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Chapter 22 - Capítulo 21: La lógica de un todo

Miranda

 

 

 

 

Después del ocaso de nuestro viaje y el beso que le di a Emiliano, no fue necesario que me pidiese noviazgo para saber que, en efecto, éramos novios.

El retorno a Nueva París fue romántico y apasionado y en ningún momento, la imagen de Axel me impidió disfrutar esos días tan lindos e inolvidables.

Siempre resalté lo atento que fue Emiliano al ser mi novio, y algo que lo caracterizó fue presumir de mí ante la banda cuando llegamos a Nueva Paris, quienes ya intuían que tarde o temprano seríamos más que amigos. Todos se portaron genial conmigo y me incluyeron en su gremio, salvo Jimena y sus amigas que tal vez me empezaron a tener rencor.

El comportamiento de Jimena nunca me importó, y como me la pasaba mayormente con Emiliano y la banda, disfruté mucho de una gran amistad con ellos y en la que cada vez que podía, al salir del trabajo, iba a sus ensayos.

En cuanto a mi romance con Emiliano, ha sido hermoso hasta cierto punto, ya que si bien fue amoroso, atento y romántico, poco a poco fue cambiando su comportamiento conmigo, más que todo cuando obtuvieron el contrato por parte de la disquera.

Emiliano y yo llevábamos una linda relación y habíamos hecho el amor en un par de ocasiones, de una manera romántica y divina que me hizo quererlo más. Pero ya con la obtención del contrato y un primer pago cuya suma de dinero le permitió darse sus primeros lujos, este empezó a cambiar poco a poco su personalidad.

Nuestra primera discusión ocurrió al cabo de un mes después de la obtención del contrato, cuando le sugerí a Emiliano que se reuniese con la banda y les plantease la idea de contratar a un representante. Él alegó que no lo necesitaban, ya que su papá era abogado, pero la cuestión no se trataba de los temas legales, sino del crecimiento del éxito, pues podían llegar más lejos.

—No es por la elección de contratos, ni los temas legales —alegué—. Es por un mayor reconocimiento de la banda… Comentaste que el contrato básicamente financia la grabación de su primer álbum, pero, ¿y después?

—Nos hacemos virales en YouTube, Spotify y nuestras redes sociales… Se trata de hacer más dinero —replicó—. Es así de simple… Luego la compañía querrá hacernos otro contrato en el que financiará giras nacionales e internacionales, se encargará de elaborar la mercancía con nuestra imagen y la grabación de un nuevo álbum… Tenemos muchas canciones buenas.

—¿De veras piensas que es así de fácil? —pregunté.

—No me lo preguntes como si fuese un idiota —respondió un poco indignado—, sabemos lo que estamos haciendo, no te preocupes y céntrate en tus cosas.

—Pero…

—¡Ya! Miranda, por favor, déjame tranquilo y simplemente apóyame… Yo no estoy metiéndome en tus cosas, como bien sabes.

—Está bien —musité, sin ganas de seguir discutiendo.

Me dolió que Emiliano no notase que me preocupaba por su éxito.

Teníamos cinco meses siendo buenos amigos, de los cuales en uno compartíamos una relación romántica. Nunca, durante nuestra amistad, demostró ese comportamiento receloso que me hizo recordar a Jimena. Pero, aun con el mal sabor de boca que me dejó su respuesta, le hice caso y no volví a mencionarle el tema.

Desde ese pequeño desacuerdo, dejé de asistir a los ensayos y grabaciones de la banda, y me centré tanto en mi trabajo como en la idea de pedirle apoyo económico a mi tía para fundar una alfarería; me había enamorado de esa práctica. Sin embargo, medité al respecto y preferí dejarlo pasar, pues una voz interior me decía que era un plan que no me traería buenas compensaciones económicas, y honestamente no quería endeudarme.

Por otra parte, mi relación con Emiliano se volvió un poco distante, pues pasaba sus días en el estudio de grabación. Apenas los sábados descansaba, aunque en realidad solo me buscaba para hacer el amor, lo cual me hizo sentir como un objeto de placer y antiestrés.

No me sentí a gusto con esa versión de Emiliano, me asombró para mal el cambio en su comportamiento luego de que nuestra relación pasase al siguiente nivel. Ya no era atento ni caballeroso, ni se comportaba como el amigo que tanto aprecié, aunque compensaba esos detalles con romance y seducción; admito que era excelente en la cama.

Sin embargo, extrañaba al muchacho que conocí en la heladería, el que me ayudó a despejar la mente del pasado e incluso superarlo de forma progresiva; era ese el Emiliano que yo quería.

