—Lleva a Lingyun para tratar sus heridas. Deja este lugar a mi cargo —dijo Shangguan Yunrong fríamente.
Deng Sheng ya tenía la determinación de morir seguro antes. Quién sabría que habría un cambio. Shangguan Yunrong en realidad llegó en el último momento, salvándole la vida.
Él miró a Ye Yuan con ojos complicados, sin saber si debería estar feliz o también triste.
Feliz porque el Señor Yunrong llegó, y Ye Yuan estaba seguro de morir.
Triste porque un genio artista marcial tan impresionante iba a perecer aquí. Qué lástima.
—¿Eres Ye Yuan? —Shangguan Yunrong lo examinó por un momento y preguntó.
—¿No estás diciendo tonterías aquí? —respondió Ye Yuan.
