Llegaron a la mansión de Xavier y, sin perder ni un momento, Xavier tomó a Anastasia en sus brazos y la llevó a su habitación. Apenas segundos después, Mark frenó su auto bruscamente, se apresuró a entrar y comenzó inmediatamente el tratamiento. La urgencia de sus movimientos reflejaba la tensión que llenaba el aire.
Unas horas más tarde
Anastasia despertó en una habitación desconocida. El techo sobre ella era de un blanco inmaculado, notablemente diferente al del cuarto de invitados donde había estado hospedándose. Parpadeó un par de veces, desorientada, tratando de atar cabos sobre cómo había terminado en la habitación.
—¿Estoy en el cielo? —se preguntó Anastasia, mientras sus cejas se fruncían confundidas. Se empujó ella misma para sentarse en la cama, y fue entonces cuando sus ojos cayeron sobre una figura.