Chapter 2 - Entre líneas

Temprano en la mañana, la luz del sol comenzaba a filtrarse a través de la ventana, iluminando la habitación. La mujer entró y vio a Sora, que estaba dormida mientras abrazaba a Shin, quien había colocado su cabeza en el abdomen de ella. Shin, en cambio, estaba en los brazos de Sora, con una expresión tranquila en su rostro.

La mujer, con una mezcla de preocupación y sorpresa, exclamó en voz alta: "¡¿Qué están haciendo aquí?! ¡Despierten ya!"

Aquí tienes la escena combinada y detallada:

El grito hizo que Shin despertara lentamente, sus ojos abriéndose con dificultad. Sora, aún abrazada a él, murmuró en un tono somnoliento: "Déjame un poco más, Shin". Se acurrucó más contra él, buscando mantener el calor y la seguridad en el abrazo.

Shin, con el rostro aún medio dormido, dirigió su mirada hacia la fuente del grito y reconoció de inmediato a la mujer que había estado gritando: su madre. La expresión en el rostro de ella era una mezcla de preocupación y una sonrisa que, en lugar de tranquilizarlo, le provocaba un escalofrío profundo. Cada vez que ella lo miraba, Shin sentía un temblor interior, como si la presencia de su madre desatara algo inquietante en su interior. La sonrisa y la mirada de su madre no lograban calmarlo; al contrario, aumentaban su incomodidad, intensificando la sensación de desasosiego que lo invadía.

Este sentimiento no pasó desapercibido para Sora, quien estaba acurrucada junto a él. Al notar la incomodidad de Shin, sus ojos se abrieron de par en par mientras despertaba. La expresión de desasosiego en el rostro de Shin la hizo sentir aún más inquieta. Sin pensarlo, se aferró a él con más fuerza, buscando refugio en su abrazo, como si el peligro que percibía pudiera ser mitigado por su proximidad.

La mujer, al ver cómo la situación afectaba a los niños, perdió su compostura. Los gritos y los sonidos de golpes resuenan en la habitación. Los niños, atónitos y aterrorizados, cayeron de rodillas, sus cabezas mostrando grandes chichones evidentes. La mujer se mantuvo de pie, la preocupación en su rostro se mezclaba con una furia contenida, mientras observaba a los niños con una mezcla de frustración y preocupación.

Ella se llevó la mano a la cabeza, intentando calmar el dolor que la estaba atormentando, mientras sus ojos se centraban en los niños que jugaban a su alrededor. Su mirada se posó en su hijo, y con una expresión severa, comenzó a hablar, cada palabra cargada de preocupación.

—Sabes lo que hiciste, Shin. Si el otro clan se entera, las consecuencias podrían ser graves. ¿Te das cuenta de lo que eso significa?

Shin, en lugar de mostrar remordimiento, la miró con una mezcla de aburrimiento e indiferencia. Su expresión era de desdén absoluto mientras respondía con voz fría y desinteresada.

—Y ¿qué si se entera? Me importa un comino lo que piensen las costumbres de la aldea. Si pudiera, simplemente dormiría y no me preocuparía por nada más.

La madre, exasperada, miró a la niña con una mirada analítica, tratando de entender su papel en la situación. Luego, rápidamente volvió su atención a Shin, su voz cargada de seriedad y preocupación.

—Dime, ¿qué piensas hacer al respecto? ¿No te importa el impacto que esto pueda tener?

Shin la miró con una mezcla de desdén y determinación, su tono se volvió desafiante mientras respondía.

—Si aún quieres seguir metiéndome en las situaciones del clan, entonces fortaleceré a Sora. Si tanta preocupación tienes por eso, entonces que sea así.

El desafío en la voz de Shin era claro, y su respuesta dejó en evidencia su actitud desafiante hacia las normas y expectativas familiares. La madre, con una expresión de frustración y resignación, comprendió que tenía que enfrentar una nueva realidad en la relación con su hijo.

La mujer, visiblemente desanimada, se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta. Mientras la abría, su voz reflejaba una mezcla de resignación y decepción, como si estuviera diciendo adiós a cualquier esperanza de cambiar la situación.

—Así que decide eso, ¿eh? No puedo detenerte, pero te lo diré de una vez: no podrás utilizar los recursos del clan. Tus conexiones se han acabado.

