—Feliz cumpleaños, hijo —repitió Alfa Esteban cuando Dante no se movió de su posición.
Dante se giró lentamente hacia él y lo miró con hostilidad. —¿A qué debo esto?
Su padre se levantó y se movió frente a la mesa, luego se sentó frente a Dante.
—Al hecho de que eres mi hijo —respondió imperturbable ante la hostilidad de Dante.
Dante soltó una risa seca. —¿Estás aprendiendo a bromear, papá?
—¿Por qué preguntarías eso? —Alfa Esteban fingió ignorancia.
—¿Estás bromeando? ¿Cuándo me has llamado hijo? ¿O cuándo me has deseado un feliz cumpleaños? —Dante escupió exasperado.
Alfa Esteban no dijo nada, pero siguió mirándolo fijamente.
Enfadado por el silencio de su padre, Dante golpeó la pared a su lado, dejando sangre en sus nudillos y la pintura de la pared comenzó a desprenderse.