Pasé exactamente cuatro horas aprendiendo el arte de la forja: tanto sus ventajas como desventajas, los dolores del error y el aprecio por la victoria. Logré crear una espada, aunque debo admitir que la mayor parte la hizo mi abuelo. Sin embargo, según él, lo que importa es el resultado final y el empeño que le puse. Descansábamos los dos cerca del pozo de agua que nos pertenece, comiendo pedazos de pan y bebiendo un poco de leche.
—Ahora habrá que inventar una excusa para tu madre. Si se entera de que me ayudaste, se volverá histérica.
—Peor aún si se da cuenta de que estuve cuatro horas aquí. Je, je, je.
—Ni me lo menciones. Desde que conoció a tu padre se volvió así, y empeoró mucho más cuando naciste.
—No me interesa ese bastardo. Ahora que lo recuerdo... —quise cambiar de tema, tal vez de una manera errónea.
No es que odie a mi padre; nunca lo he visto. Pero lo que sí sé muy bien es el daño psicológico que le ha provocado a mamá. Muy en el fondo sé que su apego excesivo es porque no quiere que la abandone también.
—Raguer, mencionaste a un tal "Soresth". Para que hagas una expresión con él, debe ser importante. ¿Quién rayos es?
Un golpe fue directo a mi estómago. Todo se fue al suelo: el vaso de leche, los pedazos de pan que tenía en la boca e incluso mi aire se fue de mi cuerpo. Sin dudarlo, este no es un trato digno para un niño como yo. ¡Gente del imperio, sálvame!
—¡¿ACASO BUSCAS TRAER MAL PRESAGIO?! —Su cara estaba marcada por un rojo puro—. ¿Quieres ser ayudante de herrero y ni siquiera conoces al dios de la herrería? En serio eres un maldito inútil como tu madre.
Trataba de recuperar el aire que se me fue arrebatado por el golpe. Apenas podía pararme, no sé ni de dónde saqué la fuerza, pero pude decir algunas palabras.
—No pensaba que te ibas a poner así, abuelo...
—Como alguien seguidor de la iglesia del gran Soresth, golpearte es lo mínimo que puedo hacer por tu falta de respeto.
Aunque solo era una pregunta, el viejo se enojó por mi falta de cortesía. Cada vez aprendo algo nuevo de mis errores y de estos mismos logro evolucionar. No volveré a insultar a un dios, por lo menos no delante de un creyente.
—¿Puedes hablarme de él? —No es que esté interesado, pero tenía que mejorar la situación—. Lo digo porque no sé casi nada de dioses o del mundo en general.
—¿Qué más da? El gran Soresth es un dios benevolente con una gran imaginación. Se dice que las primeras herramientas provienen de él; las compartió y nos las enseñó a fabricar. Al contrario de la creencia de muchos, nosotros creemos en él como una persona hermosa y artística, no como un lacayo fuerte y lleno de músculos.
—Si es el dios al que veneramos, ¿por qué no sabía de él?
—¿No será porque te quedas dormido en tus clases de la academia?—Hizo una mueca burlona.
—¿Como sabes eso?
El abuelo entró en la casa y después salió diciendo:
—Ya es hora de que vuelva tu madre, arréglate. —Volvió a entrar y, por lo que vi, fue directamente a su habitación sin vacilar más.
¿Soresth? ¿Artistica? ¡Seguramente es un payaso!
Los dioses son un chiste, no es necesario adorar a alguien con el cual ni siquiera lo conoce, has interactuado o hablado con el, ¿por lo menos existe?
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—Boff
Pierdo mi tiempo pensando en estos patanes, al menos se que si existen, aun asi, no quiere decir que sean buenos o malos, justos o utiles, idiotas sin más.
—Me tendré que quitar estas prendas —olían bastante mal y con un toque desagradable al tacto.
Después de un rato, ya tenía otro tipo de ropa mucho más cómoda. La de trabajo la puse en el lugar donde me la dieron originalmente. Ahora que estamos más tranquilos, ¿por qué no les muestro mi hogar?
Es un rancho aislado en el monte a las afueras de la provincia. Lo construyeron mis ancestros de generaciones mucho más atrás; la casa tiene sus paredes hechas de piedra y estuco, lo que le da una apariencia robusta y atemporal. El techo de tejas rojas contribuye al aspecto tradicional, las enredaderas florecientes suben por las columnas y los arcos, añadiendo un toque de naturaleza y color que contrasta con la solidez de la piedra. Se supone que lo hicieron para mantenerse alejados de los ruidos y concentrarse en la herrería. Para mí, era porque eran unos antisociales separatistas.
De alguna manera, pudieron conseguir una mujer e hijos y mantener una descendencia estable. Cada año se le hace una remodelación. Mi abuelo me ha dicho que cuando sea grande, heredaré esta casa y traeré a mi familia a vivir aquí.
—¡Ya llegué! —dijo una mujer abriendo la puerta principal.
Parece que ha llegado mi madre. Últimamente está llegando muy tarde. Me preocupa.
—¡MAMÁ! —Corrí hasta la puerta y de un salto la recibí con los brazos abiertos. Ella se agachó y me dio un abrazo que duró más de 10 segundos.
—Hijo mío, ¿cómo has estado? —Ella me empezó a acariciar la cabeza—. Te traje unos regalitos.
—¡Siuuuu!
¿Juguetes? ¿El nuevo objeto mágico en tendencia? ¿Los zapatos de edición coleccionista del erizo azul que corre?
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¡Válgame Dios! Si no son las tres anteriores, solo queda...
