Aunque su tono sonaba tranquilizador, los matones aún no podían creerlo. Ella era solo una ciudadana normal cuyo padre era policía. En cualquier momento, podía abrir la boca y revelar lo que sabía, aunque no sabía mucho, aún era riesgoso dejarla como estaba.
Pero entonces, si le hacían algo, su padre se enteraría y entonces comenzaría una investigación. Y estaban seguros de que si su verdadero jefe llegara a enterarse de su error, se les estarían rodando las cabezas por el suelo.
—¿Entonces, qué hay del dinero? —Olivia volvió a traer a colación el tema—. Quiero el 20%, —agregó, esta vez enfrentándose al señor Quinn cuyos ojos todavía estaban rojos por el spray de pimienta de antes.
Durante su trayecto, le habían dado agua embotellada para lavarlo. Aunque la quemazón había disminuido, todavía ardía no obstante.
Él fulminó con la mirada a Olivia, quien era firme en su decisión de tener su parte del dinero como le había informado antes de ayudarlo.