varita mágica se llamaba Jun. En respuesta al llamado de su compañera, completó el cántico con su última oración.
— ¡Concédeme el poder para sobreponerme al destino y forjar un futuro brillante, oh, Diosa de la Creación!
Levantando en alto su varita mientras la apuntaba hacia el monstruo, Jun entonó las palabras del hechizo.
— ¡「Divine Disintegrator」!
De la nada... literalmente de la nada, cayó un fulminante rayo de luz que atrapó bajo su despampanante poder a la bestia quimera.
Esta vez, no hubo recuperaciones. El rayo estuvo proyectándose durante 5 segundos, y al detenerse, no quedaron ni las cenizas de la quimera, solo el enorme agujero en el suelo que provocó su fulgor, el cual era considerablemente profundo. La potencia del fogonazo era suficiente como para abrir un hueco de semejante magnitud en la tierra.
Sus compañeros habían presenciado anteriormente el hechizo de Jun, pero sin duda, una vez más los había impresionado.
No obstante, no había tiempo para impresionarse. El tiempo corría.
— Hemos perdido demasiado tiempo. — Recalcó Shin. — Vayamos con la instructora Ella y... ¡¿...?!
Tras haber vencido a la quimera, ni siquiera pudieron saborear la victoria, pero, aunque así hubiera sido, un descorazonador escenario les aguardaba.
Aquella mujer era la única capaz de hacerle frente a la terrorista de pelo verde... o al menos eso era lo que todos creían.
— ¿Instructora Ella...? — Expresó Shin, impactado.
— No... puede ser... — Continuó Jun.
— ¿¡Cómo es esto posible!? — Gritó Felubros, conmocionado.
— Esto es... mentira... — Susurró la chica Semi-humana.
— ... — Guardó silencio Shindou mientras apretaba los dientes.
Cualquier ápice de esperanza se había desvanecido en el instante en que vieron a una Ella siendo agarrada desde la parte de atrás de su cuello, con múltiples heridas en su cuerpo, con vestimenta destrozada y completamente debilitada.
— I-Infeliz... hacía tiempo que no... me encontraba a un monstruo como tú...
La dama salvaje estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano por hablar. La gravedad de sus heridas era recalcable.
Aunque la terrorista tenía diversas quemaduras y heridas por su cuerpo, no eran nada comparado con el estado actual de Ella.
— Me divertí bastante, Bruja de la Noche Flameante. Es una lástima que tú y tus pupilos solo hayan podido llegar hasta aquí. — Dijo la peliverde con un tono sarcástico.
— Shin, ¡sácalos a todos de aquí! — Requirió Ella.
Era la primera vez que la instructora Ella mostraba preocupación por sus estudiantes de forma abierta.
— Na-ah, nadie irá a ninguna parte. — Anunció la terrorista.
Inmediatamente después, la mujer chasqueó los dedos y otras dos quimeras aparecieron tras acumularse el maná elemental suficiente.
La situación era desesperanzadora. Habían sudado para derrotar a solo una quimera entre todos y ahora había dos de ellas, sin mencionar que la instructora Ella había sido derrotada.
— No se angustien, no hay ninguna necesidad para que ninguno de ustedes muera hoy. — Aclaró la peliverde.
— ¡No me fastidies, terrorista! — Gritó Shin.
— Oh, olvidé avisarles: Hagan alguna estupidez, y la Bruja de la Noche Flameante pagará las consecuencias. — Respondió la malvada con un rostro sádico.
Shin se paró en seco junto al resto. De ninguna manera provocarían algo que resultase en daños mayores para su instructora, o incluso peor, su muerte. Pero la impotencia los carcomía desde dentro. La villana estaba justo ahí, frente a sus narices, pero no podían hacer nada.
— Ya es hora... — Anunció la peliverde.
De su bolsillo sacó una pequeña gema de color negro. No era una gema simple, era una piedra mágica que contenía maná en su interior.
— Eso es... ¡¿un cristal de maná?! — Preguntó la joven Semi-Humana con sorpresa.
— Eso es correcto, niña. — Afirmó la mujer, para luego apretar el cristal hasta romperlo. — Ahora, ¡sean testigos del nacimiento de una nueva era!
Con su mano alzada, la mujer entonó el conjuro.
— ¡「Devil's Judgement」!
Aquel cielo que se había despejado hasta hace tan solo unos instantes se volvió completamente gris de nuevo.
En las nubes se acumulaban varias descargas de rayos oscuros, a la par que sonaban los estrepitosos truenos y relampagueaba
— ¡¿Un hechizo de nivel Mítico?! — Expresó Jun, sorprendida.
— ¡¿Nivel Mítico?! — Le siguió Felubros. — Entonces, si ese hechizo cae sobre Lumine...
— Su capital, Cedris, será completamente aniquilada, y con ella, todos sus habitantes y nuestro gobernador. — Respondió Jun.
La chica sabía perfectamente lo peligroso que era un hechizo de nivel Mítico.
El desconocimiento de Shin solo hacía que se sintiera muchísimo más aterrador de lo que sonaba.
— No... no puede ser...
Entonces, del cúmulo de nubes grises descendió un devastador rayo que impactó directamente con la capital del Imperio de Lumine.
El alcance del rayo era descomunal, era lo suficientemente extenso como para desaparecer del mapa a una ciudad completa.
— ¡DETENTEEEEEEEEE!
Era lo único que Shin podía hacer, pedir desesperadamente que todo se detuviera...
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"Para nosotros, el mundo se estaba desmoronando frente a nuestros ojos. No había nada que pudiéramos hacer, solo observar. Cinco personas. Fue la cantidad exacta de individuos que provocaron la catástrofe que habíamos visto. En este mundo donde la magia es la que decide todo, nosotros éramos incapaces de actuar por un mejor desenlace, estábamos sumidos en la desesperación"
"Pero nuestra historia no comienza aquí, no. De hecho, lo que acabamos de ver ni siquiera se acerca al final, solo es un punto medio. Todo comenzó en una realidad distinta, hace algún tiempo atrás..."