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Chapter 63 - Cazando Redbones

Al escuchar las de Proctor, Alex volvió la cabeza y miró de nuevo a Rebecca. Seguía si mover su vista en el periódico como si hubiera alguna noticia impactante en el. Su rostro se enrojeció por el calor provocado por el brandy, una sonrisa apareció en la comisura de su boca.

—Bueno, lo pensé mejor. Tal ves tener un socio como tu de mi lado, puede ser mas beneficioso de lo que había anticipado.

Proctor notó sus movimientos y había un atisbo de súplica en los ojos de Alex, la debilidad de Alex ahora estaba expuesta. Proctor era un hombre mesurado, y no haría suplicar a Alex por su ayuda pero eso no significaba que iba dejar pasar esta oportunidad.

Volvió a llenar el vaso con un poco mas de brandy, luego movió el suyo hasta toparse a forma de brindis, como una señal de conciliación. Alex exhaló un suspiro de alivio y rápidamente bebió el contenido del vaso al unísono sellando su arreglo.

—Bien, vere en que puedo ayudarte, solo dame la lista de los miembros del consejo que están en tu contra lo antes posible.

Alex, confundido, preguntó:

—¿Una lista?

—Si, de todos aquellos que votaran en tu contra, y apoyan a George Hunter. —dijo Proctor, golpeando la mesa.

Alex asintió.

—La reunión del Consejo Tribal se llevará a cabo la próxima semana.

—Hay tiempo suficiente. Envíame la lista mañana y yo me encargo del resto.

—Está bien, asi lo hare. Gracias.

—No hace falta agradecerme. Ahora somos socios, y nuestros intereses están alineados. —Proctor extendió la mano, su expresión seria— ¿Es correcto decirlo, verdad?

—Así es, mientras nuestros intereses sigan alineados. —Alex tomó aire profundamente antes de estrechar la mano de Proctor, sin demasiadas opciones.

Después de que resolvieron el asunto, Alex no perdió más tiempo. Se levantó de la silla, guardó silencio, y lanzó una última mirada al grupo. Luego salió por la puerta, dejando un rastro de tensión en el ambiente. Se colocó el sombrero y abandonó el Club con pasos firmes y pesados.

Después de que Alex se fue, Rebecca inmediatamente dejo el periódico a un lado y dijo, dubitativa:

—Tenemos otros negocios entre manos ahora, ¿por qué el casino es tan importante para ti? Hasta ahora no veo ningún beneficio, solo problemas que trae consigo —dijo Rebecca frunciendo el ceño.

Desde la muerte del antiguo jefe de la tribu, Proctor había sido rechazado constantemente por Alex. Durante meses, había intentado sin éxito hacerse un hueco como accionista en el nuevo casino. Pero esperaba que fuera Alex quien diera el primer paso y pidiera su ayuda.

Proctor, relajado y satisfecho, se permitió un momento para explicarle pacientemente a Rebecca:

—Bueno es normal que no lo entiendas. Debes aprender a expandir tu visión.

Rebecca lo miró con el ceño fruncido, mientras él continuaba, con una copa de vino en la mano.

—El matadero y el club son solo una fachada de nuestro negocio principal. Sirven para distraer y aparentar claro. Pero sabes bien que, para nuestra operación están lejos de ser suficientes para cubrir nuestros ingresos.—dijo Proctor, remarcando cada palabra con una sonrisa calculadora.

Rebecca cruzó los brazos, observándolo en silencio, mientras él continuaba, con el tono de alguien que ya había ganado la partida:

—Si conseguimos ser accionistas del casino podremos lavar todo el dinero de nuestro negocio a través de él. Eso significa más financiación, más recursos, y...—Proctor hizo una pausa intencionada, disfrutando del suspenso— ¡poder!

Rebecca lo observaba en silencio, comprendiendo ahora la magnitud de la jugada de su tio.

Un par de dias después.

Ethan conducía su Dodge por la carretera que serpenteaba a las afueras del pueblo, la luz de la luna brillando intensamente sobre el capó del auto. Ya se había deshecho de Quentin, y ahora lhacía compañía a los hermanos Moody. Finalmente, se sentía un poco más cómodo, aunque la ausencia de Brantley aún le dejaba intranquilo. Sabía que Brantley pronto se enteraría de que algo había ocurrido en Banshee, al notar que sus hombres no se habían comunicado. Solo debía ser paciente. Por ahora, su enfoque se centraba en encontrar a los Redbones y a Chayton.