Con esas palabras, cerró la puerta con una de sus colas, el gesto marcando el fin de la conversación y dejando en claro que, a partir de ese momento, Shin tendría que enfrentarse a las consecuencias de sus decisiones por su cuenta. La puerta se cerró con un golpe seco, acentuando el peso de sus palabras.

Sora, aún con el signo de interrogación flotando sobre su cabeza y una expresión de confusión, miró a Shin en el suelo. Con una mezcla de curiosidad y desconcierto, le preguntó:

—¿Qué pasó?

Shin suspir y, con un tono cansado pero firme, respondi:

—A partir de ahora, nosotros somos algo así como prometidos.

Las palabras de Shin sorprendieron a Sora, quien reaccionó con un grito de sorpresa. Sus ojos se abrieron de par en par y su expresión reflejaba una mezcla de asombro y confusión.

Desde el umbral de la puerta, los padres de Shin miraban la escena con una sonrisa en sus rostros. El padre, con una expresión de satisfacción y esperanza, dijo:

—Espero que hayas hecho una buena elección, hijo mío.

Las palabras del padre resonaron en la habitación mientras Sora trataba de procesar la nueva y sorprendente realidad que se le presentaba.

Mostrando como ellos están paseando por la aldea, sintiendo las miradas de disgusto de los habitantes que pasaban. Sora, con una expresión confundida, rompió el silencio:

—Entonces, ¿por qué estamos comprometidos? ¿Me puedes explicar?

Shin suspir y, con una voz calmada, comenz a explicar:

—Shiro, ¿cuántas veces te lo he dicho? Cuando nosotros, los demonios, mostramos debilidad, solo lo hacemos hacia las personas que nos agradan. En casos especiales, compartir una cama o algo similar es una señal de confianza y debilidad. Solo cuando dormimos mostramos debilidad para un ataque sorpresa.

Sora frunció el ceño, sin entender del todo:

—Y eso ¿qué tiene que ver con nosotros?

Shin continuó, tratando de simplificar la explicación:

—Es muy sencillo. ¿Cuántos años tenemos?

—Si no me equivoco, tenemos 5 años, ¿verdad, Shin? —dijo Sora, tratando de recordar.

—Exacto. A esta edad, mostramos más debilidad. Así que cuando te dejé dormir en mi cama, era como si dijera que podías matarme en cualquier momento. Es una regla tonta, pero así es como funciona. Por eso estamos comprometidos.

Sora, aún desconcertada, preguntó:

—Entonces, ¿por qué se enojó tu madre?

—Es porque ya tengo una otra comprometida. Para evitar más problemas, hay dos formas de manejarlo: hacer que ella no quiera casarse conmigo o que alguien la desafíe.

Sora miró a Shin con una expresión de desconcierto y tristeza:

— ¿Y tú quieres estar con ella?

Shin la miró con una mezcla de desánimo y sinceridad, sin poder ocultar el conflicto interno que sentía.

—Solo me dijeron que ella es mi prometida. No sé cómo se ve, ni cómo se comporta. No sé nada de ella.

Luego, esbozando una pequeña sonrisa en su rostro, agregó:

—No quiero estar obligado a nadie si yo no acepto.

Sora se paró frente a él, colocando sus manos detrás de la espalda mientras se inclinaba un poco hacia adelante, mostrando una sonrisa.

—Entonces, yo te ayudaré.

Shin la miró por un momento, sopesando sus palabras. Sabía que no sería fácil, pero si Sora estaba dispuesta a estar a su lado, entonces aceptaría su apoyo.

—No es tan fácil, pero si de verdad quieres ayudarme, entonces hazlo —dijo Shin, con un tono más suave.

Mientras Shin pasaba junto a Sora, su mirada seria se suavizó, dejando aparecer una ligera sonrisa. Se giró hacia ella y con una determinación renovada dijo:

—Venid, vámonos.

Sora se quedó con una expresión de sorpresa al ver la sonrisa de Shin. Esa pequeña muestra de calidez la alegre, y rápidamente se apresuró a caminar a su lado, pegándose un poco más a él mientras cruzaban la aldea. A medida que avanzaban, las miradas de los habitantes se hacían más evidentes, susurrando entre ellos, pero Shin y Sora los ignoraban, concentrados en su propio camino.

Finalmente, llegaron a las grandes puertas que marcaban el límite de la aldea, donde el viento soplaba suavemente, moviendo los árboles cercanos. Sora, sintiendo la tensión en el ambiente, miró a Shin con curiosidad.

