Aún tengo presente ese día, aunque ya no me produce nada al recordarlo. Era un día que debía ser de gloria, pero terminó siendo una tragedia que marcó mi vida para siempre.
Eran las finales provinciales de baloncesto, y mi escuela había llegado a la final gracias al esfuerzo del equipo. Yo había llegado una hora antes; en ese momento, el baloncesto lo era todo para mí.
Quién diría que se convertiría en lo peor que me haya pasado.
—Oh, llegaste muy temprano, se ve que estás ansioso.
Una voz conocida me habló. Era mi mejor amiga en ese momento, Violeta. Nos conocíamos desde hacía varios años.
—Eso debería decirte yo. ¿Tantas ganas de verme brillar tenías?
Eso la enfureció y me dio un pequeño golpe en el hombro.
—Sí, como digas. Qué lástima que Oli no pudo venir.
—Sí —respondí, esbozando una sonrisa triste—. Pero la próxima vez que lo vea, será con el trofeo en manos.
—Jeje, siempre tan positivo. Por cierto, hay algo importante que tengo que decirte.
Era inusual verla tan seria; siempre tenía una sonrisa en su rostro.
—¡Oh! —escuché desde lejos un agudo grito—. ¿Cómo no me avisaste que ibas a llegar tan temprano? Me habría apurado a llegar antes.
Llegó la que en ese momento era mi novia, Melissa, y me tomó del brazo.
—No quería hacerte madrugar tan temprano. Además, estaba ocupado enfocándome en el partido.
—Igualmente, me hubieras avisado y te habría acompañado. Después de todo, por algo soy tu novia.
Dijo esto mirando a Violeta de reojo.
—Ah, Violeta, no me di cuenta de que eras tú. ¿Cómo estás? —dijo Melissa, sin mirarla a los ojos.
—Estoy bien, Melissa, gracias por preguntar —respondió Violeta, incómoda.
—Mm, Aaron, creo que se te hace tarde.
—Oh, es verdad, ya va siendo hora de que vaya con el equipo.
—Acuérdate de dedicarle la victoria a tu querida novia.
—Claro. Por cierto, Violeta, había algo que querías decirme, ¿no?
—N-no era nada importante. Suerte en el partido.
Después de decir eso, puso una sonrisa amarga y se fue a las gradas. En ese momento no podía pensar en otra cosa más que en el partido, así que no le di importancia.
Me puse a calentar con el equipo. Hice tres tiros desde la línea de tres y metí los tres. Me sentía en buena forma. Justo después de encestar el último triple, el entrenador nos llamó para la charla táctica.
Me uní a mis compañeros, y el entrenador nos dio la estrategia para ganar esta final. Y antes de que saliéramos a la cancha, nos dijo unas palabras.
—Escuchen, recuerden que ellos van a intentar sacarlos mentalmente del partido. No los dejen hacer eso, recuerden que la mente controla el cuerpo. Aaron, como capitán del equipo, mantén a todos tranquilos. Si no saben qué hacer, denle la pelota a él, ya que tenemos a una futura estrella del baloncesto. Aprovechémosla.
Mientras decía eso, el otro equipo ingresó a la cancha, y ya se sentía su aura agresiva.
—¡1, 2, 3, A GANAR! —gritamos nuestra arenga de siempre antes de los partidos y nos dirigimos a la cancha.
El partido comenzó, y rápidamente nos pusimos en ventaja.
—¡Aaron, aquí! —vi una abertura y le pasé el balón a un compañero, pero alguien del otro equipo le dio una patada en la pierna de apoyo justo cuando iba por el balón.
El jugador dijo que fue sin querer y se disculpó, pero con una sonrisa extraña en su cara, como si mintiera.
El árbitro no pitó nada, y el partido continuó. Luego ocurrió algo similar, y después de una tercera vez, el árbitro finalmente pitó una falta.
—Ya era hora —murmuré, pero el árbitro me advirtió que no volviera a hacer comentarios o también me sancionaría.
Mi mente comenzó a nublarse, y mis pases y tiros se volvieron predecibles. Esto, sumado a su juego sucio, hizo que me enfadara aún más.
Gracias a ese estilo de juego lograron alcanzarnos, e íbamos a la par cuando ese jugador, el mismo que empezó con la patada, ahora le dio un codazo a otro de mis compañeros. Esta vez no me pude contener y fui a confrontarlo. El árbitro nos separó y nos cobró falta técnica a los dos.
En ese momento, estaba tan enfadado que no pensaba con claridad, así que agarré y lancé el balón con todas mis fuerzas en una dirección al azar.
Y ese fue el momento que cambiaría mi vida para siempre.
No recuerdo mucho más de ese instante.
Lo único que recuerdo es la imagen de estar tirado en el piso, completamente solo, mientras todo el público me gritaba una sola palabra.
—¡ASESINO! ¡ASESINO! ¡ASESINO!
Y recuerdo mis pensamientos: ¿Eeh? ¿Es a mí a quien le dicen eso? Pero yo no... No quise... Me detuve ahí. Solo me arrodillé en la cancha y recibí todos esos comentarios.
Probablemente me lo merecía, ya que ese fue el día en que quedé completamente solo.
Y el día en que me convertí en un asesino.