Al día siguiente.
Los rayos del sol atravesaban las cortinas, tiñendo el suelo de madera de colores claros.
La chica se dio la vuelta somnolienta en la cama, con los ojos medio cerrados. Cuando se topó con una almohada de gran tamaño, su rostro se acurrucó contra ella de forma inconsciente.
Al sentir las cálidas sensaciones en su piel, abrió los ojos de golpe.
Cejas definidas, ojos brillantes, nariz prominente, un rostro guapo y distante se cernía frente a ella.
La mente confusa de Yan Ling de repente se aclaró.
Levantó la manta y, al descubrir que su ropa había sido completamente cambiada, se quedó completamente atónita.
—¿Qué estaba pasando? —se preguntaba en silencio.
—¿Había escapado del antro de los lobos solo para terminar en la guarida del tigre? —continuó pensando.
Yan Ling se frotó las sienes y, al aliviarse un poco el dolor de cabeza, recuperó la racionalidad.
Aunque su cuerpo estaba algo dolorido, parecía más bien los efectos secundarios de un resfriado.