El sol apenas había comenzado a iluminar el cielo cuando Aldric partió de Redbrook. Las cicatrices de la batalla aún estaban frescas en su mente, y la determinación de proteger a su gente ardía más fuerte que nunca. Con pasos firmes, avanzó hacia las aldeas vecinas, decidido a unir fuerzas y organizar una defensa efectiva contra las amenazas que acechaban en la oscuridad.
El camino hacia la siguiente aldea, Stonebridge, era largo y serpenteaba a través de densos bosques y colinas ondulantes. Aldric mantenía su espada a mano, siempre alerta a cualquier sonido inusual. Los bosques, normalmente llenos de la alegre cacofonía de aves y pequeños animales, estaban ahora inquietantemente silenciosos.Aldric se detuvo un momento para escuchar. El viento susurraba entre los árboles, pero no había ningún otro sonido. Un escalofrío le recorrió la espalda. Continuó su marcha, con la esperanza de que el silencio fuera una señal de que las criaturas aún no habían llegado a Stonebridge.
Al llegar a la aldea, fue recibido por el jefe del pueblo, un hombre robusto llamado Bran. Con una mirada seria y preocupada, Bran escuchó atentamente mientras Aldric relataba los eventos en Redbrook y la amenaza inminente de las criaturas.
—Debemos unirnos y prepararnos —dijo Aldric con firmeza—. Estas criaturas no son como nada que hayamos enfrentado antes.
Son rápidas, fuertes, y atacan sin previo aviso. Necesitamos fortalecer nuestras defensas y establecer una red de comunicación entre las aldeas.
Bran asintió, comprendiendo la gravedad de la situación. —Tienes razón. No podemos permitir que nos tomen por sorpresa. Reuniré a los hombres capaces y nos prepararemos para cualquier eventualidad. También enviaremos mensajeros a las aldeas más cercanas para advertirles del peligro.
Pasaron los días entrenando a los aldeanos y reforzando las defensas. Aldric trabajaba incansablemente, enseñando a los hombres y mujeres a usar armas improvisadas y a defenderse en caso de ataque. Aunque muchos de los aldeanos no eran guerreros, su determinación y coraje eran palpables. Sabían que su supervivencia dependía de su capacidad para unirse y luchar como uno solo.
Una noche, mientras descansaban junto a la hoguera, Aldric y Bran discutieron la naturaleza de las criaturas que los atacaban.
—No parecen ser demonios —dijo Bran, frunciendo el ceño—. Pero son igualmente peligrosas. ¿De dónde crees que vienen?
Aldric suspiró, mirando las llamas danzarinas. —No estoy seguro. Tal vez sean bestias del norte, desplazadas por algún fenómeno natural, o quizás fueron traídas aquí por algún poder oscuro. Lo que sí sé es que debemos estar preparados para lo peor.
Justo en ese momento, un grito resonó a través de la noche, seguido por el sonido de una campana de alarma. Aldric y Bran se pusieron de pie de inmediato, corriendo hacia el origen del ruido. Al llegar, vieron a un grupo de aldeanos luchando contra una manada de criaturas reptilianas que habían logrado atravesar las defensas.Sin perder un segundo, Aldric se lanzó a la batalla, su espada brillando bajo la luz de la luna. Las criaturas eran feroces, pero la determinación y la habilidad de los aldeanos, guiados por Aldric, hicieron la diferencia. Después de una lucha intensa, lograron ahuyentar a las bestias, aunque a un alto costo.
Mientras el amanecer teñía el cielo de un rojo sombrío, Aldric y Bran evaluaban los daños. Varios aldeanos estaban heridos, y algunos habían perdido la vida. La amenaza era real y estaba cada vez más cerca.
—No podemos seguir así —dijo Bran, su voz cargada de preocupación—. Necesitamos ayuda, y rápido.
Aldric asintió. —Estoy de acuerdo. Partiré hacia la capital para solicitar refuerzos. Debemos informar al consejo y pedir su apoyo. No podemos enfrentarnos a esta amenaza solos.
Con el corazón pesado pero lleno de determinación, Aldric se preparó para partir. Sabía que el viaje a la capital no sería fácil, pero no tenía otra opción. Su gente dependía de él, y estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para protegerlos.
Mientras se alejaba de Stonebridge, Aldric se juró a sí mismo que no descansaría hasta encontrar una solución. Las sombras que se cernían sobre su tierra debían ser enfrentadas con valentía y unión.