—A dónde vamos a ir? —preguntó, su voz llena de incertidumbre.

Shin se detuvo por un momento, observando el horizonte más allá de las puertas antes de responder con firmeza:

—Shiro, vamos a abandonar el clan.

El impacto de sus palabras fue inmediato. —¡¿QUÉ?! —gritó Sora, sorprendida y asustada al mismo tiempo, su voz resonando en la quietud del entorno. Podía sentir su corazón acelerarse, la magnitud de lo que Shin acababa de decir comenzando a hundirse en su mente. Abandonar el clan significaba romper todos los lazos, enfrentarse a lo desconocido y, sobre todo, a un futuro incierto.

Después de un tiempo, se vio a Shin cargando a Sora en sus brazos. Ella tenía el pie envuelto en una venda y su rostro estaba sonrojado de vergüenza. A pesar de la situación, no podía evitar mirarlo con una mezcla de frustración y admiración.

—¿A dónde planeamos ir primero? —preguntó Sora, mirando a Shin con curiosidad mientras él continuaba caminando.

Shin, con una expresión seria pero comprensiva, respondió:

—Vamos a una aldea humana. Cuando lleguemos, asegúrese de esconder bien su presencia. Aunque somos jóvenes en nuestra raza, para esas razas inferiores ya hemos alcanzado la mayoría de edad.

Sora frunció el ceño, confundida por las palabras de Shin. Notando su confusión, Shin procedió a explicar:

—Para nosotros, un año es poco tiempo. La duración de la vida depende de la raza. Por ejemplo, nuestra clase de kitsune puede vivir hasta seis millones de años. Sin embargo, si dominamos el Senjutsu, esa esperanza de vida puede aumentar reducida, aunque aún no se sabe con certeza cuánto. Lo mismo ocurre con otras razas y clases de demonios, pero es diferente de los humanos, que solo pueden vivir un par de décadas para nosotros. Para ellos, eso representa toda una vida.

Shin miró a Sora con una expresión de comprensión y dio un suspiro.

—Es sencillo. Mientras más vives, el tiempo cambia para cada raza. Para ellos, las horas son días enteros. Cada uno percibe el tiempo de diferentes maneras según la duración de su vida. Por ejemplo, lo que para nosotros puede parecer un instante, para los humanos puede ser una eternidad.

Sora avanzando lentamente, su expresión reflejando un esfuerzo por similar la información. La explicación de Shin comenzó a tomar forma en su mente, ayudándole a comprender la magnitud de la diferencia en la percepción del tiempo entre su raza y los humanos.

—Entiendo, entonces —dijo Sora, sus ojos mostrando un brillo de comprensión—. Eso significa que debemos tener cuidado al interactuar con los humanos. Sus conceptos de tiempo y vida son mucho más limitados en comparación con los nuestros.

Shin ascendió, satisfecho de ver que Sora estaba comenzando a comprender. Luego, con una expresión de pereza, continuó hablando mientras comenzaba a correr en dirección a la aldea que se veía a lo lejos:

—Por eso considero a la raza humana como una mierda —dijo Shin, con un tono de desdén—. Claro, no puedo negar que tienen sus méritos, pero ese período de tiempo tan breve es perjudicial para ellos. Mientras más se acerca su muerte, más la temen. Y para olvidarse de ello, a menudo hacen cosas crueles.

Cuando llegaron a la puerta de la aldea humana, comenzaron a adentrarse mientras seguían hablando.

—Acaso tú odias a los humanos? —preguntó Sora con un tono bajo, su curiosidad evidente.

Shin, sin detener su paso, respondió con calma:

—No es que los odie. Simplemente, no me gustan sus acciones.

Mientras Shin decía esto, tapaba la vista de Sora con una mano para evitar que viera algo que él sabía que podría impactarla. A pesar de los intentos de Sora de quitarse su mano, pronto se escuchó un alboroto seguido de un grito desgarrador de una mujer. Los colas de Sora se inquietaron visiblemente, pero se calmaron cuando Shin envolvió sus colas alrededor de ella, protegiéndola del horror que se estaba desvelando ante sus ojos.

A medida que avanzaban, pasaron por un rincón de la aldea donde se veía a varios carruajes llenos de mujeres de diferentes razas. Elfos, kitsunes, enanos, y hasta criaturas de razas menos conocidas como dragones menores y sirenas estaban presentes. Un hombre con un látigo estaba golpeando a una de las mujeres mientras trataba de meterla en un carro, su rostro reflejando una mezcla de crueldad e indiferencia.

