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Chapter 3 - Capítulo 3 – Ando vivito y coleando

Y se preguntarán: ¿Por qué Nadir Valdez no les dijo a sus padres que lo estaban acosando? La respuesta es sencilla.

No quería preocuparlos.

Sus padres ya bastante tenían con sus propias cargas. A sus 58 años, la salud de ambos se deterioraba, y las deudas y problemas financieros los consumían lentamente. ¿Cómo podría añadirles sus propios tormentos? Así que decidió elegir lo que parecía ser "la salida más fácil": guardar silencio.

Otro spoiler: No salió bien.

Y aquí estoy yo. Vivito y coleando. O algo así. Habitando el cuerpo de Nadir Valdez.

Claro, no estoy del todo seguro de dónde estoy, pero eso es lo de menos. Volví a inspeccionar mi (ahora) nuevo cuerpo, dándome cuenta de que, a pesar de toda la sangre, no tenía ninguna herida visible. Sea lo que sea que me trajo aquí —Dios, dioses, seres celestiales, o lo que sea— curó este cuerpo.

Levantándome lentamente del suelo por segunda vez, me recargué en la pared más cercana mientras trataba de acostumbrarme a este nuevo cuerpo. Suspiré, aceptando lo que ya era evidente. En verdad reencarne.

Me levanté lentamente del piso y comencé a estirarme, cada movimiento sintiéndose extrañamente ajeno, pero dolorosamente real. Un día eres el hombre más deseado en la alfombra roja… y al siguiente, estás en un callejón oscuro en un cuerpo que no es el tuyo. ¡Qué giros de la vida!

Salí del callejón, parpadeando ante las luces brillantes que iluminaban la ciudad. México, me dije. Estoy en un lugar parecido a México. Debería haberlo sabido, los letreros están en español y el estilo de las casas le dan un aire de otra época al lugar.

Espera, ¿estoy en otra época? Me pregunté, un poco exaltado. Pero después vi los letreros, los coches estacionados y las exhibiciones en las tiendas.

No, se ve bastante real. Debes estar en el centro de la ciudad. Genial, al menos no estoy atrapado en una novela de época.

Intenté encontrar algún celular o aparato electrónico a mi alrededor, algo que me dijo exactamente dónde y en qué año estoy. Pero, por supuesto, mi suerte sigue siendo pésima como siempre.

Justo cuando me estaba resignando a mi suerte, un sonido fuerte rompió el silencio de la noche. Un golpe resonó al otro lado de la calle. Genial, ¿qué más puede salir mal hoy?

Y entonces los vi. Tres hombres. El que estaba en medio parecía ser el líder, más grande y gordo que los otros dos. Pero tan pronto como mis ojos se posaron en ellos, sentí que el mundo se detenía.

Sin quererlo, mi cuerpo comenzó a temblar. Un frío temor se apoderó de mí, paralizando cada músculo. No sabía quiénes eran, pero mi instinto me gritaba que escapara, que corriera lo más lejos posible.

Respire hondo, intentando calmar el ritmo acelerado de mi corazón. Pero una cosa era segura: quienquiera que sean… no traerán nada bueno.