¡Un mundo lleno de probabilidades!

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Synopsis

Chapter 1 - Herrería

Al momento de nacer, Artell Estorneas, lo primero que presenció como un recién nacido; no fue la cálida bienvenida de su madre ni la alegría de sus parientes, sino los números. Probabilidades infinitas apareciendo en la vista de un pequeño bebe; no lloró, no gritó; más bien, su mente llegó a un colapso, generando confusión en él. Los porcentajes se llenaron en su mente. Debido a la dificultad que mostró el parto, nadie le dio una verdadera importancia. Estaban más interesados en el éxito del nacimiento que en el propio recién nacido. No lo sabían, pero él había traído un desbalance a la dimensionalidad con sus miles de posibilidades.

Su don le permitirá conocerlo todo, apreciar las matemáticas que rigen el mundo, aprenderá sobre la balanza, desde el bajo hasta el alto, y entenderá cómo aumentar y cómo disminuir.

Ahora que tienes la osadía de poder leer su historia, preguntas es lo que el te quiere mostrar.

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¿Alguna vez te has preguntado por las probabilidades?

Por ejemplo: ¿cuál es la probabilidad de morir? ¿O cuál es la probabilidad de ganar algo o de perderlo?

Existen millones de preguntas al respecto, pero nunca una respuesta — al final, todo es incierto para la gente común. Sin embargo, yo soy capaz de dar respuestas a esas preguntas, puesto que puedo ver las probabilidades de todo. No importa cuál sea la pregunta, de inmediato conoceré la respuesta — claro, si hablamos de números.

¿Quieres un ejemplo?

Cuando tenía 2 años, mientras visualizaba el entorno donde vivía, en mi mente me llegué a preguntar: ¿cuál era mi relación con las personas que viven conmigo?

En ese momento miré a la persona que me sujetaba en sus brazos y, de inmediato, una respuesta salió: un número que era todo menos aleatorio apareció ante mi vista: un 25% — era como si conociera este número desde hace tiempo; de alguna manera entendía lo que me decía. Esa persona era mi abuelo, una persona con la que comparto el 25% de mi sangre. Ahí radica mi relación con él — una relación consanguínea.

Mientras trataba de tocar ese número, una mujer increíblemente joven, hermosa y llena de alegría me saludó. En ella podía apreciar un 50% — todo indicaba que era mi madre, la mujer que me dio a luz.

Tengo muchos más ejemplos, pero eso es historia para otro día. Actualmente tengo 9 años, mi vida es sencilla y vivo cómodamente. Estudio e intento descubrir algo que me llame la atención. Todo esto es seguro gracias al esfuerzo de mi progenitora; ella se esfuerza por darme una vida linda y calmada. Contrariamente a lo que ella quiere, veo difícil vivir sin preocupaciones en este mundo, que es rígido por varios imperios y dinastías.

Aquí existen categorías de nobleza y pobreza, partidos políticos como conservadores o revolucionarios. Aunque ciertamente lo más abundante es la clase obrera, que se encarga de dar trabajos a la gente pobre a través de las riquezas de los nobles. Todo está estructurado por una fortaleza piramidal.

Cosas como academias de espadas, hechicería u otros trabajos que te ayuden a sostenerte en la vida cotidiana son recurrentes. Todo se adecúa a cómo sea tu personalidad, comportamientos, habilidades, etc.

Sí, ese aspecto determina el trabajo al que irás — o mejor dicho, el que te asignarán. Si eres apto con virtudes como la honorabilidad y portas el coraje, seguramente te convertirás en espadachín o caballero. Es a lo que llaman "Dimensionalidad" — aunque no sé mucho cómo funciona, más o menos tu habilidad se determina basándose en tu carácter, o así es como me lo explicaron en la escuela básica.

Por otro lado, les conté sobre lo bueno de mi vida, pero no lo estresante. Se puede decir que es debido a mi madre también. Cada cosa que ella considera "peligrosa" es arrebatada de mi presencia. Cualquier objeto en mis manos la vuelve loca. Tiene unos 26 años; tal vez sea esta la razón de sus ataques de pánico, su inexperiencia y su edad relativamente joven para ser madre.

No hace falta mencionar que si llego a descubrir algo que me apasione, puede que nunca llegue a mostrarse completamente hacia mí. Si la dimensionalidad o mi cuerpo no se adecúa a ese trabajo, muy probablemente viva lamentándose por no haber podido poner en marcha lo que me apasionaba. Puede que parezca tonto, pero con lo que me han dicho, me doy cuenta de que es importante esforzarme por ser lo que en verdad quiero ser.

Volviendo al tema de mi madre, sinceramente, no importa lo que ella diga. Yo me escabulló y me encuentro con el peligro. Ayudar a mi abuelo con sus trabajos de herrería es algo que se ha vuelto elemental para mí. Porque sí, mi familia es descendiente de un linaje de herreros puros — claro, por mi parte materna; de mi padre jamás he visto algo, ni siquiera lo he conocido. De hecho, ni siquiera llevo su apellido en mi nombre.

Mientras me escondía en mis pensamientos, un hombre alto y robusto, con una vejez notoria, me llamaba.

— ¡Artell, deja de perder el tiempo y ayúdame si es lo que deseas! ¡Trae la leña y el pedernal para comenzar el fuego ardiente!

— ¡Voy!

El hombre que me interrumpió se denomina Raguer Estorneas, mi abuelo, un hombre fuerte y de conocimientos de antaño, de aproximadamente unos 58 años. Es la persona a la que acudo cuando no sé qué hacer con mis problemas. Por cierto, como mencionó mi abuelo, mi nombre es Artell; si el apellido del abuelo es "Estorneas", supongo que también es mi apellido. Así que soy yo — Artell Estorneas.

