Sofía se despertó temprano, con la luz del sol filtrándose a través de las cortinas de su habitación. Se estiró en la cama, sintiendo la suavidad de las sábanas y la calidez de la manta. Después de un rato, se levantó y se dirigió al baño para bañarse.
El agua caliente la envolvió, y Sofía se sintió relajada. Se lavó el cabello y se enjabonó el cuerpo, sintiendo la espuma suave en su piel. Después de bañarse, se vistió con una blusa blanca y una falda azul, y se dirigió al jardín para jugar.
El sol brillaba en el cielo, y el aire estaba lleno de perfume de flores. Sofía se sentía feliz, sin saber que su día estaba a punto de cambiar para siempre. De repente, escuchó un ruido detrás de ella. Un crujido de ramas, un susurro de ropa. Se dio la vuelta, y vio a unos hombres encapuchados emergiendo de la oscuridad.
Sofía intentó correr, pero sus piernas estaban paralizadas. Los hombres la agarraron, la levantaron del suelo y la llevaron hacia un vehículo oscuro. Ella gritó, pero su voz se perdió en el viento. Recordó el dolor en sus brazos, el miedo en su corazón. Recordó la sensación de impotencia, de no poder hacer nada para detenerlos.
Uno de los hombres le inyectó algo en el brazo, y Sofía se sintió mareada. La última cosa que recordó fue el rostro de uno de los hombres, con ojos fríos y sin expresión.
Despertó en una habitación oscura y fría, sin saber dónde estaba o qué había pasado. La cabeza le dolía, y su cuerpo estaba débil. Intentó levantarse, pero estaba aturdida. En ese momento, una figura encapuchada se acercó a ella...