Era 2 de septiembre del año 2022 y el Sol una vez más inundaba con su resplandor la habitación del joven Rio.
El reloj marcaba las 6:50 am, pero al contrario que el día anterior, Rio ya estaba junto a su hermana en el primer piso de su casa.
Ambos estaban contentos, pues sus estómagos ya habían sido llenados.
Partieron en la misma dirección que anteriormente tomaron, alcanzando a tiempo el autobús que necesitaban.
Tras unos minutos de lo que parecía iba a ser un completo viaje en silencio, Mirai optó por hablar una última vez con su hermano antes de separarse por quién sabe cuánto tiempo.
— Oye... ¿cuándo crees que nos volveremos a ver? — La niña se mostraba preocupada. Al igual que Rio, ella no soportaba la idea de distanciarse de su hermano durante tanto tiempo.
Cualquiera hubiera dado una respuesta inmediata que alegrara a la niña, aunque fuese una mentira, pero Rio no era así. En vez de decirle lo que quería escuchar, le dijo la verdad.
— Eres muy racional e inteligente, así que seguro entiendes cuando te digo que probablemente no nos volvamos a ver pronto.
Rio se esclarecía con seriedad mientras su hermana lo observaba con ojos melancólicos.
Sin embargo, no podía decirle simplemente eso y dejar las cosas de esa manera.
Al final de todo, aunque no era precisamente bueno con las palabras, trató de calmar el corazón de la pequeña.
— Aunque puedo llamarte todas las noches para ponernos al día con lo que nos pase en la escuela y, en los días libres, trataré de ir a visitarte. Estamos creciendo, Mirai. Esta es una pequeña etapa de nuestra vida que debemos afrontar para convertirnos en adultos decentes y respetables... como lo eran nuestros padres. — Bajando una mirada que dejaba entrever tristeza en sus ojos, Rio terminaba la frase.
Aún había momentos en los que hablar de sus padres hacía que el muchacho sintiera nostalgia y decaimiento, a pesar de que ya lo había superado.
Percatándose de cómo su hermano se estaba lastimando a sí mismo inconscientemente por ella, Mirai recuperó la compostura e intentó que Rio olvidara su sentimiento de pesar.
Tomó su mano con delicadeza, llamando su atención.
— ... ¿Mirai?
— Oye, ¿me prometes que responderás todas mis llamadas cada noche?
— Mirai... — Expresó el muchacho con asombro.
El brillante rostro de la niña alejó la tristeza de Rio por completo, contagiándole su bella sonrisa angelical.
—Si, te lo prometo— Afirmó Rio mientras acariciaba con cariño la cabeza de su hermana.
Mirai permitió que su hermano le diera mimos durante un rato, deseando que ese bello momento durase para siempre.
La emotiva despedida de los consanguíneos, acompañada de una inquebrantable promesa, conmovía a aquellos que presenciaban el entrañable momento.
Faltaba poco para que Mirai llegase a su destino y pudiera comenzar de manera oficial su nueva vida escolar. Ella se esforzaría al máximo para no preocupar innecesariamente a su hermano mayor.
El autobús se detuvo en la parada que le correspondía a la niña y los pasajeros comenzaron a bajarse del vehículo.
Entonces, Mirai se levantó de su asiento y, por última vez, se despidió de su hermano, mientras sostenía con sus delicadas manos el rostro del muchacho.
— Hasta que nos volvamos a ver, hermanito. Más te vale no llorar mientras no estoy, ¿Está bien?
— Mira quién habla. — Respondió Rio con una sonrisa sarcástica.
La niña se bajó del autobús y emprendió rumbo hacia su destino.
Rio, por otra parte, se encontraba recostado en la ventana del autobús, absorto en sus pensamientos.
— A partir de aquí estoy yo solo, ¿eh...?
El autobús andaba por las hermosas y armoniosas calles de Ark City, muy similares a las calles de la ciudad de Tokio en Japón.
Repentinamente, este vehículo se detuvo en una zona que no le correspondía.
Los pasajeros exigieron respuestas al conductor, a lo que este respondió de forma educada y neutral como siempre.
— Les pido una disculpa por este imprevisto. Les prometo que todo acabará rápido. — Anunció el hombre mientras se inclinaba hacia adelante, haciendo una reverencia.
Acto seguido, abandonó el vehículo y entró en una casa cercana.
Los pasajeros del bus estaban confusos y disgustados con este retraso, incluyendo al joven Rio, que tenía prisa por llegar a UNION.
— ¡¿Es en serio?! ¡¿Justo ahora?! ¿¡Qué está haciendo ese conductor?! — Pensó frustrado.
Entonces, un leve y extraño aroma comenzó a invadir repentinamente las fosas nasales de Rio en ese momento.
— Este olor es... — Dijo mientras olfateaba.
No tardó mucho tiempo hasta que pudo identificar la misteriosa fragancia que tan familiar se le hacía.
— ¡¿GASOLINA?! — Gritó conmocionado.
Sin tener tiempo para reaccionar siquiera, el autobús estalló en mil pedazos, llevándose consigo en esa explosión a todos los pasajeros que tenía dentro, incluyendo a Rio.
Las personas comenzaron a gritar y a propagar el pánico en los alrededores.
Todo fue muy repentino.
Llamaron tanto a la policía como a emergencias para que trataran con la situación actual. Todo fue en vano. Ahora, no quedaban más que las cenizas de aquellos que viajaban en el susodicho vehículo...
֍֍֍
Como si de una pesadilla se tratase, abrió los ojos rápidamente, dejó escapar un grito ahogado provocado por la adrenalina del momento y se sentó en el suelo de inmediato, pues anteriormente yacía tumbado en el piso.
Misteriosamente, Rio no había fallecido, su cuerpo estaba completamente intacto y a salvo.
— ¡¿Q-Qué ha pasado?! — Exclamaba con perplejidad.
Al entrar en razón, el desconcierto continuaba invadiéndolo mientras observaba los alrededores.
Alcanzó a vislumbrar un paisaje completamente desconocido y sobrenatural, pero a la vez majestuoso y primoroso.
El panorama tenía la apariencia de un espacio alternativo similar a aquellos que aparecen en las historias de fantasía donde transportan a sus protagonistas a otro mundo.
— ¿Esto es... el más allá? ¿He muerto...?
— En efecto. Tú ya has muerto.
Sin previo aviso, Rio percibió una voz femenina suave y melódica, pero con un matiz frío y encandilador.
— ¡¿Quién dijo eso?!
La voz provenía de una mujer con una apariencia que solo podía describirse como divina o trascendental.
Su cabello era largo y sedoso, de color negro azabache con mechones morados que parecían destellos oscuros.
Sus ojos eran intensamente hipnóticos, con una tonalidad dorada que brillaba con malicia y poder.
Su piel era pálida y perfecta, resplandeciendo con un brillo casi sobrenatural.
Por último, su figura era esbelta y provocativa con curvas peligrosamente seductoras.
Se encontraba sentada en un trono de mármol, mirando a Rio desde la distancia de forma condescendiente.
Parecía una escena de fantasía, pero no había duda.
La presencia de la fémina desbordaba un inconmensurable poder que estremecía a Rio hasta los huesos. No era algo que un humano pudiese provocar.
Sin duda alguna, el muchacho se había encontrado con una existencia que estaba más allá de su comprensión.