— ¿Qué es lo que haces que te demoras tanto?

Me bajé de la silla en la que estaba sentado. Curiosamente, casi me lastimo al bajar; la altura de la silla y mis pensamientos desordenados me están poniendo en problemas.

— ¡Lo siento! Enseguida voy.

— Voy, pero no voy; por el gran Sorest, ¡qué nieto tan distraído tengo!

Me apresuré a recoger varios pedazos de leña, los amontoné y, de una u otra forma, conseguí llevar todo. Parece que es el día en el que mi abuelo me enseñará a fundir el hierro para la preparación de armas. Cuando terminé de dejar toda la leña en el horno, miré a mi abuelo, que parecía contento — esto considerando que estaba sonriendo, aunque pienso que tener una vena salida en la cara no es señal de felicidad.

— Dime, niño, ¿cómo piensas que prenderemos el fuego? —dijo mi abuelo con la mano en la cara—. ¿Quieres que lo prenda dándote un golpe con una piedra?

— ¿A qué te refieres, abuelo? —respondí dudando a causa de lo tonta de su pregunta—. Pues con un pedernal, es algo obvio. ¿Es por la edad que te estás quedando tonto?

— ¡Oh! Veo que sí sabes. Entonces, si eres tan inteligente como luces, ¿dónde está el pedernal?

Cuando iba a señalar con mi dedo, me di cuenta de que no había ningún pedernal; me lo había dejado atrás. — ¡Carajo! —dije esto instintivamente. Me van a regañar por despistado.

— ¡¿Carajo?! Eso es lo que tengo que decir yo, imbécil de mierda. ¡Ve a buscarlo de una maldita vez!

— Perdón, perdón.

Bajé la cabeza y, en silencio, fui por el pedernal. Cuando volví, mi abuelo estaba preparando las herramientas. — Aquí está, abuelo.

Le avisé, pero ni siquiera me respondió; más bien, me señaló al horno. ¿Acaso quiere que yo prenda el fuego?

— Si sabes mucho, no te costará prender una leña, ¿verdad? —esto lo dijo con una voz sarcástica y burlona.

Ya veo, este señor me está probando. Si es así, ¡yo le demostraré que soy capaz! Para eso, tengo que ver cuáles son mis probabilidades. Me acerqué al horno con los objetos para crear fuego y visualicé las posibilidades; en mis ojos se mostró un sutil 12%.

— Estoy acabado —dije en voz baja.

Pienso en esta habilidad como una porquería. ¿Por qué nunca puede darme una respuesta del 100%? Siempre son números bajos que a nadie le gustaría ver. Al final, en vez de ayudarme, me perjudica; hace que me empiece a dar dolores inmensos en la cabeza. Con solo eso, mi madre se preocupa aún más; hasta trajo a un supuesto hechicero para que me aliviara los dolores, pero no sirvió de absolutamente nada.

Después de 10 intentos, lo único que conseguí fueron chispas cayendo en mi cara y un viejo riendo a mi costado. — Mejor ve y ponte una de las vestimentas de herrero. Al menos ya debes saber vestirte, ¿no? —dijo esto para que me rindiera, pero yo no acepto eso. Evadir es de cobardes.

— ¡Cállate y aprende, viejo!

Cogí uno de los eslabones de acero que tiene mi abuelo en la mesa; con fuerza lo estrellé contra el pedernal. Las chispas salieron de él y cayeron en la leña. Poco a poco, los pedazos de leña se fueron encendiendo. Como buen aspirante a herrero, soplé y soplé para avivar las llamas. Finalmente, el fuego comenzó a encenderse. Volteé a mirar a mi abuelo y, hinchando el pecho con aire de orgullo, dije: — ¿Aprendiste cómo se hacía o no? —Lo miré con una sonrisa y, cerrando los ojos, empecé a bostezar.

— ¡Muy fácil! Je, je, je.

— ¿En serio? Voltea a ver otra vez.

Cuando giré mi cuerpo hacia atrás, noté mi orgullosa llama apagada y botando humo; se había apagado por mi idiotez de superioridad.

— Al final sigues siendo un niño iluso —ve y ponte el traje.

— ¡Maldición!

Esta vez hice caso a la primera y me vestí con la ropa antigua que había dejado el abuelo. Me quedaba perfectamente. ¿Será esta la ropa de mi mamá de niña? Un 100% se asomó al lado de la ropa. Ya ni me sorprende cuando estos números me ayudan en tonterías.

— Terminé de vestirme.

— Ya era hora —bien, ven para acá—. Fui obediente y callado hacia donde él—. Como sabes, somos herreros. Nuestro trabajo es ayudar a otros con nuestras manos, forjando ya sea espadas, lanzas, escudos o lo que sea. Así ha sido siempre en la familia y adivino que así seguirá siendo; por ende, es hora de que empieces a seguir con el legado.

— ¿Te sabes el lema familiar? —Asentí con la cabeza sin dudar—. Entonces recítalo para mí.

El lema familiar, algo de lo que mi abuelo ha estado orgulloso desde que tengo memoria, principalmente porque logró integrar una nueva versión de las ya escritas.

Me paré recto, agarré un martillo y me puse el guante con el símbolo familiar que me regalaron en mi 5.º cumpleaños.

— Con honor y mis manos, forjar es lo que haré, una obra nueva nacerá y otra será sepultada. Con voluntad ayudaré al necesitado, pues porque soy un herrero, el cual también fue ayudado. Con valentía me enfrentaré al doloroso infierno y con un artefacto nuevo saldré victorioso.

— Así que te lo has aprendido completo, eso está bien. Algún día tú también diseñarás un nuevo lema para nuestra familia —el abuelo parecía tener una expresión cálida al decirlo—. Según esto, es hora de empezar a trabajar.

— ¡Sí!