Apresurando mis labios, observé cómo los árboles se mecedían fuera de la ventana. Miré hacia fuera y vi la sonrisa en mi rostro. Había ganado la batalla contra Miguel.
Pero esta victoria no era solo mía. Era mía y de mi compañero. Mi compañero me amaba y cuidaba de mí, por lo que me dejó ganar. ¿Qué mejor momento que este?
Cuando casi llegaba a mi manada, comencé a ponerme ansiosa de nuevo. Ensayaba mentalmente lo que diría después de ver a Roberto, hacía varios borradores que no se sentían bien, y mis dedos se volvían fríos. Cada vez que me ponía nerviosa, mi cuerpo reaccionaba así.
No había visto a Roberto durante meses, y siempre que escuchaba sobre él, era por alguien más. Casi me mata en el bosque y me marcó. No se salió con la suya por culpa de Miguel.
Pero pagó un precio terrible por ello, y desde ese día en adelante, no hubo vuelta atrás. Perdió su estatus de hombre lobo, su dignidad, su estatus, e incluso a sus padres, que siempre lo habían valorado.