Giró el volante y condujo hacia la casa de Job.

Tan pronto como el auto se detuvo, las cortinas de la cochera de la casa se abrieron en una esquina. Pronto, Job salió por la puerta principal.

—¿Y Quentin?

Ethan asintió y abrió el garaje.

—Ya esta resulto, no te preocupes.

Al ver a Ethan caminar detrás del Ford, abrir el maletero y sacar la bolsa de viaje donde guardaba el equipo que le había pedido a Job. Después de un rato la volvió a guardar en la cajuela.

—¿Qué harás?

Ethan cerró la cajuela del auto y, con un aire de determinación, respondió:

—Saldar una deuda. 

—Bien, lo entiendo —Job miró su reloj, se dio la vuelta y regresó a la casa.

Ethan volvió a sacar su teléfono del bolsillo, deslizándolo hasta la pantalla principal para abrir el mapa. Con precisión, hizo clic en la ubicación que Nola le había enviado minutos antes. El punto brillaba en la pantalla, confirmando la dirección en las afueras del pueblo. Observó detenidamente los alrededores del marcador, analizando las posibles rutas de acceso y escape. 

Tan pronto como salió, Ethan sonrió impotente y luego pisó el freno.

—Bastardo, no pensaste que te dejaría ir solo, ¿verdad? —dijo Job con una sonrisa traviesa mientras arrojaba su bolsa de viaje al asiento trasero con un golpe seco.

Antes de que Ethan pudiera decir algo más, Job abrió la puerta del copiloto y se deslizó dentro del vehículo con la misma actitud desafiante de siempre.

—En realidad, puedo hacerlo solo —explicó Ethan, mirándolo de reojo mientras sus manos seguían firmes en el volante.

Job se acomodó en el asiento, cruzando los brazos sobre el pecho y soltando una risa suave.

—Sí, claro, pero eso sería aburrido, ¿no? Además, alguien tiene que vigilar tu espalda —dijo Job con una sonrisa despreocupada, haciendo un gesto con la mano, como si fuera la cosa más obvia del mundo—. Solo conduce y háblame de la idiotez que quieres hacer esta vez.

Ethan no tuvo más remedio que arrancar el vehículo y seguir adelante.

—Hace apenas unos días, cuando estaba escoltando a uno de los líderes de la pandilla Red Bone, unos tipos de la tribu Kinaho, fui emboscado en la carretera —Ethan dijo mientras se rascaba la cicatriz en la frente, un recuerdo aún fresco de ese incidente—. Sus hombres aparecieron de la nada y no nos dieron tiempo de reaccionar.

Hizo una pausa, sus ojos oscureciéndose al recordar lo que sucedió aquel día.

—Uno de mis compañeros, Siobhan, salió herida y tuvo que ser hospitalizada. —Ethan exhaló con frustración, su mandíbula tensa mientras recordaba el caos de aquella noche— Por lo que aun tenemos ajustar las cuentas.

Job lo miró con el ceño fruncido, su expresión endurecida.

—Ojo por ojo, diente por diente —dijo Ethan en un tono siniestro.

Job comprendía lo que significaba. No necesitaban decir más. Ambos sabían que las deudas de sangre se pagaban de la misma manera, eran ese tipo de persona. Job cruzó los brazos, la sombra de una sonrisa oscura apareciendo en su rostro.

—Solo hagámoslo, ¡vamos a matar a esos bastardos.! —afirmó, dejando claro que él también era de los que actuaban primero y preguntaban después—.

Después de conducir durante media hora en silencio, Ethan giró el volante y salió de la carretera, adentrándose en el denso bosque. Los árboles altos y oscuros formaban un túnel natural, mientras los faros del Ford iluminaban el sendero frente a ellos. 

Sin decir una palabra, cada uno sacó su bolsa de viaje del maletero y comenzó a prepararse. Las ramas crujían bajo sus botas mientras abrían los bolsos y sacaban sus equipos.

En cuestión de minutos, ambos estaban completamente equipados. Los uniformes de combate negros se ajustaban a sus cuerpos, mezclándose con la oscuridad del bosque. Ethan revisó su arma, asegurándose de que todo estuviera en orden, mientras Job terminaba de ajustar las correas de su chaleco táctico.

