Xia Fanxing no esperaba que Mu Hanchen fuera tan indiferente hacia Liang Chuchu.
En el pasado, ¿no había estado tan preocupado que ni siquiera podía dormir bien? ¿Por qué había cambiado de temperamento de repente?
Pero nada de eso le incumbía ya.
—Si no hay nada más, entonces me voy —dijo.
—¿Quién ha dicho que no hay nada más? Espera un segundo.
Xia Fanxing lo miró con desconcierto, preguntándose qué más podría haber entre ellos.
Mu Hanchen caminó rápidamente hacia el mostrador con sus largas piernas, compró una lata de Coca-Cola helada y luego se la entregó a Xia Fanxing.
Justo cuando estaba en su período menstrual y no podía beber nada frío, ella dijo:
—Gracias, pero no bebo eso.
Mu Hanchen aplicó la lata de Coca-Cola directamente en su mejilla y dijo con voz tenue:
—No es para que bebas, es para que la uses en tu cara; está hinchada.