—¡Te traje ropa! —Mi madre me mostró las bolsas con una sonrisa brillante.
—Lo sabía...
—¿Mmnn? ¿N-no te gusta? —Su expresión pasó de alegría a melancolía.
—Mamá, tengo dos armarios enteros de ropa, ¿necesito más?
—¡Es porque a ti se te ve todo bien, mi niño!
—Bueno, bueno, déjame ver...
Eran prendas de diferentes colores cada una. La primera, una chaqueta de color verde oscuro, ajustada al cuerpo, con botones dorados que recorren todo el frente. Las solapas y los puños están decorados con intrincados bordados que añaden un toque de lujo. En los hombros, la chaqueta presenta adornos voluminosos y dorados. Se puede ver un chaleco dorado, también con botones decorativos.
La otra prenda es un traje de un llamativo color azul real, con detalles dorados que destacan en los bordes y en los adornos. Los botones dorados decoran el frente de la chaqueta, y los puños presentan también un bordado dorado intrincado.
El último era de color rojo con amarillo, chaleco, corbata y pañuelo. Era el más actualizado de los tres, más formal y galardonado en las tendencias. Me lo pondría en una festividad, porque los otros me hacen parecer noble con tal elegancia.
Me los probé cada uno. Mi madre me dio opinión tras opinión, a través de sus saltos de emoción y de sonrojamiento. Decía que me veía guapo, apuesto y maduro para mi poca edad; que de seguro enamoraría a cualquier mujer que se me acercara.
—Cada uno combina con tu pelo y ojos castaños claros. ¡Te ves espectacular! —Mi madre mencionó esto mientras guardaba las prendas—. ¡No hay nada mejor que verte tan lindo!
—Te agradezco por heredarme tu belleza.
—Para rematar, coqueto, ¡qué lindo!
Tiene veinticinco años, no hay que preocuparse por su actitud. Es mejor que se vea así de feliz; la amo.
—Bueno, ya es hora de que te vayas a dormir, Tell. ¡Tienes que mantener tu cara para crecer bien!
Hoy fue un día estresante, difícil y cansador, así que le hice caso a mi madre y me acosté. Mañana tengo que madrugar para ir a la academia.
—Buenas noches, mamá.
—Espera —dijo ella—. Yo te voy a acomodar.
Mi madre organizó la cama, me arropó y empezó a tararear sus clásicas canciones de cuna. Rápidamente me dormí, agotado y con el recuerdo de bebé.
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—Raquel Estorneas—
Últimamente, el trabajo excesivo me ha vuelto loca. Mi período se ha atrasado y también me ha llegado más rápido de lo normal. Esto incluye el dolor exagerado; cuando me ducho, noto que mi propio pelo, por el que una vez me alabaron en mi adolescencia, se ha empezado a caer bastante. Lo único que me motiva a seguir adelante es mi tesoro. Mi hijo, mi mayor orgullo y preocupación.
A veces es inquieto, pero es lo que me hace amarlo cada vez más, porque es un alma libre que actúa como quiere y no se deja llevar por los demás. Yo, como madre, me la paso en el trabajo y en mis días de descanso me propongo velar por mi pequeño, cuidándolo y regañando si es necesario. Soy de naturaleza estricta con él. Sin embargo, el motivo es la horrible naturaleza del ser humano; yo misma la he sufrido, y no quiero que él la sufra.
Me senté en la silla de uno de los comedores que tenemos de madera. Un poco de vino no me hará mal; mañana no tengo que trabajar, por lo cual llevaré a Artell a la academia y pasare al final de la jornada y, por el resto del día, quisiera disfrutar con él en los centros recreativos de los nobles. Se desanimó por no haberle comprado juguetes, pero eso es lo que haré mañana.
—Ya no saludan en esta casa —dijo un hombre detrás de mí. Era mi padre.
—¡Oh! Perdón, me distraje acomodando la cama de Artell.
—Mucha cháchara con ese niño —respondió frunciendo el ceño—. ¿No puedes dejarlo vivir una vida normal? Apartado de esas estupideces de ropa, ¿acaso es una niña?
—Yo veré cómo trato a mi propio hijo. Para tu información, él es un varón —con la uña del dedo pulgar generando dolor en el dedo índice, de alguna manera intento soportar el enojo—. Da igual, dentro de poco nos largamos de esta casa. ¿Contento?
—¡Mejor dicho! No hay momento en el que no me avergüences, Soresth —empezó a caminar hacia su habitación.
Mi padre siempre fue así conmigo. ¿Por qué no pudiste ser un hombre? Palabras repetidas cada vez que cometía errores. Ahora se queja de mi manera de criar a mi propio hijo; el maldito lo llama "afeminado". No conoce para nada a mi preciado Artell.
—¡Lo odio! ¡Lo odio! ¡Y lo odio!
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—Artell Estorneas—
Sí, este soy yo. Estoy observando la conversación entre mi madre y mi abuelo. Es raro, me levanté a tomar agua, pero ver esto fue totalmente sorpresivo. Hasta yo entiendo la tensa relación entre ellos dos. Deseo que mejore y que esos planes de abandonar el rancho se desvanezcan por completo.
Miraba a través del marco de la puerta, creyendo que esto me alejaba del dolor sentimental. Mi madre me envía constantemente sus sentimientos negativos y contraproducentes; las paredes no son lo suficientemente poderosas como para salvarme.
Ahora no me queda nada más que volver y dormir. Mañana será un nuevo día y un despertar de un héroe aparece.