Hoy fue un día lleno de pequeños momentos que me recordaron por qué amo lo que hago. Me desperté temprano, como siempre, para hacer una rutina corta de yoga en mi pequeño pero acogedor departamento. La mañana estaba fresca y tranquila, así que abrí las ventanas para que el aire entrara mientras me concentraba en mi respiración. Después, preparé un desayuno ligero: un smoothie de espinaca y plátano, mi favorito para empezar el día con energía.
Llegué a la clínica a las 9:00 a.m., donde me recibieron con una montaña de archivos por revisar. Es lo típico, pero no me quejo. Me gusta la organización, así que me puse manos a la obra. Mientras ordenaba los casos, me encontré con uno particularmente interesante: un adolescente que ha estado lidiando con ansiedad. Me conmovió su historia y, aunque solo soy asistente, le comenté a la psicóloga encargada que podría ser útil explorar algunas técnicas de mindfulness con él. A ella le gustó la idea, y me sentí contenta de poder aportar.
Durante la pausa para el almuerzo, fui a un pequeño café cercano que me encanta. Es un lugar tranquilo, con un ambiente bohemio y buena música de fondo, perfecto para leer un rato. Saqué de mi mochila un libro que me tiene enganchada últimamente, "El Hombre en Busca de Sentido" de Viktor Frankl. Apenas tuve tiempo de leer un par de capítulos, pero esos minutos fueron un respiro necesario.
Por la tarde, volví a la clínica para una reunión con los demás asistentes. Discutimos nuevos enfoques para algunos de los pacientes y cómo podríamos mejorar nuestro trabajo en equipo. Me gusta este tipo de reuniones, porque todos aportamos ideas y aprendo mucho de mis colegas.
Al salir de la clínica, pasé por el parque que está cerca de casa. Me senté en una banca a disfrutar del final del día, viendo a la gente pasar, algunos corriendo, otros paseando a sus perros. Saqué mi cuaderno de notas y anoté algunas ideas para un proyecto personal que tengo en mente: un taller de bienestar emocional para jóvenes.
Ya en casa, preparé una cena sencilla, una ensalada con aguacate y tomate, y luego me di un baño relajante. Cerré el día con una sesión de meditación para liberar cualquier tensión acumulada. Antes de dormir, leí un poco más de mi libro y pensé en lo afortunada que soy de poder seguir mi pasión.