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Chapter 12 - Capítulo 11

El Anticuario

La ansiedad que Clara y Leo sentían después de su encuentro con la Sombra en el espejo había dejado una marca indeleble en sus mentes. Sabían que para enfrentarse a esta fuerza oscura y sellar el Primer Reflejo, necesitaban ayuda. No podían hacerlo solos. Mientras conducían de regreso al pueblo, la conversación giró en torno a quién podría ayudarlos.

"Recuerdo haber escuchado historias sobre un hombre que vivía en la ciudad vecina" comentó Leo, con el ceño fruncido mientras conducía. "Un anticuario con un conocimiento profundo sobre objetos antiguos y malditos. Se dice que tiene artefactos que la gente normal no debería poseer."

Clara miró por la ventana, observando los árboles que pasaban rápidamente mientras pensaba en lo que Leo había dicho.

"¿Crees que él podría tener algo que nos ayude a sellar el espejo?" preguntó, la esperanza tintineando en su voz.

"Es una posibilidad" respondió Leo. "Si alguien sabe cómo manejar un artefacto tan peligroso como el espejo, es él."

Con una nueva determinación, decidieron dirigirse a la ciudad vecina en busca de este anticuario. Sabían que su tiempo era limitado; la Sombra había demostrado ser más poderosa y astuta de lo que imaginaban. Llegar a la ciudad fue un viaje de poco más de una hora, pero para ellos, cada minuto parecía alargarse interminablemente.

La ciudad era más grande y bulliciosa que su pequeño pueblo, con calles llenas de personas que iban y venían. Preguntaron en varias tiendas y cafés hasta que finalmente dieron con la ubicación de la tienda del anticuario. Estaba en un callejón oscuro, alejado del bullicio principal, como si quisiera permanecer en las sombras, lejos de las miradas curiosas.

El letrero de la tienda era discreto, con letras gastadas que apenas se leían: "Antigüedades y Curiosidades". La puerta de madera crujió cuando Leo la empujó, y un suave tintineo de campanas anunció su entrada. Al cruzar el umbral, fueron recibidos por un aire denso y cargado de polvo, mezclado con el olor a papel viejo y madera envejecida.

El interior estaba abarrotado de estanterías llenas de objetos de todo tipo: relojes antiguos, estatuillas extrañas, libros encuadernados en cuero, y un sinfín de artefactos que parecían haber sido recogidos de todos los rincones del mundo. En el centro de la tienda, detrás de un mostrador, había un hombre mayor, de aspecto enjuto y cabello grisáceo que le caía desordenadamente sobre los hombros. Llevaba unas pequeñas gafas redondas que descansaban en la punta de su nariz, y sus ojos, aunque cansados, parecían brillar con una inteligencia aguda.

"Bienvenidos" dijo el anticuario con una voz profunda y pausada, sin apartar la vista de un libro que estaba leyendo. "¿Qué puedo hacer por ustedes hoy?"

Clara y Leo intercambiaron una mirada antes de que Leo diera un paso adelante.

"Estamos buscando información sobre un objeto muy antiguo" empezó Leo, eligiendo cuidadosamente sus palabras. "Un espejo que, según creemos, contiene una fuerza oscura. Necesitamos saber cómo sellarlo... o destruirlo."

El anticuario levantó la vista lentamente, examinándolos con una mirada que parecía atravesar sus corazones.

"Los espejos son puertas, caminos hacia mundos que no deberíamos tocar" respondió, cerrando el libro y dejándolo sobre el mostrador. "Y si han venido aquí, es porque ya han tocado algo que no debían."

"Sí, lo hemos hecho" respondió Clara con sinceridad. "Pero no tenemos otra opción. Necesitamos ayuda para evitar que la Sombra se libere por completo"

El anticuario se quedó en silencio por un momento, como si estuviera evaluando la gravedad de la situación. Finalmente, se levantó de su asiento y caminó hacia una de las estanterías, sus pasos resonando en el piso de madera.

"La Sombra..." murmuró mientras deslizaba los dedos por los lomos de varios libros, hasta que encontró el que buscaba. "La Sombra no es algo que pueda ser destruido fácilmente. Es una fuerza primordial, algo que ha existido desde antes de que el tiempo mismo comenzara a contarse. Pero si lo que buscan es sellarla nuevamente, entonces tal vez haya una manera."

Regresó al mostrador con un viejo grimorio, su cubierta estaba gastada y tenía símbolos grabados que Clara no reconocía.

"Este libro" dijo el anticuario, colocando el grimorio con cuidado sobre el mostrador "contiene los conocimientos que buscan. Es un compendio de rituales y encantamientos antiguos, escritos por aquellos que alguna vez trataron de contener fuerzas como la Sombra. Pero advertencia, cada uno de estos rituales tiene un costo."

Clara y Leo se acercaron al grimorio, sintiendo una mezcla de fascinación y temor. El libro parecía latir con una energía propia, como si contuviera una parte del poder que describía.

"¿Qué tipo de costo?" preguntó Leo, su voz mostrando la cautela.

"El tipo de costo que deja una marca en el alma" respondió el anticuario, mirándolos fijamente. "Algunos han perdido su humanidad al intentar realizar estos rituales. Otros han sido consumidos por la misma oscuridad que intentaban contener. Deben estar seguros de que están dispuestos a pagar ese precio."

