—¿Y cómo lo sabrías? Eres un ícono que es amado por todos... —La boca de Anastasia se contrajo—. No entenderías la situación en la que estoy.
—Créeme, entiendo completamente la situación en la que estás —dijo Anastasia, con un tono suave mientras intentaba consolar a la joven actriz—. Yo he estado ahí un par de veces. No hagas caso a lo que decía el director Jeunes; solo estaba exagerando. —Anastasia repitió y luego soltó una risita al final de sus palabras, esperando aliviar las preocupaciones de la chica y aligerar el ambiente.
Esperó pacientemente hasta que la puerta del cubículo se abrió, y Diana, una chica que parecía estar en su adolescencia, salió. Su cabello, del rico color del chocolate caramelo, cascaba sobre sus hombros.
Lo que más resaltaba eran sus raros ojos grises, que contrastaban bellamente con su delicada estructura facial, dándole un aire de elegancia tranquila.
—No deberías pensar demasiado en ello —continuó Anastasia.