Parte de la culpa la tenía yo, pues fui quien lo besó cuando me declaró su amor, aunque si le hubiese dicho que apreciaba más su amistad, tal vez se habría alejado de mí.

Entonces, una tarde de sábado en la que nos encontramos en la heladería, por unos instantes tuve la dicha de disfrutar del viejo Emiliano, al atento y caballeroso muchacho que conocí. Me animó a verlo así, y en medio de una emoción contagiosa, dijo que me tenía una sorpresa.

—Sabes que no me gustan las sorpresas —dije con fingida seriedad. Esto lo hizo sonreír.

Emiliano parecía otro hombre físicamente desde que la banda inició las grabaciones del álbum. Se le notaba el estrés en su cuerpo y rostro, tenía notables ojeras, estaba delgado y agotado la mayoría de las veces.

Los sábados eran de vital importancia para él, tanto por ser la única oportunidad de vernos en la semana como por la recuperación de su energía. Por eso hacía mi mayor esfuerzo en no reprocharle las cosas que no me gustaban de él.

—Esta es una sorpresa que te alegrará mucho, ya verás —aseguró.

Así que me llevó a su auto y abrió la puerta del mismo como en días no lo hacía. Luego subió y condujo hasta la zona costera de Nueva Paris, cerca de un conjunto residencial que me permitió intuir de qué iba su sorpresa, aunque por instante pensé que me había equivocado.

Emiliano no se detuvo en la zona, sino que siguió conduciendo hasta el final de una avenida donde el camino pavimentado terminaba y daba paso a un sendero de arena.

Condujo por el sendero hasta que llegó a una bella casa de madera blanca, ubicada a unos doscientos metros de la playa. Por fuera, era un lugar maravilloso, con bellos jardines florales, bastantes palmeras de coco y un amplio terreno con césped bien cuidado y podado.

El frente de la casa presumía de un pequeño porche con dos mecedoras, sus ventanas eran rectangulares y la puerta de la entrada estaba identificada con el número veinticinco.

—¿Por qué me traes aquí? —pregunté confundida.

Él no respondió, solo sacó un juego de llaves del bolsillo de su chaqueta y me la entregó.

—Felicidades, señorita Ferrer —dijo emocionado—, es usted la propietaria de este inmueble.

—¡Qué! —exclamé asombrada.

—Tal cual oíste, esta es tu casa —respondió.

Bajamos del auto y nos dirigimos a la casa.

Era pequeña pero muy acogedora.

Cuando entramos, nos topamos con una linda sala de estar con dos sillones frente a una chimenea, un pequeño escritorio junto a la ventana con vista al mar y varios adornos artesanales.

Una puerta conducía a la cocina, equipada con todo lo necesario para llevar a cabo las labores culinarias con la mayor comodidad posible.

Cuando retornamos a la sala de estar y subimos por las escaleras que nos llevaban al segundo piso, caminamos por un angosto y corto pasillo; había dos puertas al final del mismo.

En la primera, me encontré con una linda habitación, con una ventana de vista espectacular, dos mesitas de noche al costado de una cama matrimonial, un televisor y un escritorio con libretas de apuntes. Detrás de unas puertas había un armario espacioso y un cuarto de baño con bañera.

—¿Te gusta? —preguntó.

—¡Me encanta! —respondí emocionada.

La segunda habitación era un taller de arte equipado, también con una ventana que me permitía apreciar un bosque de palmas y parte de la playa; el sitio ideal para retomar mis vocaciones artísticas.

—Y esto no es todo. También compré estos terrenos y los puse a tu nombre… Son quinientos metros cuadrados de propiedad en los que podemos hacer lo que queramos… Ya luego mandaré a construir un buen cercado para establecer los límites.

—No sé qué decir —musité.

—No es necesario que digas nada, tu felicidad es la gratitud que esperaba —dijo, dándome luego un tierno beso.

Yo lo abracé y recosté mi cabeza en su pecho. Fue reconfortante recuperar al viejo Emiliano por esos instantes.

—La mudanza puedes llevarla a cabo cuando gustes. El sendero te lleva a la avenida, y cerca hay una parada de autobús en la que encontrarás la ruta que te deja frente al negocio de tu tía. Me hubiese gustado regalarte un auto, pero también quiero consentirme a mí mismo —dijo.

—Te mereces consentirte y un buen descanso. Te está consumiendo el estrés y eso puede ser contraproducente para tu carrera —dije con preocupación.

Emiliano besó mi frente y me pidió que no me preocupase, pues las grabaciones estaban por terminar. Aseguró que, una vez que terminasen la grabación de una última canción, el trabajo pasaba a manos de los ingenieros de sonido y los productores.

