"El Sistema de Defensa de la Tierra es nuestra última creación, nuestro escudo. Este sistema contiene los métodos de cultivo que usábamos en la antigüedad, técnicas que una vez nos permitieron alcanzar el poder de dioses. Pero hay más: el sistema es también una barrera, una forma de garantizar que aquellos que se unan a él estén atados a la defensa de la Tierra. Ninguno de ustedes podrá traicionar su hogar ni al sistema que ahora les protege."
La pantalla mostró imágenes de cómo el sistema empezaba a instalarse en las mentes y cuerpos de las personas, brindándoles acceso a manuales de cultivo, armas y recursos, mientras un contrato de alma invisible, pero poderoso, se sellaba con cada uno de ellos. Cualquiera que aceptara el sistema quedaría vinculado no solo a su poder, sino también a la misión de proteger la Tierra.
"Pero recuerden," advirtió el anciano, "este poder no es un regalo sin costo. Al aceptar el Sistema de Defensa de la Tierra, aceptan una responsabilidad. Las fuerzas oscuras ya están despertando, atraídas por el regreso de la energía espiritual. El peligro es real, y cada uno de ustedes tendrá que decidir cómo enfrentar esta nueva era."
El anciano extendió su mano, como si pudiera tocar a cada persona a través de la pantalla.
"El sistema les dará las herramientas que necesitan. Las técnicas, las armas, los recursos. Pero depende de ustedes defender la Tierra de lo que está por venir. Recuerden nuestro sacrificio, y hagan que valga la pena."
Con esas últimas palabras, la imagen del anciano comenzó a desvanecerse lentamente, dejando a la humanidad con una revelación impactante: no solo tenían en sus manos un sistema que les ofrecía poder, sino que ahora eran los guardianes de la Tierra. El destino del mundo estaba ligado al Sistema de Defensa de la Tierra y a aquellos que lo usaban.
Mientras la figura del anciano desaparecía por completo, la pantalla virtual se cerró, y cada persona quedó en silencio, procesando lo que acababan de presenciar. El sistema de defensa de la humanidad había sido activado. El Sistema de Defensa de la Tierra había despertado.
El sistema siguió desplegando su mensaje en la mente de los millones que lo habían aceptado. Ahora, frente a ellos, se materializaba una imagen imponente: una torre gigantesca emergiendo del corazón del océano. Su estructura era tan alta que se perdía en las nubes, mientras su base se extendía hasta las profundidades más oscuras del mar. La voz del anciano resonaba una vez más, esta vez con una advertencia firme.
"Ahora mismo, son demasiado débiles para enfrentar las amenazas del vasto universo. Pero nosotros, los antiguos, hemos dejado algo para ustedes aparecieron letras en la pantalla. Esta torre es el legado de aquellos que perecieron por la energía espiritual, y dentro de ella, encontrarán la clave para fortalecer su poder."
Sin embargo, la torre no era solo un campo de entrenamiento. Su verdadero propósito se revelaba al llegar al piso 100. Ian lo sabía bien. El sistema que había implementado llevaría eventualmente a los humanos a su verdadero objetivo: el infierno interdimensional.
La torre actua como una puerta de entrada a una dimensión prohibida. Al derrotar al jefe final del piso 100, un portal permanente se abriría, permitiendo a los aventureros acceso directo al infierno interdimensional un lugar de tesoros y peligros por igual. Este era un lugar de inimaginables peligros y tesoros, habitado por innumerables razas y marcado por guerras eternas.
"Ahora mismo, no son lo suficientemente fuertes para enfrentar el infierno interdimensional," advirtió el sistema, "pero aquellos que superen los 100 niveles de la torre tendrán lo mínimo necesario para sobrevivir en ese lugar.
La expectativa era inmensa. El sistema de defensa de la Tierra no solo ofrecía protección, sino un camino hacia un poder inconmensurable. La promesa de gloria, riquezas y fuerza resonaba en las mentes de los millones que miraban hacia la torre que se alzaba en el océano. Ian, observando todo desde las sombras, sabía que había desencadenado algo más grande de lo que la humanidad podía imaginar.
"El futuro de la Tierra está en sus manos. Elijan sabiamente... y sobre todo, sobrevivan."
Con esas últimas palabras, la luz de la pantalla se desvaneció, dejando a cada persona sola con sus pensamientos. El desafío había sido lanzado, y el destino de miles de millones de almas dependía de lo que hicieran a continuación.
Después de la transmisión final del sistema de defensa de la Tierra, el mundo entero estalló en un torbellino de caos y teorías. Internet se convirtió en un hervidero de especulaciones. Foros, redes sociales y canales de video estaban inundados con opiniones y teorías que intentaban explicar la misteriosa aparición de la torre y el sistema que prometía proteger la humanidad.
Algunos lo consideraban un milagro divino, otros lo veían como una intervención extraterrestre, y muchos creían que era un elaborado engaño. Los científicos y académicos debatían intensamente sobre la posibilidad de que la energía espiritual, mencionada por el anciano en la transmisión, pudiera ser una nueva forma de energía que el mundo moderno aún no comprendía. Mientras tanto, las teorías conspirativas abundaban: algunos decían que las grandes potencias sabían de la torre desde hace décadas y habían estado ocultando información.
Las noticias en televisión no cesaban. Cada cadena tenía un panel de expertos, desde geólogos hasta militares, tratando de analizar la situación, pero todos llegaban a la misma conclusión: no había precedentes para algo así. La torre, que surgió en medio del océano, era ahora visible desde el espacio, y su estructura desafiaba todas las leyes conocidas de la física. Las principales agencias espaciales enviaron satélites y drones para estudiar la torre, mientras que los científicos intentaban determinar su origen.
En respuesta a la creciente preocupación global, varios presidentes y líderes mundiales salieron a dar comunicados oficiales. El presidente de los Estados Unidos aseguró que estaban monitoreando de cerca la situación y que no se tomarían decisiones precipitadas, mientras que China y Rusia desplegaron flotas navales cerca de la torre para garantizar que ninguna nación tomara control unilateral de este fenómeno. Las grandes potencias también comenzaron a movilizar sus fuerzas armadas, aunque de manera cautelosa, sabiendo que el verdadero enemigo podría no ser otro país, sino algo mucho más grande.