El viaje hacia la capital, Valoria, fue largo y arduo. Aldric cabalgó día y noche, impulsado por la urgencia de su misión. Atravesó valles y ríos, y cruzó vastas praderas, su mente constantemente preocupada por la seguridad de su gente. Cada vez que cerraba los ojos, veía los rostros de los aldeanos de Redbrook y Stonebridge, y su determinación se fortalecía.
Valoria, la joya del Continente Humanoide, se alzaba majestuosamente en el horizonte. La ciudad estaba rodeada por imponentes murallas de piedra, construidas para resistir cualquier asalto. Sus torres se alzaban hacia el cielo, y en su centro, el Palacio Real brillaba con esplendor bajo el sol de mediodía. Las calles de la capital eran un bullicio de actividad, con mercaderes, artesanos y ciudadanos que se apresuraban en sus quehaceres diarios.
Aldric dirigió su montura hacia el Palacio Real, su corazón latiendo con fuerza mientras atravesaba la gran puerta de la ciudad. Al llegar, solicitó una audiencia con el consejo, los líderes militares y civiles encargados de la defensa del reino. Fue llevado a una gran sala donde los miembros del consejo ya estaban reunidos, discutiendo asuntos de gran importancia.
El Consejo de Valoria estaba compuesto por los más sabios y valientes del reino: generales experimentados, magos poderosos y líderes políticos. Aldric, con su armadura cubierta de polvo y su rostro marcado por la fatiga, presentó su caso con claridad y urgencia, explicando la situación en los pueblos lejanos y la amenaza de las criaturas salvajes.
—Honorable consejo, los pueblos al sur están bajo ataque por criaturas feroces que no hemos visto antes. Necesitamos refuerzos para proteger a nuestra gente y detener estas incursiones antes de que sea demasiado tarde —imploró Aldric.Los miembros del consejo se miraron entre sí con preocupación. Finalmente, el General Marcus, un hombre de rostro severo y cicatrices de muchas batallas, habló.
—Aldric, entendemos tu preocupación y la gravedad de la situación. Sin embargo, nuestras fuerzas están comprometidas con la defensa de la capital y las ciudades principales. Los demonios han comenzado a incursionar en nuestras fronteras, y estamos preparándonos para una posible invasión a gran escala. No podemos enviar tropas a los pueblos lejanos en este momento.
Aldric sintió una ola de desesperación y frustración. —Pero, ¿qué pasará con los aldeanos? No pueden defenderse solos contra estas criaturas.
—Lo sentimos, Aldric —dijo la Maga Isolde, con una mirada de compasión—. Pero debemos priorizar la defensa de la capital. Si caemos aquí, todo el reino estará en peligro.
Sin otra opción, Aldric dejó el palacio con el corazón pesado. Sabía que no podía regresar a su hogar sin intentar buscar otra solución. Se dirigió al gremio de aventureros de Valoria, un lugar donde mercenarios, exploradores y héroes independientes se reunían en busca de trabajo y gloria.
El gremio era un bullicio de actividad. Aventureros de todas las razas y habilidades llenaban el salón principal, compartiendo historias y planeando sus próximas misiones. Aldric se acercó al mostrador donde una joven elfa, la administradora del gremio, lo recibió con una sonrisa amable.
—Bienvenido, guerrero. ¿En qué puedo ayudarte? —preguntó.Aldric explicó la situación en los pueblos y solicitó la ayuda de los aventureros del gremio. La administradora frunció el ceño, preocupada.
—La mayoría de nuestros mejores aventureros han sido contratados para enfrentar la amenaza demoníaca. Sin embargo, puedo anunciar tu petición y ver si hay voluntarios dispuestos a ayudar.
Un susurro recorrió el salón cuando la administradora transmitió el mensaje de Aldric. Por un momento, nadie se ofreció. Aldric sintió que la esperanza se desvanecía hasta que una figura familiar apareció en la puerta.
Elyra, la hechicera elfa, entró en el gremio con una gracia serena. Al escuchar la petición de Aldric, se acercó a él con determinación en sus ojos.
—Aldric, me ofrezco para ayudarte. Estas criaturas no son naturales, y debemos descubrir qué las ha traído aquí y detenerlas. Además, tengo algunas habilidades que pueden ser útiles en esta situación.
Junto a Elyra, un grupo de aventureros también se acercó. Un robusto guerrero con una gran hacha, una ágil arquera de mirada aguda y un enano con un martillo de guerra.
—Somos de Stonebridge —dijo el guerrero—. Nuestros familiares viven allí.
