El montón de huesos comienza a amontonarse en un remolino caótico, y ante mis ojos, se forma un gigantesco esqueleto con una espada colosal en sus manos. Danis, a mi lado, se prepara.
—¡Dave, prepárate! —grita Danis, con los músculos tensos y la espada alzada.
El esqueleto gigante, recién formado, nos mira con una mueca burlesca que parece un intento de sonrisa.
—Gracias, humanos, por despertarme de mi largo sueño —dice el Rey Esqueleto, levantando su espada y avanzando hacia nosotros con paso firme.
Sin darnos tiempo para reaccionar, el Rey Esqueleto se lanza hacia nosotros con un ataque feroz. Danis y yo comenzamos a esquivar y contraatacar. Las espadas chocan con un estruendo ensordecedor. El Rey Esqueleto lanza una patada poderosa, y Danis sale volando hacia el fondo de la cueva, golpeando violentamente contra la pared rocosa.
—¡Danis! —grito, corriendo hacia el esqueleto. Pongo toda mi energía en mis puños, concentrando mi magia ilimitada en cada golpe. Mis puños se iluminan y golpean al Rey Esqueleto uno tras otro, pero él bloquea cada ataque con su espada sin mostrar signos de debilidad.
—Nada mal, humano... pero esto se acaba ahora —dice el Rey Esqueleto, lanzando su espada hacia mi cabeza con una fuerza brutal.
Justo cuando la espada está a punto de alcanzarme, Danis se mueve con una velocidad increíble. Su espada de un azul celeste choca contra la del esqueleto, desviando el ataque y lanzándolo hacia atrás. Danis, jadeando, parece estar agotando rápidamente su energía.
—¿Estás bien, Dave? —pregunta Danis, con el rostro bañado en sudor.
—Sí, estoy bien, pero tú... ¿puedes seguir?
Antes de que pueda responder, el Rey Esqueleto aparece detrás de nosotros con una rapidez imposible para su tamaño.
— ¿Van a seguir charlando? —dice el Rey, levantando su espada una vez más.
Comienza a lanzar golpes frenéticos. Danis bloquea como puede, mientras yo intento atacar desde un lado, pero el esqueleto me esquiva con facilidad y lanza una patada que apenas logro esquivar. Danis apenas puede mantener el ritmo, pero veo en sus ojos que tiene un plan.
—No quería tener que usar esto, pero parece que no hay otra opción... —dice Danis, mientras corta su propia mano con la espada.
La sangre fluye por su brazo, y una especie de vena mágica de la espada se conecta a la herida. La espada cambia de color a un rojo profundo, vibrando con una energía intensa.
—Ahora verás de lo que soy capaz, maldita bestia —declara Danis, apuntando con su espada hacia el Rey.
—Muéstrame de lo que eres capaz, humano —responde el Rey, sonriendo con sus dientes de hueso.
Danis se lanza a una velocidad imposible, y la cueva retumba cuando sus espadas chocan. El choque de sus ataques es tan fuerte que el suelo se quiebra a su paso, destrozando a los esqueletos menores que se acercan. Cada golpe es una explosión de magia y fuerza. Danis concentra toda su energía en un último ataque devastador, logrando lanzar al Rey Esqueleto al otro lado de la cueva.
—Uff... maldita sea, ese monstruo me ha dado más problemas de los que esperaba... —dice Danis, respirando con dificultad.
—Con ¿quién crees que estás hablando? —responde el Rey, burlándose desde el otro lado de la cueva—. Apenas la diversión está comenzando.
El Rey Esqueleto levanta su mano y, en un rugido poderoso, grita:
—¡Venga a mí, antiguos guerreros, y servidme una vez más!
De repente, una avalancha de esqueletos comienza a surgir de todas las direcciones. Danis está al borde del colapso, su energía casi agotada. Recordando lo que Danis dijo antes, una idea comienza a formarse en mi mente. Tengo mucha magia... ¿y si intento imbuirla en una piedra, como la bomba de antes?
Agarro una pequeña roca del tamaño de una bola de béisbol y comienzo a infundirla con mi magia. La energía se desborda, la piedra vibra violentamente en mis manos. Esto se está saliendo de control, pero no puedo detenerme ahora. Con la postura de un lanzador de béisbol, me preparo para lanzar la bola de magia pura que está a punto de explotar.
—¡Danis, corre! —grito con todas mis fuerzas.
Danis se lanza a correr en el momento justo en que lanza la bola con toda mi fuerza, rezando para que funcione. El Rey Esqueleto ve la bola volar hacia él e intenta golpearla con su espada, pero la bola se detiene en el aire justo antes de alcanzarlo.
— ¿Es esto lo mejor que tienes, ni —ríe el Rey, justo antes de que un rayo de luz atraviese la cueva.
De repente, la bola mágica explota en una luz cegadora, arrasando todo a su paso. Danis y yo somos lanzados hacia atrás por la onda expansiva. Cuando finalmente la explosión se disipa, abro los ojos y veo el daño devastador: la bola de magia casi ha arrasado una montaña entera.
—¡Vaya... creo que me pasó un poco! —digo, mirando incrédulo el cráter humeante que quedó tras la explosión.
Danis, de pie junto a mí, sonríe débilmente.
—Definitivamente, Dave, necesitas aprender a controlar esa magia ilimitada tuya... pero eso fue increíble —responde, dejando escapar una risa cansada.
El Rey Esqueleto, apenas visible entre los escombros, empieza a levantarse. Esta batalla está lejos de terminar.