El aire frío del bosque apenas se sentía en la piel cubierta por el equipo, pero la adrenalina comenzaba a fluir. Era el preludio de lo que estaba por venir. Ambos sabían que, una vez que se adentraran más, no habría vuelta atrás.

—¿Listo? —preguntó Ethan en voz baja, mientras colocaba su arma en el cinturón.

—Siempre lo estoy —respondió Job con una leve sonrisa, sus ojos brillando con anticipación.

Sin más, comenzaron a caminar en silencio hacia el corazón del bosque. Según las instrucciones de Nola, la cabaña de la pandilla estaba a un kilómetro desde su posición. Ethan guio a Job a través del bosque. La luna estaba particularmente brillante esa noche, y la visibilidad en el bosque era buena, así que Ethan apagó la pequeña linterna de su rifle.

De vez en cuando se oían crujidos por todas partes, y los animales eran especialmente activos por la noche. Varias liebres saltaron repentinamente desde un lado, asustando a Job hasta hacerle sudar frío. Miró el bosque oscuro y maldijo en voz baja:

—!Mierda¡ mañana vuelvo a Nueva York.- exclamo frustrado.-

—Silencio, estaremos allí en diez minutos.

—!Vete al carajo¡, hemos estado caminando durante media hora, solo descansemos un momento. —jadeó Job.

Ethan no tuvo más remedio que detenerse y dejar descansar a Job un rato antes de continuar.

Pronto, hubo ruido y fuego al frente en el bosque.

Los dos se miraron, se inclinaron y caminaron silenciosamente hacia la ladera. Se escondieron detrás de un arbusto, y Ethan pudo ver un campamento de tiendas de campaña indias tradicionales instaladas más adelante.

En el espacio abierto del centro, miembros de la pandilla Red Bone con armas largas y cortas se reunían alrededor de hogueras enormes, bebiendo y divirtiéndose. Chicas indias con poca ropa sacudían sus caderas frente a las fogatas al ritmo de tambores de cuero.

De vez en cuando, alguien borracho se colaba en una tienda y empezaba a tener relaciones sexuales. Ethan observó con atención y vio que el campamento estaba equipado con todas las facilidades, incluido un pequeño campo de tiro.

No se veía a nadie vigilando ni patrullando fuera del campamento.

Job agarró el AR-15, apretó los dientes y susurró:

—HIjo de perra, ¿esto es algo trivial? ¿Dijiste que era una pandilla pequeña?

—Nunca dije que fuera pequeña —respondió Ethan en voz baja.

La tribu Kinaho era fuerte, y la pandilla Red Bone tenía más de una docena de miembros

Job se bajó la capucha y miró hacia arriba.

—¿Y ahora qué?

En ese momento, la fiesta estaba en pleno apogeo, y no tenia el tiempo para esperarlos hasta que se quedaran dormidos antes de actuar.

Después de observarlo un rato, Ethan le dijo a Job:

—Quédate aquí para brindar apoyo. ¿Ves esa tienda? te apuesto diez dólares a que Chayton esta ahi.

Job miró en la dirección que señalaba Ethan. No muy lejos, había una tienda alta, claramente diferente de las demás.

Para estas pandillas, a veces la forma de distinguir el estatus entre sus miembros era muy sencillo, siempre tenia a la chica mas bonita, el mejor y mas grande lugar donde vivir. Esta tienda cumple con esos estándares, y no debería ser ocupada por alguien sin estatus dentro de la pandilla.

—Adelante, ten cuidado —dijo Job.

—De acuerdo. - dijo dándole unas palmaditas en el hombro, se bajó la capucha y luego se inclinó antes de saltar fuera de los arbustos.

Después de un rato, se acercó al campamento, sin esforzarse demasiado, nunca esperarían que alguien encontrara este lugar en lo profundo del bosque. A excepción de sus miembros nadie se adentraría tanto en esta zona. El campamento estaba construido en medio del bosque, con árboles por todas partes salvo un área abierta en el centro. Esto facilitaba el movimiento sigiloso de Ethan.

Desde una tienda cercana, se podían escuchar gruñidos y peleas ocasionales.

