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Chapter 17 - Deja de ocultarte

[Capítulo 17]

Roxana mantuvo la guardia alta cuando se dio cuenta de que el hombre estaba ebrio. 

—En verdad lo lamento. ¿Se encuentra bien? —se disculpó de nuevo con la esperanza de evitar problemas innecesarios. 

Cuando terminó de hablar, el hombre que tenía enfrente sonrió con malicia e incluso su voz se escuchaba agitada.

—Hola, hermosa… Estoy bien. Te darás cuenta de eso después de que bebas unos tragos conmigo. Te perdonaré una vez que me hagas feliz. 

Roxana frunció el ceño, ya que sabía que ese hombre había perdido todo sentido de racionalidad debido a su estado de ebriedad. Por lo tanto, lo ignoró, bajó la cabeza y quiso pasar junto a él. 

—No te vayas, hermosa —dijo cuando ella pasó a su lado—. Soy bastante adinerado. Si aceptas estar conmigo, prometo que vivirás sin problemas el resto de tu vida. —Se rio de forma pervertida mientras examinaba a Roxana de pies a cabeza. 

«Esta belleza tiene un rostro tan hermoso y delicado, y su cuerpo tiene las curvas correctas. Tiene una tez tan clara que incluso su piel brilla bajo la luz. Apuesto a que debe ser muy agradable tocarla». Mientras más la miraba, más se excitaba y extendió la mano, queriendo tocarle el rostro. 

Al ver la mano cerca de ella, la expresión de Roxana se tornó sombría, dio un paso hacia atrás y lo pateó en el estómago. Dado que fue su primer día en el instituto de investigación, estaba vestida de manera formal, por lo tanto, gracias a sus tacones, la patada fue más poderosa. El hombre estaba tan ebrio que ya no mantenía el equilibrio y estaba bastante atontado, por lo que recibió la patada antes de que pudiera reaccionar. Palideció y se tomó el estómago, trastabilló hacia atrás y se cayó al suelo. 

—¡Maldita p*rra! ¿Cómo te atreves a faltarme el respeto? Deberías sentirte honrada de que me sienta atraído por ti. ¡¿Cómo te atreves a patearme?! —gritó. 

Luego de retorcerse en el suelo durante bastante tiempo, apretó los dientes y levantó la cabeza; tenía los ojos rojos de ira. Roxana lo miró disgustada antes de pasar junto a él. 

—¡Que alguien venga aquí! —rugió él desde un rincón—. Esa mujer me atacó. Llévenla a la sala privada, ¡ahora! Me gustaría ver cómo puede seguir manteniendo esa actitud conmigo esta noche.

Justo cuando terminó de hablar, dos guardaespaldas fornidos aparecieron desde el rincón y cuando vieron al ebrio en ese estado tan patético, vacilaron por un instante. 

—Jefe… 

—¡No se preocupen por mí! ¡Solo atrápenla! —rugió el hombre. 

Los guardaespaldas se acercaron a Roxana de inmediato. A ella le dio un vuelco el corazón cuando escuchó el sonido de los pasos que se acercaban y metió la mano en su bolso para tomar una bolsa con polvo. «Si se acercan a mí, haré que prueben esta medicina». Cuando se dio la vuelta con la bolsa en la mano, de repente, el guardaespaldas que estaba a punto de tocarla gritó y pasó rápido junto a ella. En el siguiente instante, el otro guardaespaldas desapareció de su vista de la misma manera. 

Roxana se quedó estupefacta y solo entonces se dio cuenta de que había otra silueta detrás de ella. Se dio vuelta y vio a una figura esbelta de pie a unos pocos pasos de ella. Sintió que se le vino el mundo abajo y que estaba a punto de explotarle el cerebro, por lo que se dio vuelta al instante, queriendo escapar de la escena. 

Luciano, quien tenía una expresión sombría, llevaba un traje confeccionado a medida. Tenía las mangas arremangadas hasta los antebrazos y algunos botones alrededor del cuello estaban desabrochados. Se puso de pie en el pasillo mientras miraba deseoso a la mujer que tenía enfrente. De hecho, si bien se encontraba en un evento social, sintió que el ambiente estaba bastante sofocante y decidió salir para tomar un poco de aire fresco. Nunca se imaginó que se encontraría con Roxana allí afuera. «En verdad es ella». 

Mientras más la veía, más sombría se tornaba su mirada. Quiso decir algo antes de ver que la mujer intentaba huir, por lo que frunció el ceño, se lanzó hacia delante y la tomó de la muñeca. Por su parte, Roxana estaba tan nerviosa que podía escucharse los latidos del corazón. No se dio cuenta de cuándo logró alcanzarla y la tomó desprevenida. La mujer se quedó paralizada en el lugar y todo tipo de pensamientos pasaron por su mente. 

—¡Roxana! —La voz furiosa del hombre resonó junto a sus oídos—. ¡Deja de esconderte de mí! 

La mujer recobró los sentidos y luchó de forma inconsciente. Al percibir sus movimientos, Luciano la tomó con más fuerza.

—¡Suéltame! 

Roxana dejó de luchar, se dio la vuelta a regañadientes y se encontró con su mirada. 

—¿Soltarte? 

La pregunta de Luciano se escuchó como si la dijera entre dientes y miró fijo a la mujer con los ojos sombríos. Habían pasado seis años desde la última vez que se vieron; el rostro de Roxana tenía rastros de madurez, pero se veía tan hermosa como siempre. No obstante, ya no era la persona obediente y amable que él recordaba, sino que era más imponente y feroz que en el pasado, cuando era sumisa con él. Incluso tenía una mirada distante. La ira surgió en el pecho de Luciano cuando se dio cuenta de todo eso y la miró a los ojos con desdén.

—¿Crees que te dejaré escapar de nuevo? —dijo remarcando cada sílaba con claridad. 

A Roxana se le aceleró el corazón; quería decir algo, pero Luciano no le daría la oportunidad de hacerlo. 

—Deshazte de estas escorias —le ordenó a Camilo, quien estaba de pie detrás de él, en un tono peligroso. 

Sin darle tiempo a Roxana para reaccionar, la tomó del brazo y entró a la sala privada junto a ellos. La mujer se sentía incómoda, pero, sin importar lo que hiciera, no podía liberarse, ya que el hombre la arrastró a la habitación a los tropezones.