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Chapter 2 - Amplificador de magia

Al acercarnos al humo, nos encontramos con un campamento. Parecía un lugar improvisado, como si hubiera sido atacado recientemente. Varios magos se defendían de criaturas mágicas que asediaban el lugar. Ferideas, Box y yo observamos la escena desde la distancia.

"¿Deberíamos ayudarlos?" pregunté, dudando mucho pudieran resistir mucho tiempo sin usar más que su fuerza bruta.

"Miren eso, están usando magia," señaló Box. "¿No eran exiliados como nosotros? ¿Qué hacen usando magia?"

Ferideas estaba alerta, con la lanza preparada para cualquier sorpresa. Pero antes de que pudiera decir algo, una voz nos interrumpió desde detrás.

"Creo que es demasiado tarde para irse," dijo un desconocido que apareció entre las sombras.

Ferideas reaccionó de inmediato, apuntándole con su lanza. "¿Quién eres?"

"Tranquila, tranquila," dijo el hombre levantando las manos en señal de paz. "No tenemos por qué pelear. Somos exiliados como ustedes. No tenemos razón para hacernos daño."

"Sí, claro," respondí con sarcasmo. "Ahora exilian a los que usan magia, ¿no?"

"En realidad... sí," respondió él con una sonrisa extraña. "Hay magias que se consideran inútiles."

"¿Ah sí? ¿Y cuál es la tuya?" pregunté, cruzando los brazos.

"Detecto seres vivos en un radio de un metro. No muy impresionante, ¿verdad?"

"Pues sí que es inútil," respondí. "Entonces, ¿cómo nos encontraste?"

"Digamos que hemos encontrado una forma de amplificar nuestras habilidades. Pero es complicado de explicar." Sonrió de forma inquietante. "¿Por qué no me acompañan a nuestro campamento?"

Ferideas seguía con la lanza en alto. "No confiamos en extraños tan fácilmente."

"Está bien, Ferideas," interrumpí. "Vuelve y avisa a los demás sobre nuestra situación. Diles que hemos encontrado otro grupo de exiliados, pero que permanezcan alerta."

El hombre frunció el ceño. "¿Hay más de ustedes?" preguntó con curiosidad.

"Sí," respondí, observándolo con desconfianza. "¿Por qué preguntas?"

"Eso es una excelente noticia," dijo con una sonrisa que no me gustó nada. "Pero es mejor que no regresen esta noche. Hemos llamado la atención de criaturas peligrosas. Quédense aquí y hablen con nuestro líder mañana."

"Está bien," respondí, sintiéndome agotada. "Nos quedaremos esta noche."

El hombre que nos guió se llamaba Eder. A medida que pasaba el tiempo, me impresionaba que este grupo hubiera sobrevivido en un campamento tan inestable. Utilizaban magia de fuego para defenderse de los ataques de criaturas, pero algo no cuadraba. La magia de fuego que usaban parecía volverse cada vez más débil. Tal vez el amplificador que mencionaron también está perdiendo su efecto.

Mientras hablaba con Eder, noté que la magia de su campamento, aunque útil, tenía un comportamiento irregular. Parecía haber una especie de flujo de poder que subía y bajaba.

"Su amplificador de magia parece temporal," comenté mientras observaba las defensas.

"Lo es," admitió Eder con una mueca de resignación. "Es por la falta de materiales."

"¿Qué materiales?" pregunté, intentando sonar casual.

"Ya lo sabrás," dijo Eder, sonriendo con ese mismo aire inquietante. "Te llevaré con nuestro líder."

Cuando llegamos a la tienda principal, nos recibió el líder del campamento. Nos ofreció una bebida, la cual acepté con cautela. El vaso, evidentemente creado con magia, era un recordatorio más de lo que ellos podían hacer y yo no.

"Hola, soy Elena," me presenté, señalando a mis compañeros. "Este es Box, y ella es Ferideas."

"Es un placer conoceros," dijo el líder con una sonrisa forzada. "Es un alivio saber que hay otros sobrevivientes."

"Lo mismo digo," respondí antes de tomar un sorbo de la bebida. Tenía un sabor extraño, metálico.

