Hace unos días, yo, Elena fui reconocida como una de las mejores científicas del mundo, gracias a mis inventos, que estaban a punto de cambiar el curso de la humanidad. Sin embargo, todo dio un giro inesperado cuando, de la nada, un camión, un avión y un barco cayeron sobre mí. No me preguntes cómo un barco llegó allí. No lo sé. Lo único que sé es que, de alguna manera inexplicable, ahora me encuentro en un mundo completamente nuevo.
Este lugar es extraño. A primera vista, parece bastante primitivo, pero la verdad es que depende casi completamente de la magia. Y cuando digo "casi completamente", me quedo corta. Aquí, para comer no necesitan cubiertos; un simple chasquido de dedos y la comida aparece ante ellos, lista para ser devorada. Admito que, si pudiera, haría lo mismo. Pero no puedo. He llegado a este mundo sin magia.
Para mi sorpresa, no soy la única. Aquí, los nacidos sin magia son considerados inferiores y exiliados del reino. Y aquí estoy, encerrada en una jaula, siendo transportada a un bosque poco amistoso junto a otros desafortunados.
"Al menos podrían darnos un palo para defendernos, ¿no?" Dije con sarcasmo, tratando de razonar con uno de los guardias.
El guardia, con una sonrisa engreída, se burló: "Señora, aquí ni siquiera usamos espadas, jajaja."
"¿¡Qué señora!? Estoy en mis cuarent..." Me detuve al recordar que no había tenido la oportunidad de verme en un espejo desde que llegué aquí. Es evidente que soy más joven, pero no sé cuántos años tengo ni qué apariencia tengo ahora.
"Llegamos", dijo el guardia mientras nos empujaba fuera de la jaula. "Ahora váyanse, son libres. Pero no pueden volver al reino... ¡APURENSE QUE TENGO HAMBRE!"
"Qué malhumorado, viejo feo," susurré. "¿De qué me sirve rejuvenecer si no puedo disfrutar de las comodidades que tenía?" Añadí con tristeza.
Mis compañeros de infortunio parecían resignados a su destino, cavando su propia tumba en este bosque desconocido. "¿Y ustedes qué harán?" Les pregunté, intentando despertar algún tipo de espíritu de lucha en ellos. "¡Pero no se rindan tan rápido!"
Tenía que encontrar alguna manera de sobrevivir. A mi alrededor había plantas que nunca había visto antes. Y... ¿ese árbol me estaba mirando?
"¡Aaah! ¿Qué es eso?" grité.
"Tranquila, son pacíficos... creo," respondió uno de mis compañeros.
"¿Cómo que 'creo'?" Le pregunté, un poco alarmada.
"Era esclavo, sólo he escuchado historias de la gente," dijo en voz baja. Apenas era un niño, y no tenía la menor idea de lo que hacer en esta situación.
"Escuchen todos," dije, intentando proyectar autoridad. "Sé que esta situación no es la mejor, pero no debemos rendirnos. Como dijo el viejo de antes, somos libres. Podemos hacer lo que sea, siempre que tengamos la ciencia de nuestro lado."
"¿Ciencia?" Preguntó uno de ellos, claramente confundido.
Dudaba mucho que entendieran el concepto de ciencia en este mundo. "Es como un tipo de magia que muchos desconocen," improvisé. "Si me siguen y son leales, les garantizo que en un futuro será mejor que haber estado en el reino."
Sorprendentemente, mis palabras parecieron motivarles. "Ahora sólo les pido, por favor, cualquier información que tengan sobre materiales, tipos de plantas, animales de este lugar me será útil. Y cualquier opinión será bienvenida. Por ahora, nuestro objetivo es construir un pequeño refugio, así que no nos queda más opción que explorar."
Asintieron y me siguieron. Eramos aproximadamente ocho personas, lo que haría complicado construir un refugio en un terreno desconocido. Era mejor encontrar alguna cueva o algo similar. Pero, ¿y si había monstruos dentro de ellas? No podía dejar todo a la suerte.
Mientras caminábamos, me mostraron plantas medicinales y me hablaron de los monstruos que habitaban el bosque. Me dijeron que existían vampiros, aunque rara vez se mostraban. Al parecer, no existen otras razas como elfos o semihumanos. Qué lástima, me hubiera gustado conocer alguno.
"Oye tú, pareces bastante mayor," le dije a uno de los hombres, "¿por qué no te expulsaron antes si no tienes magia?"
"Existen varios motivos," respondió. "Hay familias que ocultan a sus hijos o les mienten al reino. También hay enfermedades que impiden recuperar nuestra energía... y como el reino está sobrepoblado, simplemente nos exilian."
"Entiendo..." murmuré, asimilando la información.
Después de unos minutos, decidimos quedarnos en unos árboles huecos. De momento, parecía la mejor opción.