Shin dejó una línea entre sus dedos para que Sora pudiera ver la horrible escena. Las mujeres no tenían ropa y sus cuerpos estaban marcados con cicatrices. Sus miradas eran vacías, reflejando un sufrimiento que parecía no tener fin. El impacto de la escena dejó a Sora paralizada, sus ojos llenos de lágrimas mientras absorbía la brutal realidad frente a ella.

—Por eso los desprecio —dijo Shin con un tono grave, su voz cargada de desdén mientras continuaba su marcha.

Sora, aún en shock, siguió a Shin con una nueva perspectiva sobre la crueldad que él había mencionado. Cada paso que daban en la aldea revelaba una realidad que desafiaba su comprensión, y el peso de la injusticia que estaban presenciando se hacía cada vez más claro para ella.

Cuando pasó por la escena de horror, Shin habló con una gravedad implacable:

—No podemos medirnos. No podemos intervenir, aunque querremos. Es un asunto que los ancianos deben resolver, pero ellos también permanecen inactivos. Y te preguntas por qué.

Sora, aún en shock, retiró la mano de Shin que cubría sus ojos, incapaz de apartar la vista de la escena que había presenciado. Miró la cara de Shin, buscando respuestas.

—¿Por qué? —preguntó Sora, su voz temblando—. ¿Por qué es así?

Shin la miró con una mezcla de tristeza y resignación.

—Es algo inútil. Algo que no vale la pena. Recuerda esto, Sora: una persona que no tiene el poder suficiente para enfrentar a otros es solo una pérdida de tiempo. En este mundo, el poder lo es todo.

Mientras hablaban, varias personas rodearon a Shin, mostrando una actitud desafiante. Shin, sin inmutarse, movió una de sus colas con una fuerza precisa y destructiva. Las colas chocaron contra los adversarios, destrozando las cabezas de quienes lo rodeaban en un acto brutal de poder. Los hombres cayeron al suelo, muertos, y sus cuerpos se desplomaron sin cabeza.

Nadie intervino ni mostró sorpresa, lo que dejó claro que este tipo de violencia y control no era algo nuevo en la aldea. El hecho de que la brutalidad de Shin fuera aceptada sin cuestionamiento reflejaba la cruel realidad en la que vivían.

Sora observó la escena con creciente comprensión, viendo cómo el poder de Shin era tratado con indiferencia por los demás y cómo la falta de acción ante tales abusos era una parte aceptada de la realidad de la aldea.

Con una sonrisa y una alegría notable en su voz, Sora dijo:

—Solo los fuertes sobreviven y los débiles mueren. Si te enfrentas a alguien más fuerte que tú, aléjate y encuentra una manera de sobrevivir. Si ni siquiera puedes hacer eso, entonces eres una mera mierda que no merece ocupar un lugar en este mundo. La vida no es solo sobre sobrevivir, sino sobre cómo enfrentas la adversidad. Muere con dignidad, con una sonrisa en el rostro, aceptando que el oponente que enfrentaste era verdaderamente formidable. La verdadera prueba no radica solo en vivir, sino en cómo te enfrentas al poder que te supera. Al final, la fuerza no solo define quién vive, sino cómo aceptas el fin con valentía y sin arrepentimientos.

Así seguí caminando hasta llegar a una casa con un aspecto rústico y concurrida. Al entrar, todos los clientes dentro del local giraron sus miradas hacia ellos, mostrando una mezcla de curiosidad y desdén. Shin y Sora se acercaron al mesero, quien estaba detrás del mostrador con una expresión indiferente.

—Quiero unirme al gremio —dijo Shin con una determinación que no dejaba lugar a dudas.

El mesero levantó una ceja, evaluando a Shin con desdén. Justo en ese momento, uno de los hombres en una esquina del local rompió el silencio con una risa estridente.

—Jajaja, mocoso, mejor vu—

No tuvo tiempo de terminar su frase. Shin, con una calma imperturbable, movió una de sus colas con rapidez y precisión. La cola atravesó el aire, impactando directamente en la cabeza del hombre. El golpe fue tan brutal que el hombre cayó al suelo, su cabeza perforada y sin vida, el cuerpo desplomándose sin resistencia.

