Un día, mientras caminaba por el pasillo hacia la clase, Fitz-senpai apareció frente a mí.
"Ah, Rudeus. Finalmente te encontré. Te he estado buscando."
Él raramente venía a buscarme, así que no pude evitar preguntarme si hice algo malo, a
pesar de que nada se me venía a la mente.
"Me gustaría pedirte un pequeño favor. ¿Será buen momento?"
"Claro," respondí inmediatamente. "Déjelo en mis manos." Fitz-senpai me ha ayudado
mucho. Si él venía a pedirme un favor, no había forma de que yo pudiera rechazarlo.
"Gracias. Me alivia escucharlo. Tú eres el único a quien le puedo confiar esto."
¿Yo era el único en quien podía confiar? Vaya. En ese punto, ya tenía un muy mal
presentimiento. ¿Y ahora qué? Iba a hacer lo que fuera para ayudar a Fitz, pero tendría que
rehusarme si él salía con algo como, "Después del ataque del Rey Demonio, el Dios Dragón
vino a atacarnos. Por favor, defiéndenos." De hecho, yo probablemente me orinaría encima
incluso antes de poder responder.
Pero todo estaría bien, ¿no? Fitz-senpai nunca me pediría algo tan descabellado.
Él me guio hacia el patio. "Mira hacia allá."
Una sección del patio —más precisamente el centro— estaba bloqueado por un grupo
de personas. Dentro de ellas yacía un gigante familiar con piel negra azabache, tan dura como
el acero.
"¡Rey Demonio! Yo soy un demonio, pero nací aquí y no sé nada sobre el Continente
Demoniaco. ¿Qué clase de lugar es?"
"¡Buajaja! Los monstruos son peligrosos, y se mueven en manadas. ¡Aun así, también
tiene su lado bueno! ¡Deberías ir ahí cuando seas lo suficientemente fuerte como para
defenderte solo!"
"¡Rey Demonio! Me cuesta estudiar. ¿Qué debo hacer?"
"¡Buajaja! ¡Yo he sobrevivido miles de años sin estudiar! La mayor parte del
conocimiento es falso. ¡Solo un puñado de cosas son verdaderamente importantes! ¡No te
presiones acerca de estudiar!"
"¡Rey Demonio! ¿¡Cómo encuentro pareja!?"
"¡Buajaja! ¡Ve a decirle a todos tus objetivos románticos que te gustan! ¡Luego
concéntrate en cualquiera que te responda afirmativamente!"
Badigadi estaba respondiendo las preguntas de los niños demonio que lo rodeaban. Él
de seguro era popular, como una estrella de rock o algo así. Es decir, él era una estrella en
cierto sentido —era un rey demonio. Y, a pesar de su rostro aterrador, él era un sujeto
amistoso. No había duda de porqué les agradaba a las personas.
"¿Cuál es el problema?" le pregunté a Fitz.
"Bueno, ellos están en medio del patio, así que dificulta el paso de las personas. Y hay
muchos demonios de apariencia intimidante, ¿sabes? Algunas chicas se quejaron de que
tenían miedo. ¿Podrías hacer algo?"
Contemplé el dilema por un momento. "Creo que lo entiendo," dije finalmente.
Era difícil negar que muchos de los demonios se veían aterradores. Reúnanlos, y su aura
definitivamente iba a intimidar a las personas. Para colmo, si reunías suficientes personas en
un solo lugar, las cosas tendían a escalar. Badigadi era un pacifista, pero amaba el caos; si se
producían problemas, él no levantaría ninguno de sus dedos para detenerlo. Era solo cuestión
de tiempo para que se produjera algún disturbio.
"Muy bien. Puede confiar en que me encargaré de esto," dije.
"¿De verdad? Te lo agradezco mucho." Fitz hizo una pausa. "Si se produce una pelea,
me aseguraré de proporcionar refuerzos."
"No se preocupe. No se convertirá en un drama."
Yo tenía un plan.
Al día siguiente, el patio estaba en un estado completamente diferente. Para comenzar,
la multitud en medio había desaparecido. En cambio, había una gran fila alrededor del borde
del patio. Al final de la fila, un estudiante sostenía un letrero que decía, este es el final de la
fila. Cada vez que un nuevo estudiante se unía a la fila, el letrero cambiaba de manos.
Los estudiantes leales al Rey Demonio estaban ocupados gestionando la fila. Cuando les
dije que esto era por el bien de Su Majestad y sus seguidores, ellos comenzaron a ayudar
felizmente.
Al frente de la fila yacía una simple mesa de piedra y unas sillas. El gigantesco Badigadi
usaba una silla igual de gigantesca. En frente del rey demonio de piel negra había un letrero
que decía, "Mesa del consejo del rey demonio."
"Um, Rey Demonio… Es un poco difícil hablar de esto…"
"¡Buajaja! ¡Mis oídos son agudos! ¡Si gustas, puedes susurrar tu pregunta!"
"Bueno. Se trata de…" Esto fue seguido de susurros.
"¡Buajaja! ¡Asegúrate de nutrirte bien y rezarle a dios! ¡Puede que no lo entiendas ahora,
pero a su debido tiempo, entenderás que hay cosas más importantes que el tamaño!"
"¡Se lo agradezco mucho!"
"¡No hay problema! ¡El siguiente!"
Badigadi otorgó consejo a cada estudiante que se sentó frente a él. Sus reacciones fueron
muy variadas. Algunos estudiantes se veían ansiosos de aplicar lo que habían escuchado,
mientras otros no tanto. Aunque la mayoría se fue de la mesa viéndose feliz.
Cuando sonó la campana que anunciaba el final de las preguntas, Badigadi se puso de
pie. "Hunh. ¡Miren la hora! ¡Se acabaron las preguntas por hoy!"
"¡Todos los que siguen en la fila, tomen un número! ¡Pueden conservar su lugar en la
fila la próxima vez!" Los estudiantes encargándose de la fila entregaron números para que
aquellos que no había hecho sus preguntas a Badigadi se fueran sin causar un alboroto.
Observando la escena desde la distancia, yo le pregunté a Fitz-senpai, "¿Qué le parece?"
La popularidad del Rey Demonio atraía personas. Ya que estas personas no se reunían
por ningún propósito en particular, ellos no se daban cuenta de que estaban incomodando a
otros, ni que estaban físicamente en el camino. En vista de eso, ellas no recibirían bien un
regaño. Por lo tanto, yo había tenido la idea de invertir la premisa. Si una reunión era mala
porque estaba desorganizada, todo lo que tenías que hacer era presentar un sistema.
"Um… esto es un poco diferente de lo que esperaba," destacó Fitz.
"¿Es una mala solución?"
"No… Creo que es buena. Es decir, dudo que se produzca un alboroto." Su rostro estaba
bastante tenso.
El Rey Demonio Badigadi siguió llevando a cabo su mesa de consejos hasta el día en
que desapareció de la universidad.