No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras están en peligro. Te ayudaremos.Aldric sintió una ola de gratitud y esperanza. Con Elyra y el grupo de aventureros a su lado, tenía una oportunidad de defender su hogar y descubrir la verdad detrás de las criaturas.
—Gracias —dijo con sinceridad—. Juntos, protegeremos nuestros hogares y derrotaremos a estas bestias.
El grupo se reunió en la gran sala del gremio para planificar su viaje. Elyra, la hechicera elfa, sugirió que se aprovisionaran con suministros básicos y pociones curativas, mientras que el guerrero de Stonebridge, llamado Brann, insistió en llevar suficientes armas y armaduras para enfrentarse a las criaturas salvajes. La arquera, Lyana, y el enano , Durin, también compartieron sus ideas, aportando su experiencia y conocimientos para asegurar que estuvieran bien preparados.
—Necesitaremos provisiones para al menos una semana, en caso de que las criaturas nos sigan dando problemas más allá de los pueblos —dijo Brann mientras revisaba su hacha—. Además, deberíamos llevar algunas trampas y redes para capturar a alguna de estas bestias y entender mejor qué las motiva.
—Buena idea —asintió Elyra—. Además, no debemos olvidar las pociones y resistencia mágica. No sabemos si estas criaturas tienen algún tipo de habilidad arcana.Mientras el grupo discutía los detalles, la joven administradora del gremio se aseguró de que tuvieran todo lo necesario. Aldric agradeció su ayuda y se volvió hacia sus nuevos compañeros, sintiendo una mezcla de gratitud y responsabilidad.
—Hemos formado un buen equipo —dijo Lyana, ajustando su carcaj—. Si trabajamos juntos, podemos hacer frente a cualquier amenaza.
—Eso es lo que me da esperanza —respondió Aldric—. Con la habilidad de Elyra, la fuerza de Brann, la precisión de Lyana y la artesanía de Durin, tenemos una oportunidad real.
Durin, que había estado ajustando su martillo de guerra, levantó la vista y sonrió. —Y no olvides tu propio valor, Aldric. Eres el que nos ha reunido. Tu determinación es lo que nos llevará a la victoria.
Con todo listo, el grupo salió del gremio y se dirigió hacia la salida de Valoria. Mientras caminaban por las calles llenas de gente, Aldric no pudo evitar notar las miradas de los ciudadanos, llenas de esperanza y preocupación. Sabía que muchos de ellos estaban al tanto de la creciente amenaza de los demonios y de las criaturas salvajes que atacaban los pueblos lejanos.
Una vez fuera de las murallas de Valoria, el grupo se adentró en el camino que los llevaría de regreso a los pueblos. La ruta era conocida para Aldric, pero esta vez, la travesía tenía un significado mucho más profundo. Con cada paso, se sentía más decidido a proteger su hogar y a aquellos que amaba.
Durante el viaje, Aldric y Elyra intercambiaron historias sobre sus vidas y habilidades. Elyra habló de su formación en la magia natural y de cómo había aprendido a canalizar las fuerzas de la naturaleza para proteger a los suyos. Aldric, a su vez, compartió sus experiencias de entrenamiento y los sacrificios que había hecho para convertirse en un guerrero digno de defender su hogar.
Brann y Lyana también compartieron sus historias. Brann había crecido en Stonebridge y había aprendido a luchar desde joven para proteger a su familia y amigos. Lyana, por su parte, era una cazadora experta que había perfeccionado su puntería y habilidades de rastreo en los bosques cercanos a su hogar. Durin, el enano forjador, contó historias sobre las maravillas que había creado en su fragua y cómo cada arma que forjaba era una obra de arte.
Con el paso de los días, el grupo se unió más, compartiendo risas y momentos de reflexión. A pesar de la gravedad de su misión, encontraron consuelo y fuerza en la compañía mutua. Elyra, en particular, se convirtió en una figura central del grupo, su sabiduría y compasión sirviendo de guía en los momentos más oscuros.
Finalmente, después de varios días de viaje, llegaron a las cercanías de los pueblos. El aire estaba cargado de tensión, y las señales de destrucción eran evidentes en los caminos y campos circundantes. Aldric sintió un nudo en el estómago mientras se acercaban a Stonebridge.
—Estamos aquí —dijo Aldric, su voz firme pero con un toque de emoción—El grupo asintió, listos para enfrentar el desafío que les esperaba. Mientras avanzaban hacia el pueblo, se prepararon para la batalla, sabiendo que su valentía y unidad serían las claves para derrotar a las criaturas y salvar a sus seres queridos.