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La Leyenda de Anle y Amra

🇪🇨The_Broken_M
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Synopsis
Cuando una carta inesperada llega hasta el trono de Tarantia desde un lejano reino oriental, el Rey Conan de Aquilonia parte una vez más, a la cabeza de una delegación, hacia las místicas tierras de Khitai, para proteger no sólo a su nación, sino al continente hiborio entero del maldito legado dejado atrás por el rey brujo Yah-Chieng. ¿Qué ocurrirá tras el encuentro de dos reinos, cuando dos almas deban cruzar tierra y mar como hicieren antaño? ¿Cómo harán para desatar un destino compartido hacia las tinieblas?
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Chapter 1 - Prólogo

La embarcación del emperador Han Ye partió del reino de Dajing a la cabeza de la regia flota mercante en medio de la mañana, tapiñada de nubes, presta a cerrar el acuerdo comercial que traería perlas, frutas, piedra de hierro y gemas preciosas de las Islas Yamatai, al este.

Atrás quedaba ya la capital, y el gran puerto se volvía más y más pequeño con cada minuto que pasaba, mientras los ocupados marineros ajustaban las velas y amarraban cuerdas o iban de aquí para allá asegurándose de que el cargamento en las bodegas se mantuviera asegurado. El monarca, en sus ajuares plateados, se mantenía de pie como una vieja garza, con la mirada fija en el horizonte que le esperaba, acariciando con expectación su corta barba cana de finos vellos, con el pecho elegantemente henchido a pesar de las preocupaciones en su mente. Todo lo que había planeado para la prosperidad de sus dominios debía salir tal cual lo esperaba, y era necesario.

"Hago lo que tú harías por mí, y por nuestro pueblo"

No solamente se trataba de concretar la venta de bienes a una tierra vecina a cambio de tesoros, sino también estrechar lazos con cada aliado potencial que tuviera cerca, frente a lo que, sabía, estaba por llegar.

"Que el Cielo los cuide mientras no estoy...nos veremos pronto"

Al cruzar esa imagen de su familia su pensamiento, sonrió y sus párpados se alivianaron.

"Debes estar listo, Han Ningxi"

Estaba lejos de estar solo, pues había dejado no solamente a una corte fiel y un país reformado hacia la eficiencia de la burocracia, tan torpe entre otros reinos khitanios, sino que también tenía a alguien para administrar todo en su lugar. Viendo con nostalgia las ondeantes y pacíficas aguas, su mente se deslizaba en medio de la quietud en su interior hacia ese día afortunado, cuando la conoció en la ciudad de la que acababa de zarpar, a un diamante en bruto que esperaba ser refinado, y que en realidad no requería ser pulido por hombre alguno. Esa persona que era más de acción que de palabras, que prefería blandir una espada y vociferar en reuniones y banquetes antes que sentarse a estudiar los manuscritos de los eruditos de Leng, Vendhya o Pathenia, y en cuyo abrazo, sin embargo, encontraba aquello que amaba más que los números o la filosofía.

- Majestad...

Era el capitán, que hacia una reverencia, saludando con brazos al frente, su puño envuelto en su otra mano:

- Estamos ya en altamar. Si el viento nos favorece, llegaremos al puerto de Inarui en dos días.

- Ya veo. Que los hombres estén listos. Aunque ya nadie está para unirlos, los piratas podrían aparecer en cualquier momento por esta ruta.

- No debe preocuparse, soberano - replicó el capitán - Esas alimañas no osarán acercarse a nuestros artillados si aprecian sus cabezas.

- Aun así mantén las aguas vigiladas, que todos los navíos hagan la formación de cuña. Jamás arriesgaría este cargamento dejándolo a suertes.

- Entiendo, pero...nadie sabe que salimos con...

El rey, con firmeza pero con algo de velado humor, añadió, ezagerando sutilmente una mirada severa, con la ceja enarcada:

- ¿Acaso contradecirás a tu rey?¿Es que no te importa la seguridad de nuestra gente?

El capitán se puso pálido:

- Perdóneme, no quise contrariarlo, majestad. Se hará como ordenó, procederé enseguida.

El oficial se postró y salió de la presencia de Han Ye sin darle la espalda. No era él uno de los tiranos del pasado, que decapitaban a sus siervos por voltear o expresar sus inquietudes, pero tampoco era negligente, y lo que más le importaba en una sociedad era que esta siguiese la norma. Habría sanción a su subordinado por su torpeza, pero esta sería ligera por ser la primera vez que ocurría, sobre todo porque este capitán era nuevo en su cargo; serían sus tutores en la academia naval aquellos que recibiesen la mayor parte del reclamo. Este regresó minutos más tarde a su camarote, no sin antes tomar un buen respiro, apoyando su mano en la borda.

Había términos que revisar, apilados sobre su escritorio, enviados por los delegados que le visitaron hace cosa de unos meses, respondiendo a la llamada que hizo a sus señores más poderosos para negociar.