El local quedó en silencio, con todos los presentes mirando atónitos la escena. La atmósfera se volvió pesada y tensa, con el miedo y el respeto reemplazando las risas y las burlas. Shin, sin inmutarse por la reacción, volvió su atención al mesero, quien ahora lo observaba con una mezcla de miedo y respeto.

—Entonces? —preguntó Shin con frialdad— ¿Cómo procede el proceso de admisión al gremio?

El mesero, ahora más cauteloso y respetuoso, sacó una pequeña esfera de cristal que emitía un suave resplandor.

—Esta esfera analiza tus habilidades y fuerza —explicó—. Clasificará tu rango de E a S, y dependiendo de tu rango, podrás elegir misiones apropiadas. Pero no te preocupes si obtienes un rango más bajo de lo que esperas. A veces, el verdadero potencial tarda en revelarse.

Shin miró la esfera sin inmutarse y colocó su mano sobre ella. Al instante, la esfera comenzó a brillar intensamente, iluminándose con un tono rojizo profundo que llenó la habitación con una energía palpable. Los presentes en el local, que antes se habían mostrado despectivos, ahora quedaron sorprendidos, algunos incluso retrocedieron por la intensidad de la luz.

Finalmente, la luz se desvaneció y Shin retiró su mano. El mesero, aún impresionado por la demostración, observó la esfera con antes de atención de anunciar en voz alta:

—Rango C medio.

El murmullo de sorpresa recorrió la sala. Aunque no era el rango más alto, la intensidad del poder que Shin había demostrado al activar la esfera dejaba claro el verdadero potencial de este joven aventurero.

—Sora, pon tu mano aquí —dijo Shin, señalando la esfera.

Sora, un poco nerviosa, hizo lo que le indicaba. La esfera volvió a brillar, esta vez con una intensidad menor pero aún notable. La luz danzaba en tonos cálidos, reflejando la energía de Sora. El mesero observó la esfera, sus ojos se agrandaron ligeramente antes de anunciar:

—Rango C inferior.

La sorpresa fue palpable en la habitación. Aunque el rango era un poco más bajo, la capacidad de ambos para desencadenar una reacción tan fuerte en la esfera era inusual para aventureros tan jóvenes. Las miradas de los presentes reflejaban una mezcla de respeto y curiosidad.

—Ahora les explicaré cómo funcionan los rangos —comenzó el mesero, con voz firme y segura—. Existen varios niveles: SSS, SS, S, A, B, C, D y E. Ustedes están en el rango C, medio e inferior, respectivamente. Sin embargo, la mayoría de nosotros solo alcanzamos el rango E, y solo unos pocos llegan al rango B inferior.

El mesero hizo una pausa, permitiendo que la información sea similar antes de continuar.

—Para ascender de rango, deben completar 100 misiones de su propio rango o enfrentarse a monstruos de nivel superior o personas con rangos superiores. Existen dos tipos de rangos: el rango de equipo, que es compartido por varias personas, y el rango personal, que es el que han obtenido individualmente. Si aceptan misiones de equipo, todos los miembros deben estar presentes; Si falta uno, no podrán elegir la misión.

El mesero observó a Shin y Sora con seriedad antes de concluir:

—Por ahora, ambos están en el rango C, medio e inferior, pero pueden mejorar con esfuerzo y dedicación. No es un camino fácil, pero es el único para volverse más fuerte.

Shin se acercó al mesero preguntando.

— ¿Qué tipo de misiones puedo elegir?

El mesero sacó varios papeles y los extendió sobre la mesa.

—Aquí tienes algunas opciones. Estas son misiones de rango E a C. Puedes elegir entre capturas, derrotas y más.

Shin recorrió con la mirada los carteles hasta que uno en particular llamó su atención. Lo levanté para verlo más de cerca:

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Misión: Derrota al Wyvern Rojo

Tipo de misión: Rango D

Objetivo: Matar al Wyvern Rojo que aterroriza las colinas del norte.

Descripción: Este dragón de fuego ha destruido varias aldeas y se le ha visto en los alrededores de las colinas del norte. Es altamente agresivo y sus ataques de fuego pueden arrasar con todo a su paso. Su tamaño es colosal y su piel está cubierta de escaleras impenetrables por armas comunes.

Dificultad: Alta, se recomienda precaución extrema.

Recompensa: 10.000 monedas de oro, un libro de habilidad de rango C inferior, una armadura resistente al fuego y un talismán de protección contra llamas.

