Selene miró la pantalla de su teléfono, revisando el número nuevamente para ver si le era familiar, pero no lo era. La voz al otro lado también le resultaba desconocida; estaba segura de que no tenía a nadie en sus contactos que ladrara como perros, excepto Michelle.
—¿Quién eres y por qué estás ladrando como un perro en mi teléfono? Probablemente contactaste el número equivocado —dijo, a punto de colgar el teléfono.
—¡Selene Jones, perra! —la persona ladró de nuevo—. ¡Te atreviste a llamarme perro! Después de lastimar a Michelle y hacer que terminara en el hospital, ¿te atreves a insultarme? —Amelia cuestionó a Selene mientras su pecho subía y bajaba.
El sirviente que estaba a su lado temía que su señora fuera a sufrir un derrame cerebral.
'Por favor, no mueras todavía, señora. No me has pagado mi salario de este mes', rezaba en silencio el sirviente mientras observaba a Amelia seguir gritándole a la persona por teléfono.