Kane estaba frente a un espejo mirándose al rostro, quitándose polvo imaginario.
—Ese es un hombre —dijo elogiándose a sí mismo.
—¿Cuánto tiempo seguirás haciendo eso? —dijo una voz femenina, sonando irritada.
—Todo el tiempo que quiera, cariño —se rió mientras se giraba y la miraba fijamente.
—Qué infantil —ella escupió con ira—, pero aún así, tan sabio —chilló mientras se ponía a su lado y se miraban.
—Tú eres la sabia, cariño —Kane respondió mientras se giraba para enfrentarla.
Frunciendo un poco el ceño, ella tocó el lado de su rostro que estaba magullado:
—Pero realmente te han dado duro.
—Esto no es nada, sanará enseguida —y la herida comenzó a sanar, incluso mientras hablaban.
—¿Ves? Te lo dije —sonrió con suficiencia mientras le mostraba el lugar.
—Sabía que iba a sanar. Pero dejará una cicatriz, como la que tiene ahora —ella pasó un dedo por la pequeña cicatriz que quedaba.