Frente a James, mi corazón latía con fuerza por el peso de la decisión que había tomado. Podía sentir su mirada en mí, buscando en mi rostro alguna señal de que lo que estaba diciendo no era un sueño. No lo era. Lo había elegido a él—por encima de todo, de todos—y, por difícil que fuera esa elección, sabía que era la correcta.
Pero eso no la hacía más fácil.
—Hablaré con Vincent mañana —repetí, aunque esta vez mi voz sonó más débil, como si intentara convencerme a mí misma de que realmente podía hacerlo. —Se merece escuchar la verdad de mí. Le debo eso.
James asintió en silencio, su expresión serena pero sus ojos revelando la tormenta de emociones que arremolinaban tras ellos. No había dicho mucho desde que se lo conté. Simplemente me abrazó fuerte, sus brazos rodeándome como si tuviera miedo de soltarme, miedo de que si lo hacía, desaparecería como humo. Pero yo no iba a irme a ninguna parte. No más.