Información adicional: Se ha ofrecido una bonificación adicional para aquellos que puedan traer una muestra de sus escamas o su corazón, material valioso para forjar armas o armaduras mágicas.

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Shin irritante, sintiendo la adrenalina recorrer su cuerpo al imaginarse enfrentando al peligroso Wyvern.

Sora miró el cartel y luego a Shin, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo.

—Sora, ¿no crees que es algo divertido? —dijo Shin con una sonrisa atrevida, sus ojos brillando con anticipación.

Sora lo observó con una expresión de duda, pero también sintió cómo la emoción comenzaba a contagiarla. Aunque sabía que la misión sería peligrosa, no podía negar la atracción que sentía hacia la idea de enfrentarse a un desafío tan grande junto a Shin.

—Supongo que lo es... —respondió, esbozando una pequeña sonrisa—. Aunque, ¿estás seguro de que estamos listos para algo tan arriesgado?

Shin se acercó con confianza, su mirada firme.

—Si no lo intentamos, nunca lo sabremos. Además, ¿qué sería de la vida sin un poco de peligro? —respondió, apretando el cartel en su mano, su mirada decidida mientras pronunciaba con desprecio:

—Vamos a demostrarles a todos esos imbéciles de qué somos capaces.

Poco después, se podía ver a ambos sentados en una carreta, con el paisaje pasando rápidamente mientras hablaban de manera seria.

Sora, observando el horizonte, preguntó con curiosidad:

—Shin, los Wyvern no son criaturas peligrosas, ¿por qué se considera que es de rango D?

Shin respondió con calma, pero con una nota de advertencia en su voz:

—No es solo por la fuerza, Sora. Puede que lo hayan clasificado mal, o que sea un recién nacido. Los de rango E, para que te hagas una idea, son criaturas con cierta conciencia, como minotauros y pequeñas hidras. Pero los de rango D... esas ya son bestias con un inmenso poder. Aunque un Wyvern es una versión menor de un dragón, sigue siendo peligroso.

Continuó explicando mientras el paisaje pasaba frente a ellos:

—Además, hay otros ejemplos. Los dioses que no están hechos para la lucha, como Afrodita o Hefesto, tienen habilidades de rango C superior, pero su poder de combate apenas llega al rango D superior. Luego están las misiones de rango C, que se comparan con dioses involucrados en guerras, como Thor, Hades y Murugan. Son dioses especializados en la batalla y están clasificados en rango C superior. En el rango B, ya encontramos a dioses primordiales como Urano o Buri, que poseen habilidades de rango B superiores.

Sora lo escuchaba con atención, impresionada por la cantidad de información y el conocimiento de Shin.

—Y cuando llegamos al rango A —continuó Shin—, hay un gran salto. Aquí están los exponentes más poderosos, como Sun Wukong, un miembro de nuestra raza demoníaca, Kurama y Shiva, uno de los dioses de guerra más poderosos. Después están los del rango S, donde encontramos a Buda como rango S inferior, Víctor, el Dios Dragón Verdadero, como rango S medio, y en el rango S superior está Risuka, un dios exterior de inmenso poder. Más allá de eso, no puedo decirte mucho más.

Sora, impactada por todo lo que acababa de escuchar, lo miró con asombro:

—Eso significa que estamos al nivel de los dioses...

Shin negó con la cabeza, corrigiéndola suavemente:

—No exactamente. Esa esfera mide el total de energía y poder que tenemos en conjunto. Es algo sencillo; Digamos que tienes 100 de poder total. La esfera leerá eso, pero en realidad, podrías usar solo entre 60 y 70 de ese poder en combate. Es una medida aproximada, no definitiva.

Sora ascendiendo, absorbiendo la información. Sabía que tenían un largo camino por delante, pero la determinación en los ojos de Shin le dio la seguridad de que estaban listos para enfrentarse a cualquier desafío, sin importar cuán formidable fuera.

Con el paso del tiempo, llegaron al borde de un denso bosque. A medida que se adentraban, ambos sintieron una presión intensa emanando desde lo más profundo de los árboles. Sin embargo, ninguno de ellos parecía verso afectado, sus pasos permanecían firmes y decididos mientras se dirigían hacia el corazón del bosque.

El aire se volvió más pesado y opresivo, pero la determinación de Shin y Sora no flaqueó. La presión, que habría intimidado a cualquier otro, no era más que una molestia pasajera para ellos. Sus sentidos estaban alerta, conscientes de que algo poderoso acechaba entre las sombras de los árboles, pero también confiaban en sus habilidades y en la fuerza del otro.

