Amelie observaba cómo la bañera se llenaba de agua, el vapor caliente llenaba rápidamente el tranquilo baño junto al agradable aroma de los aceites y sales de baño mezclados en una armonía calmante que envolvía su cuerpo como un chal invisible y reconfortante.
Se sentó en el agua caliente y relajante, apoyándose cuidadosamente en la parte redonda de la bañera blanca, y aunque su cuerpo finalmente había comenzado a relajarse, su mente estaba lejos de obtener algún descanso.
Cada vez que cerraba los ojos, veía la misma imagen que parecía tener secuestrado a su cerebro con su letal agarre mientras hacía latir su acelerado corazón fuertemente contra su caja torácica.
—Se veía... impresionante —murmuró para sí misma.
Amelie sentía cómo la sangre caliente subía de nuevo a su rostro y no era culpa del agua del baño. Tenía que abofetearse varias veces para deshacerse de esos inquietantes pensamientos, pero ay, era imposible.