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Long Fei escuchaba con anhelo, imaginando vívidamente la última escena genial que se desplegaba ante él.
Luces de espadas llenaban el cielo, tesoros mágicos brillaban.
Una sola mano podía dividir montañas y desviar ríos, comandando las nubes y los cielos.
Al final, todo era arrastrado por el sonido de la Campana Resonante, convirtiéndose en una neblina de sangre que se dispersaba en todas direcciones —qué espectáculo tan magnífico era.
Ese Perro Calvo, el desgraciado, de verdad que tuvo suerte.
O mejor dicho, a este pequeño pilluelo le divertía la desgracia ajena —su rostro se iluminó con emoción, deleitándose con sus problemas.
Definitivamente escondía algo, con la multitud de humanos y demonios por igual, ¿por qué solo él sería el objetivo?
Su suposición no era errónea, por supuesto que nadie lo estaba apuntando a propósito.
Es solo que causaba demasiados problemas en ese mundo, trayendo desastre a cada atractiva demonia que encontraba.