El bosque estaba sumido en una oscuridad tenue, filtrada solo por los escasos rayos de sol que se colaban a través del denso follaje. Los árboles eran altos e imponentes, con troncos tan horribles que apenas podían ser abrazados por dos personas. La vegetación era exuberante, con enredaderas y musgo cubriendo gran parte del suelo y los troncos. De vez en cuando, un pequeño animal corría entre los arbustos o el canto de un pájaro rompía el silencio.

Primer día

A medida que avanzaban, el crujido de las hojas bajo sus pies era el único sonido que interrumpía el silencio ominoso. El ambiente estaba cargado, como si el mismo bosque estuviera conteniendo la respiración en espera de lo que estaba por suceder. Shin y Sora se movían con precisión, utilizando sus habilidades para detectar cualquier señal de peligro o pista sobre la ubicación del wyvern.

—¿Lo sientes? —murmuró Sora, su voz apenas un susurro mientras su mirada se desplazaba de un lado a otro, tratando de identificar el origen de la presión que sentían.

—Sí —respondió Shin, su tono grave y enfocado—. La presencia es fuerte, pero aún no la ubicamos. Manténgase alerta.

Pasaron varias horas caminando sin descanso. Cada uno se esforzaba por mantenerse en silencio, escuchando los sutiles cambios en el entorno. Sora, aún sorprendida por la intensidad de la presión en el bosque, observaba a Shin con admiración. Aunque estaba asustada, también estaba motivada por la idea de enfrentarse a un wyvern y demostrar su capacidad.

Cuando el sol comenzó a declinar, Shin decidió que era hora de hacer una pausa. Encontraron un claro en el bosque, donde el terreno era ligeramente más plano y la visibilidad era mejor. Era el lugar ideal para establecer un campamento temporal. Shin y Sora se pusieron a trabajar rápidamente para preparar un área segura. Shin se encargó de encender una pequeña fogata, mientras Sora reunía ramas secas y preparaba una improvisada área de descanso.

—Haremos una pequeña pausa aquí —dijo Shin mientras miraba el fuego que comenzaba a prenderse—. Necesitamos estar en plena forma para lo que venga. Descansaremos un poco y responderemos energías.

Sora ascendió y se sentó cerca del fuego, comenzando a preparar una comida sencilla con los suministros que habían traído. Shin se sentó a su lado, vigilando el entorno mientras la comida se cocinaba. A pesar de la tensión, había una sensación de camaradería creciente entre ellos, fortalecida por el hecho de estar juntos en esta misión.

Durante la noche

Mientras la noche caía y el frío comenzaba a intensificarse, Shin y Sora se acomodaron en sus sacos de dormir. La fogata ofrecía algo de calor, pero el aire del bosque seguía siendo frío y húmedo. Sora, aún emocionada, intentó no dejarse llevar por el miedo. Miraba las sombras danzantes de las llamas, tratando de mantener su mente ocupada.

—Shin —dijo Sora con una voz suave—, ¿cómo te sientes acerca de todo esto?

Shin, con la mirada fija en el fuego, respondió con tranquilidad:

—Es parte del trabajo. Enfrentar a un wyvern no es algo que se haga todos los días, pero es necesario para lograr nuestros objetivos. Debemos estar preparados para cualquier cosa.

Sora ascendió, reconociendo la sabiduría en las palabras de Shin. La conversación ayudó a calmar sus nervios y, pronto, ambos comenzaron a relajarse, sabiendo que el verdadero desafío apenas comenzaba.

Segundo día

El segundo día en el bosque amaneció con un cielo despejado y un aire fresco que se filtraba a través del dosel de árboles altos. Shin y Sora se despertaron temprano, listos para enfrentar lo que el día que les tenían preparado. Mientras el sol comenzaba a iluminar el bosque con una luz dorada, Shin se preparó para una nueva jornada de exploración y caza. Su mirada era firme y su actitud meticulosa, siempre atento a los detalles que pudieran indicar la presencia de presas o peligros.

Sora, por otro lado, se levantó con una energía contagiosa. Estaba ansiosa por poner en práctica lo que había aprendido el día anterior. Su entusiasmo era evidente mientras corría entre los árboles, realizando saltos acrobáticos y demostrando una agilidad sorprendente.

—¡Vamos, Shin! —exclamó Sora con una sonrisa radiante—. Hoy vamos a cazar algo grande, ¿no crees?