Clara sintió un escalofrío recorrer su espalda. Sabía que la situación era grave, pero enfrentarse a la posibilidad de perder algo tan fundamental como su alma era un riesgo que no había previsto.

"No tenemos otra opción" dijo, tomando la mano de Leo para infundirle valor. "Si no hacemos nada, la Sombra se liberará y todo estará perdido."

El anticuario los observó en silencio por un momento, como si sopesara sus palabras. Luego asintió, aceptando su determinación.

"Muy bien" dijo, abriendo el grimorio con cuidado. "Les mostraré el ritual que necesitan, pero deben seguirlo al pie de la letra. Cualquier error podría ser fatal."

Las páginas del libro estaban llenas de escritura antigua y dibujos detallados que mostraban círculos de invocación, símbolos y runas. Leo y Clara observaron en silencio mientras el anticuario les explicaba cada paso del ritual, desde la preparación de los materiales hasta las palabras exactas que debían pronunciarse en el momento crucial.

"Este ritual sellará la Sombra dentro del espejo, reforzando los encantamientos originales" dijo el anticuario mientras señalaba uno de los dibujos. "Sin embargo, hay un momento en el que la Sombra tratará de influir en ustedes, de tentarlos o hacerlos dudar. Deben resistir, o el ritual fracasará."

"Lo haremos juntos" dijo Leo, apretando la mano de Clara con más fuerza.

El anticuario cerró el grimorio y les entregó un pequeño frasco de vidrio que contenía un polvo oscuro.

"Este polvo es esencial para el ritual. Proviene de una tierra maldita, un lugar donde la oscuridad es tan densa que ni la luz puede penetrarla. Úsenlo para trazar el círculo de contención. Será su única defensa contra la Sombra mientras realizan el ritual."

Clara tomó el frasco, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. Sabía que no podían fallar, no solo por su propio bien, sino por el bien de todos los que vivían en su pueblo.

"Gracias" dijo Leo, mirando al anticuario con gratitud. "No sabemos cómo podríamos haber hecho esto sin su ayuda."

El anticuario asintió, pero su expresión seguía siendo grave.

"Recuerden, lo que enfrentan no es solo una fuerza oscura, es una parte de ustedes mismos, de lo que son en lo más profundo" dijo. "La Sombra reflejará sus miedos, sus dudas, todo lo que tratan de ocultar incluso de ustedes mismos. Deben estar preparados para enfrentarlo."

Salieron de la tienda con el grimorio y el frasco en mano, sintiendo el peso de la tarea que tenían por delante. El camino de regreso al pueblo fue silencioso, ambos sumidos en sus pensamientos mientras se preparaban mentalmente para lo que estaba por venir. Sabían que no podían permitirse flaquear, que cada paso debía ser calculado y preciso.

Al llegar a su casa, se aseguraron de que todo estuviera en orden antes de comenzar. Prepararon el sótano, eligiéndolo como el lugar para realizar el ritual. Limpiaron el espacio, retirando cualquier objeto que pudiera interferir, y trazaron el círculo de contención con el polvo que les había dado el anticuario. El aire estaba cargado de anticipación, cada movimiento era cuidadoso y deliberado.

Con el espejo colocado en el centro del círculo, Clara y Leo se pararon frente a él, sosteniendo el grimorio entre ambos.

"Estamos listos" dijo Clara, respirando profundamente para calmar sus nervios.

Leo asintió, aunque podía ver la misma tensión en sus ojos.

"Lo haremos juntos" repitió, y juntos comenzaron a recitar las palabras del ritual.

La atmósfera en la habitación cambió casi de inmediato. El aire se volvió denso, y una oscuridad tangible comenzó a emanar del espejo, como si la Sombra se resistiera a ser sellada nuevamente. Los símbolos y runas trazados en el círculo brillaban con una luz pálida, creando una barrera entre ellos y la Sombra.

A medida que recitaban el ritual, Clara sintió que la oscuridad en la habitación intentaba infiltrarse en su mente, susurrándole miedos y dudas, tratando de quebrar su concentración. Pero se mantuvo firme, recordando las palabras del anticuario. Sabía que era la Sombra tratando de manipularla, de hacerla fallar.

Leo también sentía la presión, pero sus pensamientos estaban centrados en Clara. No podía permitirse vacilar, no cuando ella estaba contando con él para mantener la concentración. Juntos, continuaron recitando las palabras, enfrentando la oscuridad con una determinación que solo había crecido desde su encuentro con la Sombra.

El ritual alcanzó su clímax cuando la Sombra se materializó una vez más en el espejo, intentando romper el círculo de contención. Pero esta vez, Clara y Leo estaban preparados. Con las palabras finales del ritual, una explosión de luz emanó del espejo, envolviendo la habitación en un resplandor cegador. Cuando la luz se desvaneció, el espejo volvió a su estado inerte, y la Sombra había sido contenida una vez más.

Clara y Leo se desplomaron en el suelo, exhaustos pero victoriosos. Sabían que habían logrado sellar la Sombra, pero también sabían que el camino por delante aún estaba lleno de desafíos. La Sombra podía estar contenida, pero seguía siendo una amenaza. Y ahora, más que nunca, tenían que asegurarse de que nadie volviera a liberarla.