Cuando estaba a punto de acercarse a la tienda alta, sonaron pasos pesados. Ethan se movió rápidamente y se escondió detrás de un tronco.

Un hombre y una mujer se alejaron de la fogata y caminaron hacia los arbustos donde estaba escondido. Ethan contuvo la respiración y sacó lentamente el Colt M1911 de su funda. Las dos personas estaban tan cerca que Ethan pudo ver claramente un enorme tatuaje de una cabeza india en la espalda desnuda de la mujer, con plumas realistas.

El hombre calvo sostenía una botella de alcohol con una mano, mientras la otra descansaba inestable sobre el hombro de la mujer. Tras unos crujidos y sonidos intermitentes, los dos volvieron hacia la hoguera.

Ethan exhaló con alivio. Asegurándose de que no había más movimiento, continuó avanzando.

Al llegar frente a la tienda alta, se arrodilló y levantó una esquina de la cortina. No había nadie dentro.

Miró alrededor y entró. La tienda estaba iluminada por varias bombillas tenues colgantes y cubría el suelo con gruesas alfombras. En los estantes laterales había adornos indios, y en el centro, un gran colchón cubierto con pieles de animales.

Al otro lado de una mesa baja de madera, había varias escopetas y cuchillos apilados desordenadamente, con cajas de madera detrás.

Ethan se acercó a la mesa, examinando su alrededor. Cogió una daga afilada, caminó detrás de las cajas y se agachó.

Sacó su teléfono y envió un mensaje de texto a Job, luego esperó pacientemente.

Media hora después, se escucharon pasos caóticos. Ethan se animó al instante.

La cortina de la tienda se abrió y sonó una clara voz femenina:

—Parece que lo estás disfrutando mucho. Esas perras solo querían quitarte los pantalones en el acto.

—Solo estaba jugando con ellas, tú eres mi favorita.

—No te creo. ¿Solo porque soy la mujer de Chayton? ¿No tienes miedo de que vuelva?

Al escuchar el nombre de Chayton, Ethan asomó la cabeza en silencio.

—¿De qué tienes miedo? El tiempo de Chayton ya acabo, yo ahora seré quien mande.

Un nativo alto usó sus manos con fuerza, y con un sonido de desgarro, la ropa de la mujer de piernas largas que estaba frente a él se rasgó.

Ethan asintió en silencio, era una belleza inigualable.

Beech miró la elegante figura frente a él y se lamió los labios.

—Si no hubiera arriesgado mi vida y llevado a nuestra gente a rescatarlo aquel día, Chayton estaría ahora mismo en la cárcel. Por su culpa cuatro de nuestros miembros de nuestra pandilla murieron, y ese maldito policía casi me atropella.

Al escuchar esto, los ojos de Ethan brillaron con frialdad.

Beech, ansioso, continuó:

—A cambio, ahora yo debería estar a cargo de los Red Bones. Todo ahora me pertenece, incluyéndote a ti.

Terminando de hablar, Beech lanzó a la mujer al colchón y se abalanzó sobre ella.

Desafortunadamente, Chayton no estaba en Banshee ahora, el maldito cobarde había huido.

Pero el culpable que atropelló el coche de policía estaba allí, a su alcance.

Ethan apretó la empuñadura de su arma y se movió en silencio.

Beech, sumido en su euforia, disfrutaba lo que consideraba los mejores días de su vida. Con Chayton fuera, había asumido todo el poder en los Redbones. Estatus, mujeres... y ahora, incluso la mujer de Chayton.

Al ver la mirada de terror en los ojos de la mujer, Beech sonrió satisfecho.

—Realmente sabes cómo fingir, ¿eh?

Su deseo de dominación lo motivó a moverse más rápido, hasta que sintió algo frío en la parte trasera de su cabeza.

El sudor empezó a correr por su frente.

—¿Quién eres? —preguntó inmóvil.

—Lamento molestarte —respondió Ethan, presionando el cañón de su arma contra la nuca de Beech, mientras deslizaba una daga sobre el cuello de la mujer— No hagas ningún sonido. Si entiendiste, solo parpadea.

Los ojos de la mujer parpadearon repetidamente, aterrada.

—Gracias por cooperar. Eres inteligente. Ahora, guarda silencio —dijo Ethan, satisfecho, volviendo su atención al hombre—. Tú eres Beech, ¿verdad? Te haré unas preguntas. Si respondes bien, me iré y vivirás para disfrutar otra noche con esta belleza.

