—Estoy bien, Rose. Deja de llorar. —Ágatha hizo una mueca mientras miraba hacia arriba a la mujer que le sostenía la cabeza. Levantó débilmente sus manos y se secó las lágrimas de los ojos.
—Oh, mi querida niña. —Rose gimoteó, levantando sus manos para secarse las lágrimas.
—Mark. ¿Qué le pasará a Mark? —Ágatha humedeció sus labios con la lengua.
—¿Todavía te preocupas por él? Qué niña más miserable. —Rose soltó una pequeña risa mientras pasaba una mano por su mejilla.
—Él es inocente, Rose. Todo fue mi culpa. —Ella hizo una mueca de dolor mientras se sujetaba el pecho palpitante.
—Silencio, Ágatha. No hables más. Conserva tus fuerzas. —Rose la advirtió—. Mark será atendido como se vea conveniente, ¿de acuerdo?
—No hay ni una sola persona inocente. Solo sucumbimos a los deseos más íntimos de nuestra mente.
—Tienes suerte si tu deseo es puro y bueno. Y desgraciado, si es impuro y malvado. —Rose dijo solemnemente, con una mirada distante en sus ojos.