El líder continuó: "Por casualidad, ¿alguno de ustedes tiene magia? Nuestro artefacto puede amplificarla, y si nos unimos, podríamos ayudarnos mutuamente."

"¿No que les faltaban materiales?" pensé con recelo. Algo no encajaba, y la sonrisa del líder comenzaba a incomodarme.

"De hecho," dijo el líder, mirando hacia una esfera luminosa que flotaba en una esquina de la tienda, "están a punto de presenciarlo."

"¿De qué estás habl...?" Mi cabeza comenzó a dar vueltas. Fui interrumpida por un fuerte mareo, y mi visión se nubló. Sentía como si el mundo se desmoronara a mi alrededor. Lo último que vi antes de perder el conocimiento fue la desagradable sonrisa del líder.

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Box, siempre desconfiado, había fingido beber el té. Ferideas, al notar algo extraño en el ambiente, se contuvo de beber también. Ambos se miraron de reojo, sabiendo que algo iba terriblemente mal.

"Esto no está bien," susurró Ferideas. "Tenemos que salir de aquí."

Box asintió, pero justo cuando intentaban escabullirse, notaron que Eder parecía menos alerta de lo habitual. Su habilidad para detectar seres vivos a su alrededor parecía estar decayendo, probablemente debido a que el artefacto amplificador estaba perdiendo efectividad. Este era su momento.

"Vamos ahora," dijo Box en voz baja. Aprovechando el momento en que Eder estaba distraído, ambos se deslizaron hacia las sombras, alejándose de la tienda principal.

A pesar de haber escapado de la tienda, el campamento estaba lleno de guardias. Cada paso que daban los acercaba al peligro de ser detectados. Ferideas señalaba con su lanza los puntos de vigilancia, mientras Box buscaba rutas entre las carpas.

"No podemos simplemente salir corriendo," dijo Box. "Ese maldito artefacto amplifica cualquier magia, incluida la de Eder. Si logra reactivar su habilidad, nos detectará al instante."

"Entonces necesitamos destruirlo o sabotearlo," respondió Ferideas, con su mirada fija en la tienda del líder.

"¿Sabotear magia? Estamos locos," Box murmuró, pero sabía que no tenían otra opción.

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Desperté aturdida, mis brazos atados y mis piernas entumecidas por la postura en la que había estado. La habitación donde me encontraba era pequeña, iluminada por una luz tenue que provenía de una antorcha en la pared. En cuanto mi visión se aclaró, me di cuenta de que Eder estaba sentado frente a mí, observándome con esa misma sonrisa perturbadora que había visto antes de perder el conocimiento.

"¿Por qué... por qué me haces esto?" logré decir, con la voz rasposa. "Somos exiliados, deberíamos ayudarnos mutuamente."

Eder se recostó en su silla, su mirada afilada. "Ayudarnos mutuamente… qué pensamiento tan inocente, Elena." Se inclinó hacia adelante, sus ojos brillando con una mezcla de emoción y desprecio. "¿Acaso crees que la bondad va a salvarnos en este mundo? Este lugar nos desprecia. Nos consideran basura porque no tenemos magia útil. Nos exiliaron sin pensarlo dos veces. Y créeme, si no hago esto, nadie más lo hará."

"¿Esto?" pregunté, sintiendo el peso de lo que estaba implícito. "¿Extraer mi sangre hasta matarme? ¿Eso es lo que llamas sobrevivir?"

Eder se rió, un sonido seco y amargo. "No lo entiendes, pero pronto lo harás. Esta es la única forma de sobrevivir en este infierno. Si no logro controlar el artefacto y amplificar mi magia, nunca podré salir de aquí. Y mucho menos vengarme del reino que nos condenó."

"Venganza... ¿Todo esto es por venganza?" Lo miré incrédula. "¿Y crees que un artefacto puede cambiar algo? Eres un exiliado, igual que yo."

Eder me fulminó con la mirada. "No somos iguales. Te contaré algo." Se levantó y comenzó a caminar lentamente por la habitación, como si estuviera recordando un viejo secreto. "Antes, me parecía una completa estupidez llevar este anillo." Extendió la mano, y vi el pequeño anillo de aspecto humilde en su dedo. "¿No parece algo que usaría un noble, verdad? No parecía tener valor."