Beech, no queriendo que su éxito fuera tan corto, respondió rápidamente:

—Lo entiendo. Cooperaré.

—¿Dónde está Chayton?

Relajándose al escuchar el nombre, Beech respondió rápidamente:

—La policía lo iba a trasladar hace un par de dias, pero escapo. Tomo un auto y desapareció. Nadie sabe dónde está ahora. Te lo juro.

—¿Alguna idea de dónde podría estar?

—No lo sé.

Beech hizo un gesto hacia la mujer.

—¿Por qué no le preguntas? Era su mujer, debe saber más.

—¿Estás seguro de que no lo sabes?

—Estoy seguro —dijo Beech seriamente.

Un sonido de "pop". Ethan agarró la mano que sostenía la daga y la empujó desde atrás, hundiéndola profundamente en el cuello de Beech.

—Lo siento, respuesta incorrecta.

Después de unos segundos se asfixio con su propia sangre, y cerró los ojos de mala gana.

Ethan sacó su daga y lo empujo hacia un lado.

Puso la daga contra la sexy clavícula de la mujer, y el líquido rojo se deslizó por su suave y delicada piel.

—Está bien, ahora es tu turno. Donde esta Chayton.

La pelinegra ignoró la sangre que goteaba sobre su rostro y susurró rápidamente:

—No he visto a Chayton desde que lo arresto la policía. Hasta donde yo sé, suele deambular por varios estados cercanos participando en eventos clandestinos de boxeo. Le gusta pelear. Después de escapar seguramente hará lo mismo. Si quieres encontrarlo, puedes ir a sitios donde haya peleas clandestinas y preguntar por él.

Después de terminar de hablar, la pelinegra imploró:

—Por favor, no sé quién eres y no me interesa saberlo. No quiero morir.

Esperaba poder encontrar a Chayton. Pero no todo en esta vida sale como quieres.

No guardaba rencor y no mataría a nadie solo por verlo.

Entonces Ethan levantó la mano y dijo:

—Te perdonare la vida.

 La mujer de cabello negro, de repente feliz, cerró los ojos. Era mejor quedar inconsciente por un golpe que morir apuñalada. Ethan noqueó a la mujer de un puñetazo, luego se levantó y salió de la tienda.

Tan pronto como salió, dos mujeres se dirigieron hacia la tienda, furiosas.

Una de ellas apretó los dientes y dijo:

—¡Beech es mío, y esa perra no me lo puede quitar!

Cuando llegaron a la puerta abierta, apartaron la cortina con una mirada de disgusto. Estaban a punto de maldecir, pero se detuvieron al ver lo que tenían delante.

Un grito desgarrador resonó:

—¡Beech fue asesinado!

Mientras los gritos perforaban el cielo nocturno, el caos estalló en el campamento de Redbones.

Ethan aceleró el paso y salió.

En ese momento, las personas en la tienda cercana, al escuchar el ruido, se subieron los pantalones y salieron corriendo, chocando de frente con Ethan.

Ethan los pateó.

El hombre apenas pudo ver a un hombre vestido de negro antes de recibir una patada poderosa que lo lanzó hacia atrás.

La tienda cayó y se escucharon varios gritos de dolor desde el interior.

—¡Por allí, rápido!

El movimiento atrajo inmediatamente la atención de los miembros de Red Bones, quienes corrieron hacia él con armas y gritos.

Ethan ya no ocultó su presencia, abrió las piernas y corrió hacia Job.

Varias personas notaron su figura de inmediato, levantaron sus armas y dispararon al azar.

De pronto, los disparos estallaron por todas partes, haciendo que todo el campamento explotara. Las balas silbaban y la corteza de los árboles cercanos explotaba, astillas volando por todas partes. Aunque su equipamiento no era el mejor, la mayoría solo tenía escopetas y pistolas, pero en grandes cantidades podían hacer daño.

En ese momento, Ethan sintió un golpe violento en su espalda, el impacto lo empujó y cayó detrás de un árbol.

Los pandilleros se emocionaron aún más al ver que habían golpeado al hombre de negro y corrieron hacia adelante en un enjambre.

Frente a Ethan, una lengua de fuego estalló.