Entonces, nos quedamos ahí mirando el ocaso del atardecer y agradeciendo la fortuna de compartir un gratificante momento como pareja y amigos.

♦♦♦

El 24 de diciembre por la mañana, cuando desperté con el sonido de las aves, me levanté y miré hacia el mar con una extraña sensación de vacío en el pecho, luego de soñar con Axel. Supe que lo seguía extrañando a pesar de lo feliz que era con Emiliano. Así que rasqué mi entrecejo y suspiré en un par de ocasiones antes de ir a cepillar mis dientes.

Ese día, tenía que asistir a una cena que organizó la familia de Emiliano, en la que también estarían sus primos y otras personas que no conocía. Estaba consciente de que me sentiría de más en esa reunión, pero tenía que mostrarle mi apoyo.

Otro pesar que enfrenté fue la idea de que Axel se enterase de mi noviazgo con Emiliano, pues a este le encantaba presumirme en las entrevistas que ya le hacían.

Me sentía especial cuando me presumía, pero a la vez desdichada por la imagen de un Axel dolido y decepcionado; fue un dilema incómodo.

Bajé a la cocina y preparé un poco de café para acompañar mi desayuno. Tan pronto terminé de desayunar, salí al porche y me senté en una mecedora para dejar que la fresca brisa con aroma a mar pegase en mi rostro.

Luego, seguí el sendero hasta la playa y caminé durante varios minutos mientras reflexionaba. Me hubiese dado un baño si no fuese por la llegada de Emiliano, quien me saludó con un grito desde el porche.

Volví a la casa y me encontré con él, a quien abracé y besé con emoción.

Hacía varios días que no lo veía.

Emiliano me correspondió con la misma emoción y me dijo que me había comprado un bello vestido de gala, lo cual me dejó un tanto inconforme, ya que creí que esa noche era un momento indicado para usar el que me regaló mi tía Alma.

—Esta noche, mi amor, daremos una buena noticia a la familia —dijo—. Calavera saldrá el 15 de enero y tengo la certeza de que será un éxito… La promoción por parte de la disquera ha sido brutal y la repercusión en redes sociales nos permite estimar que superaremos la meta de reproducciones y descargas en las distintas plataformas.

—Felicidades, se merecen ese éxito y mucho más —dije, a la vez que lo abrazaba y me dejaba llevar por el aroma de su perfume.

—Se estima que el estreno en YouTube tenga un millón de reproducciones en la primera semana —comentó emocionado.

Pensé que Emiliano se quedaría conmigo el resto del día, pero solo pasó a dejarme un pendrive que contenía el álbum de la banda para que lo escuchase. Entonces, se despidió de mí con un beso y me pidió que estuviese lista a las ocho de la noche, asegurando que pasaría por mí.

Pasé gran parte de ese día en triste soledad, y quise llamar a mamá o a mi tía Alma para que me visitasen, pero sabía que estaban bastante ocupadas.

Me hubiese encantado trabajar con ellas, pero ya le había pedido el día libre a mi tía creyendo que la pasaría con Emiliano. Así que decidí volver a la playa y seguir caminando mientras pensaba en un hombre que empecé a extrañar cada vez más.

El recuerdo de su personalidad, su sonrisa, su talento y lo mucho que me amaba aún persistía. Nunca pude olvidarlo y mis esfuerzos por no llamarlo ese día o al menos enviarle un mensaje de texto, me resultaron complicados.

Estaba más que consciente de que, por mucho que quería y apreciaba a Emiliano, Axel era el único hombre que le daba sentido a mi vida y con quien anhelaba compartirla. El hecho de no poder hacerlo fue una de las peores experiencias que enfrenté. En un paraíso donde podíamos entregarnos de lleno a nuestras pasiones artísticas y carnales.

Fue así como llegué a la conclusión de que nunca amaría a Emiliano; eso me hizo sentir peor.

Por otra parte, y en medio de mis reflexiones, me disgustó comprender la manera en que nacemos siendo inocentes y crecemos para sufrir, enfrentando toda clase de obstáculos con tal de superarlos y envejecer llenos de una experiencia que compartimos con amor e ignoran con desprecio.

A pesar de lo deprimente que me resultó asimilar esa realidad, opté por mantener la mentalidad de Axel en cuanto a su forma de apreciar el tiempo y la vida en sí, ya que no deberíamos llamarle sufrimiento a nuestras caídas, derrotas y malas decisiones.

A fin de cuentas, cada experiencia, sea buena o mala, es una manera de aprender la lógica de un todo que dura poco, pero que realmente vale la pena.