Los ojos de Miguel destellaron con una luz peligrosa, y su rostro se llenó de ira contenida.
Mi racionalidad me decía que no lo provocara, pero las emociones turbulentas aún golpeaban mi pecho, lo que me hizo mirarlo desafiante.
Miguel avanzó hacia mí, apartando la mesa de un empujón.
—Levántate, Cecilia —ordenó Miguel con una voz peligrosa.
—No lo haré —me negué.
Lo que estaba haciendo, lo que estaba diciendo, no tenía sentido. Solo quería rebelarme contra Miguel.
Miguel extendió la mano y me sacó de la silla. Se movió como una bestia.
Chillé e intenté librarme de la mano de Miguel. —¡Suéltame, bastardo! ¡Licántropo idiota de la familia real! Todo lo que sabes hacer es controlarme, pero no me gusta esto. Tal vez a alguien le agrade que seas así. ¡Ve a buscar a tu exnovia Joanna! ¡Ella debe disfrutar su tiempo contigo!
—¡Cállate! —Miguel se puso frente a mí y dijo entre dientes.
—¿Por qué debería callarme? Tú eres el que...