El viento era fuerte en la montaña, y la mente de Lin Yingying se aclaró un poco cuando la brisa marina la rozó.
La luz de la luna era pura y se esparcía por la tierra.
Lin Yingying miró a su alrededor, sintiéndose un poco aprensiva, y preguntó a Long Fei —¿Por qué me trajiste hasta aquí?
Long Fei, tosiendo sangre, respondió —Oye, no te pedí que vinieras, insististe en venir, ¿de acuerdo?
Lin Yingying frunció el ceño —Tonterías, ¿por qué estaría lo suficientemente enferma como para venir aquí contigo en medio de la noche? Te advierto, puedo manejar algo de diversión en el coche, pero aquí en las montañas salvajes, mejor no intentes nada conmigo.
Long Fei le lanzó una mirada vacía, como para decir que estaba tan desesperado.
Pero luego, eran solo ellos dos en la montaña en ese momento.
Caminando bajo las sombras moteadas de los árboles, tocando esos traseros elásticos, sintió un pequeño impulso dentro.