Lei Jun miraba la daga, su cabeza cubierta de sudor frío, preguntándose cómo podría llevarse a cabo.
Ante la presencia dominante de Yan Danni, no se atrevía a mostrar la más mínima resistencia.
—Entonces, ¡eres todo un amante leal, eh! —Yan Danni lo observaba burlonamente mientras sacaba una espada larga de su Bolsa Qiankun y la colocaba contra el cuello de Lei Jun.
—Contaré hasta tres; si no la matas, ¡ustedes dos morirán! —Su voz era gélida, desprovista de cualquier emoción.
Lei Jun maldijo y gritó:
—¡Adelante y mata! He sido un perro de la familia Yan toda mi vida, un corte más no hará la diferencia, y en la muerte, finalmente seré libre.
Zhang Li, aturdida, se mordió el labio, recogió la daga del suelo y se lanzó contra Yan Danni para apuñalarla.
No quería que Lei Jun sufriera; los últimos meses la habían hecho enamorarse completamente de este hombre.
En lugar de hacerlo Lei Jun, prefería apostar su vida en una lucha por su último resquicio de dignidad.