El sol despuntaba en el horizonte, sus rayos dorados penetraban a través de las hojas densas del bosque, creando un mosaico de luz y sombra en el suelo. El aire fresco de la mañana que se podia respirar en cualquier rincon del pueblito nos encontramos con Aldric que se encontraba en una caminata mañanera avanzaba en silenciosos. Vestido con su armadura de cuero reforzado y su espada envainada a su lado, nuestro guerrero patrullaba los límites de su hogar, siempre alerta ante cualquier signo de peligro.
Aldric había sido criado en un pequeño pueblo al sur del Continente Human, donde las historias de héroes y batallas épicas eran narradas junto a las hogueras. Desde temprana edad, había soñado con convertirse en uno de esos formidables héroes, defendiendo a su pueblo de cualquier mal. Su entrenamiento comenzó tan pronto como pudo sostener una espada, y con los años, se convirtió en un guerrero bastante formidable no era el mejor de su generacion pero estaba sobre el promedio.
Mientras caminaba, sus pensamientos se dirigieron a la creciente amenaza de los demonios. Las noticias de incursiones y ataques furtivos se habían vuelto más frecuentes, y Aldric que avia estado atento a esta situacion sabía que la paz de la que difrutaron durante tanto tiempo estaba en peligro luego de la gran guerra que ubo en el pazado de disputas territorias entre humanos, elfos, y el frente de razas semihumanas por territorios.
A pesar de las destrezas en el combate que los humanos habian logrado desarrollar durante este largo periodo de paz que se disfrutaba en el reino todas las especies sabian que los demonios como se les solia llamar debido a sus grandes destreza en el combate y estrategia no tendrian ninguna posiblidad de derrotar estos por si solos y por lo que los demonios no inervinieron en la gran guerra en el pasa era a las distancia del continente demoniaca y el continente humanoide.
Ese dia ALdric se encontró con un grupo de aldeanos reunidos en una pequeña plaza al borde del bosque. Sus rostros estaban marcados por la preocupación y el miedo. Entre ellos estaba Eamon, un viejo amigo de la infancia de Aldric, ahora convertido en líder del grupo de resistencia local.
—Aldric, me alegra verte —dijo Eamon, acercándose con una sonrisa cansada—. Las cosas están empeorando. Necesitamos tu ayuda.
Aldric asintió, su expresión grave. —He oído sobre los ataques. ¿Cuán cerca están?Eamon, con los ojos llenos de preocupación, respondió: —Más cerca de lo que quisiéramos admitir. Los informes llegan de las aldeas vecinas. Personas desaparecidas, hogares destruidos, y huellas de criaturas que no reconocemos. No son demonios, pero son igualmente peligrosos.
Aldric frunció el ceño, considerando la información. —¿Tienen alguna idea de qué tipo de criaturas podrían ser?
Eamon negó con la cabeza. —No estamos seguros. Algunos hablan de grandes bestias con colmillos y garras, otros de seres reptilianos que atacan en manada. La única certeza es que atacan de noche y dejan un rastro de destrucción a su paso.
Aldric se irguió, sintiendo el peso de su responsabilidad. —Necesito ver estas huellas por mí mismo. Si hay una amenaza, debemos estar preparados para enfrentarlas.
—Te lo agradezco, Aldric. Las aldeas necesitan un defensor, alguien que pueda llevarles esperanza y seguridad.
Aldric asintió y, después de despedirse, se dirigió hacia las areas al norte de la aldea , donde se habían reportado los ataques más recientes. Mientras caminaba por los senderos boscosos, sus sentidos estaban alerta, percibiendo cada crujido de ramas y susurro del viento.
Llegó a la Pueblo de Redbrook al anochecer. Las casas estaban en silencio, y el aire estaba cargado de una tensión palpable. Aldric habló con algunos de los aldeanos, quienes le mostraron las huellas y las señales de los ataques. Las huellas eran grandes y profundas, con marcas de garras que rasgaban la tierra. No había duda de que algo poderoso y peligroso había pasado por allí.
—Nunca había visto nada igual —dijo uno de los aldeanos, una mujer joven con ojos llenos de miedo—. Vinieron en la noche, sin previo aviso. Nos escondimos y rezamos para que no nos encontraran.
Aldric estudió las huellas y las marcas. —Estas criaturas son rápidas y fuertes. Debemos estar preparados para defendernos.
Pasó la noche organizando a los aldeanos, estableciendo guardias y reforzando las defensas. Sabía que no podían vencer a estas criaturas solo con fuerza bruta;
necesitarían estrategia y cooperación. Mientras el fuego de la hoguera crepitaba, Aldric se sentó con los guardias, discutiendo planes y escuchando sus historias.A medida que la noche avanzaba, un sentimiento de inquietud creció en su pecho. Las historias de criaturas desconocidas y ataques misteriosos lo preocupaban más de lo que quería admitir. Pero estaba decidido a proteger a su pueblo y descubrir la verdad detrás de estas desapariciones.
Cuando el ultimo rayo de sol se desbanecia en el horizonteseescucho un grito desgarrador rompió el silencio. Aldric se levantó de un salto, empuñando su espada mientras corría hacia el origen del sonido. Lo que vio lo dejó helado: una criatura monstruosa, de escamas negras y ojos brillantes, estaba atacando a uno de los aldeanos.
Sin pensarlo dos veces, Aldric se lanzó al ataque, su espada destellando bajo la luz del amanecer. La criatura se volvió hacia él, rugiendo con furia. El guerrero esquivó sus garras afiladas y asestó un golpe directo a su flanco. La bestia soltó un grito gutural y retrocedió, pero no se rindió.Los aldeanos, inspirados por la valentía de Aldric, se unieron a la lucha, usando todo lo que tenían a mano para defenderse. Con un esfuerzo conjunto, lograron hacer retroceder a la criatura, que finalmente se dio la vuelta y desapareció en la espesura del bosque.
Respirando con dificultad, Aldric miró a su alrededor. Los aldeanos estaban a salvo, aunque aterrorizados. Sabía que esto era solo el comienzo. Las criaturas volverían, y tenían que estar preparados.—Necesitamos más ayuda —dijo, dirigiéndose a los aldeanos—. No podemos enfrentarnos a esto solos. Debemos alertar a las otras aldeas y organizarnos. Unidos, somos más fuertes.
Mientras se preparaba para el próximo enfrentamiento, Aldric no podía evitar preguntarse cuántas más de esas criaturas acechaban en la oscuridad, esperando el momento adecuado para atacar. Pero sabía que no importaba cuántas fueran, él estaría allí, listo para luchar por su pueblo y protegerlos de cualquier amenaza que se les presentara.