Shin la observar con una ligera sonrisa en su rostro, apreciando su energía desbordante.

—Vamos a ver qué podemos encontrar —respondió, ajustando su equipo—. La primera tarea es rastrear y encontrar una presa adecuada. Quédate atenta a cualquier señal.

Durante la primera parte del día, Shin y Sora se enfrentaron a varios animales menores. Sora persiguió una manada de ciervos con rapidez y destreza, logrando atrapar uno para el almuerzo. Shin, mientras tanto, empleó sus habilidades de observación para detectar criaturas más grandes y peligrosas en las cercanías.

—¡Mira esto! —exclamó Sora, mostrándole a Shin un ciervo que había cazado—. ¿Qué te parece?

—Buena caza —comentó Shin, evaluando el resultado—. Pero no te confies. Este es solo el principio. Necesitamos prepararnos para lo que viene.

La tarde trajo consigo una tormenta repentina. El cielo se oscureció rápidamente y el viento comenzó a aullar, trayendo lluvia y relámpagos. Shin y Sora buscaron refugio en una cueva cercana. Mientras se acomodaban, Shin comenzó a revisar y ajustar su equipo, asegurándose de que todo estaba en orden.

—¡Vaya tormenta! —dijo Sora, inquieta mientras miraba la lluvia desde la entrada de la cueva—. No esperaba que el clima cambiara tan rápido.

—En el bosque, el clima puede ser impredecible —respondió Shin—. Lo importante es que sepamos adaptarnos. Aprovechemos este tiempo para revisar nuestro equipo y prepararnos para el próximo día.

Sora, aunque inicialmente desconcertada, encontró una forma de divertirse improvisando un pequeño campamento dentro de la cueva. Subió un fuego y preparó una comida sencilla con los recursos que habían recolectado. Mientras se acomodaban alrededor del fuego, Shin observaba la forma en que Sora se movía y manejaba los recursos.

—No está mal para una improvisación —dijo Shin, con una ligera sonrisa—. Aunque todavía tienes mucho que aprender sobre la vida en el bosque, estás mejorando.

—Gracias —respondió Sora, sonriendo—. Me alegra ver que estás impresionado. Esto es más divertido de lo que pensé.

A medida que la tormenta amainaba, Shin y Sora salieron de la cueva y se adentraron más en el bosque. Sora mostró un progreso notable en sus habilidades de caza y rastreo. Capturó varias criaturas pequeñas con habilidad creciente, mientras Shin observaba con aprobación.

—Estás haciendo un buen trabajo —comentó Shin, mientras evaluaba el desempeño de Sora—. Tu capacidad para rastrear y cazar está mejorando rápidamente. Si sigues así, pronto serás una experta en el bosque.

—¡Eso espero! —dijo Sora con entusiasmo—. Estoy disfrutando mucho de esto. Además, es genial ver cómo el bosque se está volviendo más familiar para mí.

Al final del día, cuando el sol comenzaba a ponerse, Shin y Sora montaron un campamento improvisado cerca de un arroyo tranquilo. El aire fresco y el sonido del agua crean un ambiente relajante para su descanso. Shin y Sora conversaron sobre lo que habían aprendido y experimentado durante el día.

—Shin, ¿qué piensas sobre el progreso que hemos hecho? —preguntó Sora mientras se acomodaban alrededor del fuego.

—Has avanzado mucho —respondió Shin—. Pero no olvides que aún tenemos mucho por delante. La vida en el bosque es impredecible y desafiante. Cada día será una prueba, y debemos estar preparados para enfrentarlas.

—Lo sé —dijo Sora—. Pero me siento más confiada. Cada desafío que enfrentamos me hace sentir más fuerte y capaz. Estoy lista para lo que venga.

Shin ascendiendo, apreciando la determinación de Sora. El segundo día en el bosque había sido una prueba de adaptación y crecimiento. Mientras Shin permanecía sereno y enfocado, Sora demostraba una notable capacidad para aprender y enfrentar los desafíos con entusiasmo. Juntos, estaban forjando una asociación sólida, lista para enfrentar los retos que el bosque aún les tenía reservados.

El día terminó con una sensación de logro y una promesa de lo que vendría. Shin y Sora, después de una jornada llena de aprendizaje y desafíos, se prepararon para el siguiente día, conscientes de que el bosque seguía siendo un misterio lleno de sorpresas y oportunidades.