Se detuvo y me miró. "Este anillo ha sido transmitido por generaciones en mi familia. No le di mucha importancia. Es más, pensé en venderlo una vez que mi padre falleciera o algo así. Pero para mi mala fortuna, antes de que pudiera hacer eso, el reino decidió que mi magia era inútil. Me exiliaron, me arrojaron como basura al mismo destino que tú."

"¿Y cuál es tu magia?" le pregunté, intentando ganar tiempo, intentando comprender cómo alguien que había sido condenado por su propia inutilidad podía ahora tener tanto poder.

"Mi magia," dijo, una mueca amarga dibujándose en su rostro, "es la extracción de sangre." Notó mi expresión confundida y se inclinó hacia mí. "Suena útil, ¿no? Pues no lo es. Solo podía extraer una gota de sangre de cada ser vivo. ¡Una maldita gota! ¿Te imaginas lo frustrante que fue descubrirlo?"

Me quedé en silencio, procesando sus palabras. Eder siguió hablando, cada vez más absorto en su propio relato.

"Le pregunté muchas veces a mi padre por qué debía llevar este anillo. Me decía que podría convertirse en una poderosa arma si descubría cómo activarlo. Él nunca lo hizo. Así que lo llevé por obligación, sin comprender su verdadero valor." Eder hizo una pausa y luego rió con amargura. "Pero la ironía del destino es que este anillo terminó salvándome la vida."

"¿Qué quieres decir?" pregunté, notando que cada palabra lo acercaba más a una peligrosa revelación.

Eder suspiró, como si estuviera contando una anécdota distante. "Un día, nos atacaron las criaturas del bosque. Sin magia que me ayudara a defenderme, pensé que sería el fin. No tuve más opción que usar como escudo a un exiliado sin magia, como tú. Lo empujé contra las criaturas y en el proceso su sangre cayó sobre el anillo." Hizo una pausa, observando mi reacción. "Y algo increíble ocurrió. El anillo absorbió la sangre rápidamente, como si fuera una esponja. Sentí una ola de poder, una energía inmensa. Mi magia, esa magia que no servía para nada, se amplificó. De repente, no solo podía extraer gotas de sangre. Podía drenarlos completamente."

Me estremecí, las piezas comenzaban a encajar. "¿Y eso te ayudó a derrotar a las criaturas?"

"Sí," dijo con una sonrisa sádica. "Los destruí fácilmente. Bastaba con drenar toda su sangre, y las criaturas cayeron muertas a mis pies. Desde ese momento supe que este anillo tenía un poder que ni siquiera mi padre había comprendido. Pero no se detenía ahí. Con el tiempo, descubrí que podía hacer más que amplificar mi propia magia."

"¿A qué te refieres?" pregunté, temiendo la respuesta.

Eder sonrió aún más amplio. "El anillo no solo amplifica la magia de quien lo lleva. Si lo alimento con suficiente sangre, también puede amplificar la magia de los demás. Lo probé con algunos de los exiliados que encontré, pero no todos sobrevivieron. Al parecer, si el anillo absorbe demasiada magia, el cuerpo colapsa, se consume desde dentro."

Sentí una punzada de horror. "Entonces, ¿eso es lo que planeas hacer con nosotros?"

"Claro," dijo con una tranquilidad escalofriante. "Con más exiliados como tú, tengo más oportunidades de sobrevivir en este infierno. Y cuando tenga el poder suficiente, regresaré al reino. Los haré pagar por todo lo que nos han hecho."

"Estás loco," murmuré, intentando moverme, pero las cuerdas eran demasiado apretadas. "Esto no te salvará. Todo lo que haces es condenarnos a todos."

"Tal vez. Pero no tengo otra opción." Eder se acercó a mí, inclinándose para susurrarme al oído. "Y tú tampoco."

Me quedé en silencio, sintiendo el sudor frío en mi espalda. Tenía que salir de allí. Pero, ¿cómo?