"Estos no están vivos, ¿verdad?" Pregunté, preocupada.
"No, no es el mismo tipo de árbol. No todos los árboles pueden expresarse o moverse de la misma manera. En los que estamos ahora, solo crecen y ya," explicó.
Era hora de poner manos a la obra. No tenía herramientas avanzadas ni maquinaria, pero tenía mi ingenio. Comencé a observar el entorno en busca de cualquier cosa que pudiera ser útil. Necesitábamos herramientas, y rápido. Encontré varias piedras afiladas cerca de un arroyo y pensé que podríamos usarlas como hachas rudimentarias para cortar madera.
"Vamos a hacer esto," dije, señalando las piedras. "Usaremos estas para cortar árboles pequeños y ramas. Luego, podemos afilar las ramas más gruesas y hacer lanzas o herramientas"
Al principio, algunos mostraron escepticismo, especialmente un hombre mayor que murmuró algo sobre la inutilidad de intentar cortar un árbol sin magia. Sin embargo, Ferideas, la joven guerrera, me miró con interés y decidió intentarlo. "Eso podría funcionar," dijo mientras recogía una piedra afilada y la probaba en una rama cercana. Después de unos minutos, logramos cortar un par de ramas y las afilamos.
Aunque el proceso fue lento y agotador, y algunos estaban claramente frustrados, otros empezaron a mostrar signos de esperanza. La construcción de herramientas básicas como hachas y lanzas nos dio una pequeña sensación de control sobre nuestra situación. Incluso aquellos que inicialmente dudaron de mi plan, como Bax, comenzaron a cooperar más activamente.
Con nuestras lanzas improvisadas, nos sentimos un poco más seguros. Decidimos ir a buscar un río para pescar. Sin embargo, la idea no resultó ser tan buena como pensaba. La mayoría eran torpes y apenas tenían fuerza para atrapar algo. Después de un par de intentos fallidos, se me ocurrió otra idea.
"Necesitamos un marco," dije, tomando un par de palos fuertes y flexibles. Usé algunas cuerdas que habíamos hecho con las fibras de las plantas locales y creé una especie de red improvisada. "Intenten esto," les dije, entregándoles la red.
Con la red, logramos atrapar algunos peces. Pero no eran peces comunes.
"¿Qué es esto?" Pregunté, observando uno de los peces que habíamos atrapado. Era grande, con escamas brillantes que cambiaban de color dependiendo de la luz, y tenía un par de pequeños tentáculos alrededor de su boca.
"Es un 'Keral'," respondió uno de los exiliados. "Es comestible, pero no es tan delicioso que digamos."
No me quedó más opción que conformarme con el Keral por el momento. Con el tiempo, fui fortaleciendo a mi grupo. Poco a poco, empezamos a construir herramientas básicas como hachas y cuerdas, y nuestro refugio comenzó a tomar forma.
Por la noche, noté que la actividad en el bosque se intensificaba. Preferí evitar a los monstruos que rondaban en la oscuridad. Nuestro grupo era pequeño, pero eso también significaba que no era tan difícil ocultarnos. Hasta ahora, habíamos visto criaturas similares a lobos, aves de gran tamaño y otros animales extraños, pero nada que nos obligara a movernos del refugio.
El niño esclavo, cuyo nombre era Clyan, empezó a acercarse más a mí. Me trataba como si fuera su madre, pero apenas podía cuidarme a mí misma, y mucho menos a un niño. No obstante, su presencia me recordaba mi responsabilidad hacia el grupo.
Ferideas, por otro lado, demostraba ser una joven fuerte a pesar de su apariencia delicada. Aunque parecía débil, su destreza con la lanza era impresionante. En poco tiempo, había aprendido a pescar y a cazar pequeños animales.
Luego estaba Bax, un tipo flojo, pero con una aguda habilidad para observar detalles. Un día, mientras estaba subido en un árbol, gritó: "Señora..."
"¡Si dices 'señora' de nuevo, te corto la lengua!" Le respondí, molesta por la forma en que insistían en llamarme así. Estaba rejuvenecida, pero no dejaba de irritarme ese mote.
"Está saliendo humo en la parte más profunda del bosque," continuó Bax, ignorando mi amenaza.
"Entiendo..." Reflexioné. ¿Serían más exiliados? ¿Deberíamos ir todos, o sería mejor enviar a alguien a explorar?.
"Ferideas, Bax, acompáñenme. Vamos a investigar más a fondo."
"Yo no quiero ir," se quejó Bax, resistiéndose.
"¡Que bajes de ese árbol o te bajo yo!" Le grité, perdiendo la paciencia.Con la ayuda de Ferideas, logramos que Bax bajara del árbol, y juntos fuimos a investigar el humo.