—¡Bang, bang!

Job, arrodillado, preparó su AR-15 y comenzó a disparar rítmicamente contra la multitud detrás de Ethan.

Las balas levantaron nubes de polvo en el suelo frente a ellos.

Al ver que el enemigo seguía disparando, los pandilleros se detuvieron rápidamente. Los más lentos cayeron en su lugar, mientras que los más rápidos se escondieron detrás de los troncos de los árboles.

Algunos reaccionaron más rápido, intentaron retroceder, pero temían ser asesinados, así que se quedaron congelados. Si Job no hubiera controlado su precisión, varias personas habrían caído al suelo.

Ethan aprovechó para recuperar el aliento, se agachó detrás del tronco de un árbol y disparó dos veces.

Las balas volaron y aterrizaron con precisión en las rodillas de dos personas. Las rótulas se rompieron instantáneamente, y se escucharon dos gritos de dolor.

Al ver que sus compañeros eran golpeados, los miembros de Red Bone respondieron con sus armas. En ese momento, Ethan ya había salido corriendo.

Se lanzó hacia adelante, rodó y chocó contra Job.

—¡Joder! ¿Cómo te atreves a decir que no necesitabas apoyo?

Job vació rápidamente el cargador de balas, levantó a Ethan, y ambos comenzaron a retroceder rápidamente.

Cuando los pandilleros porfin pudieron se acercarse con cautela, solo encontraron docenas de casquillos vacíos en el suelo. Los dos hombres de negro habían desaparecido en el bosque.

Al escuchar los gritos enojados de sus enemigos, todos se detuvieron y, maldiciendo, regresaron abatidos.

Preocupados por ser perseguidos, Ethan y Job corrieron durante más de diez minutos antes de detenerse.

—Espera, necesitamos descansar.

Job apoyó su AR-15 contra el tronco de un árbol, se quitó la capucha y jadeó:

—Maldita sea, no puedo huir más. Si se atreven a perseguirme, no me contendré. Esos bastardos no llamarán a la policía de todas formas.

Ethan también se quitó la capucha, su cabello empapado en sudor. La sacudió, y unas gotas volaron.

—¿Te dispararon? —preguntó Job preocupado.

Ethan se dio la vuelta y le mostró la espalda a Job.

—Por suerte, me dispararon con una pistola. Ayúdame a sacar la bala.

Job inspeccionó el pequeño agujero en la parte posterior del uniforme táctico, y vio que la ojiva deformada estaba incrustada en la armadura.

La sacó con la mano enguantada y se la arrojó a Ethan.

—Tuviste suerte.

—Sí, también lo creo.

—Vamos —dijo Ethan, probando su cuerpo y viendo que no había daño grave.

—Espera un momento.

Job levantó la mano, sacó su pitillera, pero antes de que pudiera abrirla, Ethan se la quitó.

—Fuma después. Ten cuidado.

Con resignación, Job cargó el AR-15 en su espalda, y ambos caminaron más lentamente en la dirección de la que habían venido.

Diez minutos después, las luces de un coche iluminaron el bosque.

Un Ford apareció lentamente y avanzó por la carretera de cemento.

Aunque los peligros no se habían resuelto por completo, el odio en el corazón de Ethan se había aliviado y su estado de ánimo había mejorado.

Fumando su cigarrillo, miró a Job y dijo:

—Dime, ¿a dónde iremos esta noche?.

Job le mostró el dedo medio.

—¡Bastardo! Sabes bien que Johnny me está esperando en casa.

Ethan se rió. Le dio unas palmaditas a Job en agradecimiento y pisó el acelerador.

Después de dejar a Job en su casa, Ethan regresó a la suya.

Se quitó el sudor y el olor a pólvora, y al mirar el reloj, vio que aún no era demasiado tarde.

Todavía estaba algo emocionado por el tiroteo, así que decidió salir a caminar.

El bar de Sugar seguramente no estaría abierto esa noche, y no tenía ganas de ir solo al al Club de Proctor, así que giró el volante y condujo hacia el restaurante Miles.

En ese momento, la gente de la comisaría ya se había ido a casa después del trabajo, y un gran candado colgaba en la puerta. Ethan estacionó el coche en el aparcamiento, giró la llave con los dedos y entró en el restaurante Miles.