Después de dar dos pasos, me di cuenta de que Miguel me estaba siguiendo.
—¿Qué estás haciendo? —me detuve y pregunté.
—Tomar una ducha —encogió de hombros Miguel.
—¿No te acabas de duchar? —pregunté. Entonces, comprendí lo que estaba insinuando. ¿Quería ducharse conmigo? Antes de que pudiera pensarlo, Miguel ya me había respondido.
—Me ducharé otra vez contigo.
Miguel ya había metido la mano entre mi ropa. Una vez más, él tomó la iniciativa de acortar la distancia entre nosotros.
—No me toques —aparté la mano de Miguel y dejé clara mi postura—. No me voy a duchar contigo.
Miré a Miguel con una media sonrisa en su rostro. No podía decir si hablaba en serio sobre lo que acababa de decir, pero nunca estaría de acuerdo con ello.
No estaba lista para ducharme con él, y jamás había tomado una ducha con nadie. Solo de pensar en ducharme con Miguel me hacía pensar que no podía ser algo tan simple como una ducha, y que debía tener cuidado con él.
Miguel se encogió de hombros y dijo: