—Señor, ¿se lo dijo? —Sombra se acercó a mí.
Lo miré, arqueando las cejas mientras me colocaban los gemelos que Valencia había escogido especialmente para mí.
Una sonrisa apareció en mi rostro cuando me di cuenta de que ella ya empezaba a actuar como una esposa, y eso para mí era más que suficiente, era energía pura, para luchar contra el mundo por ella.
Sombra suspiró a mi lado.
—Señor, usted dijo que le contaría todo en cuanto la viera —persistió Sombra.
Presioné mis labios en una línea delgada.
—Le contaré cuando sea el momento adecuado. Ella no necesita preocuparse por algo de lo que me ocuparé yo. No dejaré que unos ancianos decidan quién será mi Luna. Ella fue, es y siempre será mi Luna —respondí con firmeza.
Miré directamente a los ojos de Sombra para asegurarme de que captó mi punto y no dijo una palabra al respecto a Valencia arruinándole la noche.
—Sí, alfa —Sombra bajó la mirada a sus pies.
Suspiré.