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—¿Quién es esa? —preguntó Alfa Esteban a Dante cuando regresaron a su oficina. Realmente esperaba que no respondiera que esa señora era su compañera. Eso no lo permitiría.
—Es una amiga de la escuela —respondió él con indiferencia.
—¿Por qué está aquí y no con sus padres? —preguntó más adelante.
Dante levantó la cabeza para mirarlo fijamente. —¿Por qué me estás interrogando sobre mi amiga? Si hubiera algo que deberías saber, te lo habría dicho, pero no hay nada. Así que, no tienes que preocuparte por eso —respondió, yendo hacia una silla para sentarse.
Alfa Esteban lo observó sentarse, exhausto. Sacudió la cabeza para despejar el pensamiento que corría por su mente.
—Necesito una respuesta a cada pregunta que te hago —declaró mientras él también tomaba asiento—. ¿Por qué está ella aquí en tu casa?
Dante lo miró con exasperación. —Porque elegí ayudarla, ¿de acuerdo? No podía dejarla dormir en la calle, ¿verdad? —dijo.